Hubo en los
remotos tiempos de mi juventud un contubernio judeo masónico (alianza entre
dispares) para quitar de en medio a un enemigo común que se las tenía jurada:
el Caudillo.
La Historia es
el relato de conspiraciones de los malos contra el bueno y la víctima de todos
los malos de ahora contra el mejor de todos ellos está en pleno fragor.
Todos los
partidos políticos, capitaneados por sus aviesos cabecillas, se proponen desde
hace años arrinconar al mejor de ellos, que lo es porque es el centro común de
sus inquinas: Pedro Sánchez, el caudillo socialista.
Todos los
votos que suman los enemigos de Sánchez elección tras elección los consiguen
sus enemigos quitándoselos al que más los merece, el sufrido y persistente
Sánchez.
Y es que esto
de la política, en España, tiene un carácter de sharía, la ley islámica que se
basa en que toda reverencia que no se rinda al Dios verdadero es una afrenta
contra el verdadero Dios.
Así, voto que
se deposite a favor del Partido Popular, pongamos por caso, es voto del que se
priva a Pedro Sánchez, el que por su naturaleza se merece ser el único acreedor
a todos los votos, a todas las adhesiones, a toda obediencia.
Es ésta que todos
libran contra Sánchez una inverecundia, una desvergüenza, una desfachatez.
Osados
votantes españoles que al dar a otros los votos que solo Pedro Sánchez se
merece recaen elección tras elección en un absurdo y vituperable contradios,
una sinrazón admisible únicamente si la perpetran los privados de inteligencia
y capacidad de raciocinio.
Negar el voto
al socialista Sánchez es admitir que ese votante no alcanza la suprema
categoría de ser humano, el único capaz de someter su instinto al mandato de la
razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario