Ahora sí que se
levantó la persiana que me impedía ver la luz porque, aunque todavía entre
tinieblas que poco a poco me van
permitiendo adivinar que lo que me parecía una mancha en la pared de enfrente
es un viejo desconchón, ya puedo decidir: el PSOE es mi partido.
¿Por qué?
Porque el
Partido Socialista Obrero Español es, como belicista pacífico que soy, el único
especializado en librar guerras en las que no todos pierden: la guerra civil en
la que, aunque una parte de los contendientes pierda, la otra gana para que la
victoria siempre quede en casa.
Porque, ¿qué
sentido tiene pelearse contra el que te es ajeno y que, por serlo, nada tienes que ver con él?
Un suponer:
ahora, Pedro Sánchez y sus partidarios están en plenas hostialidades contra
Susana Diaz y los suyos.
Como adversarios
y contrarios porque serían todos socialistas, al ganar unos perderán otros y el
resultado será satisfactorio por lo menos para una parte de los contendientes y
no para todos.
¿Se imaginan
que, en vez de que unos socialistas pelearan contra la otra parte, todos lo
hicieran contra los del Partido Popular, al que todos los socialistas se la
tienen jurada?
Es cierto que,
si en esa lucha entre adversarios naturales los socialistas ganaran, ganaría
todo el PSOE.
Pero, ¿y si como
es habitual los del PP le ganaran a los socialistas?
Todo el partido
socialista perdería.
Por eso, mi
maestro el estratega chino Tsun Zu y yo aconsejamos que, para ganar una guerra,
es más importante que acertar al escoger
aliados, atinar al escoger al enemigo.
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