Tenía que ser la víspera de San
Miguel, que se hizo famoso por su habilidad para encerrar eternamente en el
infierno a los demonios, cuando ese demonio playero que es Pedro Sánchez pasara
de secretario general del PSOE al infierno de los sin trabajo.
Por mucho que los descreídos se
empeñen en que éste mundo, sus bichos y sus árboles salieron de la nada por
casualidad, uno cree que todo lo que es,
es porque a alguien se le ocurrió que fuera y tenía capacidad para hacerlo
como quería que fuera,
¿Cuánto tiempo lleva el zascandil
que es Pedro Sánchez complicándoles la vida a los españoles con sus travesuras
maliciosas?
¿Por qué le llegó su hora ayer y
no anteayer o pasado mañana?
Dudas que le planteé a San Miguel
cuando esta mañana al afeitarme, como todas las mañanas, lo ví en el espejo.
Como siempre que le pregunto por
qué hizo algo de una manera y no de otra, frunció el ceño, afiló la espada, me
miró de través y agitando nerviosamente las alas, estalló:
“Porque quería daros a los humanos otra
oportunidad de que resolváis entre vosotros vuestros problemas y comprobéis
que, sin la ayuda de los cielos, no sois capaces ni de estornudar”.
Convencido de que poner en duda
lo que los dioses hacen, por qué lo hacen y cuando lo hacen no me convenía, el
Miguel que se estaba afeitando pidió disculpas al Miguel alado del espejo y
mientras ensayaba una sonrisa de disculpas se despidió:
“Bueno, bueno, tú que eres Santo
sabes mejor lo que conviene que yo, que no tengo ni la picardía que hace falta
para ser pecador”.
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