Como todo
político de ideas avanzadas, Pedro Sánchez dice lo que yo pienso: “El PSOE debe
tener una única voz”.
Tiempo ha
malgastado en descubrir esa verdad, aplicable tanto a la democracia como a la
dictadura.
En la primera,
que se sostiene en que todos los hombres son iguales y por consiguiente si uno
tiene derecho a hablar tienen el mismo derecho todos los demás, la aplicación
de ese principio conduce a la algarabía estruendosa de éste PSOE en el que,
como todos hablan y lo hacen al mismo tiempo, no se entiende lo que ninguno diga.
En las
dictaduras ese contratiempo está hace tiempo resuelto: solo habla el dictador y
los demás, que sirven de altavoz a lo que diga el que mande, difunden sus
mismas palabras con tonos diferentes.
Por eso las
dictaduras, y por fin se ha percatado Pedro Sánchez, tienen mayor capacidad que
un partido político para hacer que su mensaje lo capten y asimilen más gente,
más ciudadanos.
La dictadura
perfecta es, pues, la que no tiene a nadie que discrepe de lo que el dictador diga.
La ausencia de
discrepancia es clara evidencia de la solidez de la doctrina social, política, económica, deportiva o
folclórica que la dictadura inspire.
¿Y cómo se
llega a esa unanimidad democrática?
a) Premiando
con suculentos cargos públicos a los que con mayor fidelidad reproduzcan lo que
el Dictador diga, y
b) Condenando a
la miseria económica y social a los insensatos no ya que discrepen, sino que no
aplaudan al dictador con el fervor más entusiasta.
A los que
aplaudan más y mejor se le concederá, además, un butacón perpetuo en la tribuna
presidencial del Bernabeu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario