domingo, 25 de septiembre de 2016

RECTIFICAR LA HISTORIA




Uno lleva ya años resistiendo como gato panza arriba, pero todo en este mundo se acaba excepto la tontería humana y, menos todavía la rayana en la idiotez de los políticos.
Ahora a los de Madrid, que se tienen por los menos tontos de España porque en España  los más listos son los apuntados en las listas del paro que les impide toda actividad, les ha dado por arreglar el problema que tienen con sus calles.
No es que vayan a reasfaltarlas para nivelar hondonadas y colinas, ni siquiera van a limpiar la suciedad con la que solo están satisfechas las ratas.
Le han echado los mandamases (en éste caso la mandamás Carmena) la osadía que requiere resolver el mayor problema al que los madrileños se enfrentan, y que los tiene la mar de disgustados y, por fin, van a cambiar el nombre de las calles.
Se requiere audacia para una empresa de tal calibre porque lo que se pretende al cambiar de nombre las calles, es cambiar, ni más ni menos, que la Historia de España.
No es ninguna iniciativa original porque una similar pero de sentido político contrario ya la hicieron los secuaces de los que todavía conservan sus nombres en el callejero y que sustituyeron a los esbirros a los que derrotaron y que ahora han vuelto al poder.
Porque el poder, ¿qué es al fin y al cabo?

La capacidad de volcar el peso de la autoridad para poner el nombre de los suyos a las calles,  y arrojar a los escombros los letreros cerámicos que formaban los nombres de los que ya no mandan.

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