Que nadie
vuelva a decir, o por lo menos que no lo diga en mi presencia, que el español
es un pueblo de gentes indisciplinadas, individualistas, amigos de la
improvisación e incapaces de someterse a las reglas que se les impongan.
¿No son los
diputados a Cortes una muestra representativa de los cuarenta y pico millones
de españoles a los que representan?
O no eran
españoles de los de a de veras, y no representaban al resto de los de su casta y
su mítica indisciplina y su romántico individualismo es un cuento tan falso
como el de Blancanieves y los siete enanitos.
Prueba
irrebatible de que los españoles no son bravos sino mansos y de que están más
capacitados para ser borregos que para ser pastores es el resultado de la
votación para elegir Presidente del Gobierno,
que equivale al pastor que guía a las ovejas.
Ni uno solo de
los 350 borregos apiarados en el redil del Palacio de las Cortes votó en contra
de lo que el pastor les había mandado que votaran.
Borregos
encorbatados y ovejas manicuradas, eso sí, pero que se fían más del que les
mande que de su supuesto instinto que, según la leyenda, mueve a los españoles
a su indisciplinado individualismo.
“Pero”,(ya
salió el aguafiestas que quiere desmontar mi argumento) “los españoles son
personas humanas”.
Los españoles, hay que concederle, son
personas aborregadas o borregos españolizados porque los borregos saben que
obedeciendo al pastor siguen comiendo yerba y los diputados temen que, si
desobedecen al jefe de su partido, se les acaba la plácida vida de la que disfrutan.
Así que el mítico
individualismo y su legendaria indisciplina se acaban en cuanto el gregarismo
les garantice jartarse de comer.
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