Mis más
cercanos amigos discuten durante horas sobre la metempsicosis, aunque les
traiga sin cuidado si las almas de los que mueren transmigran al cuerpo del que
va a nacer.
Pues al joven
Rivera le pasa como a mis amigos: o no sabe de lo que habla o no se ha dado
cuenta de que si consigue una mayor proporcionalidad en el reparto de escaños,
su Ciudadanos saldrá perdiendo cuando pase de monaguillo a sacristán.
Si pide mayor
proporcionalidad en la asignación de escaños es porque desconfía en que el
actual sistema, que favorece a los más votados para perjudicar a los menos,
pueda alguna vez favorecer a su Ciudadanos si consigue ser el partido más
votado.
También puede
beneficiarse Ciudadanos del actual sistema electoral si, como los nacionalistas
hacen, concentran toda su atención en una parte del territorio e ignoran el
resto.
Pero lo que
haría razonable este sistema irracional de escoger a los más adecuados para
ejercer un cargo a los que no tienen ni idea de los derechos que le otorga
ejercerlo y las limitaciones que la realidad impone a sus deseos, es la
fragmentación del mapa electoral en tantos distritos independientes uno del
otro como diputados tengan que ser electos.
El que más
votos consiga ejerce el cargo y, el que menos, se va la oposición o a su casa.
El electo, que
debería su cargo a los votantes que lo hayan elegido y no al partido que lo
incluyó en sus listas, obedecería mas a los primeros que al segundo y votaría a
favor de lo que les convenga a los que lo eligieron en vez de al partido que lo
impuso.
Circunscripciones
uninominales llaman a eso que, por dejar en manos de la gente la decisión del
que debe representarla, no permiten las burocracias de los partidos que se
aplique.
Y aquí a
quienes hay que contentar es a las burocracias políticas. Los ciudadanos, que
voten al que el partido decida, que todos somos iguales si todos somos igual de
obedientes.
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