Desde hace casi medio siglo, la palabra Patria está devaluada en España
porque, como el maravedí ha sido reemplazado por el euro, el Partido Político
ha prevalecido en la fidelidad de los españoles al sentimiento patriótico.
La Patria Una, Grande y
mimetizada en el hombre que la encarnaba, se ha troceado en patrias múltiples:
la de cada parte que antes componían la única y las que interpretan de manera
discrepante los innumerables partidos políticos.
A la Patria española desaparecida
hace cuarenta años han sucedido tantas patrias como regiones en las que la
antigua se ha fragmentado y, dentro de cada fracción, la interpretación
peculiar que cada partido hace del concepto patria para explotarla en su
provecho.
Así que esa España
pretendidamente Una, Grande y Libre de antes es ahora una España fragmentada, limitada
y doblemente cautiva.
Esa multiplicación de España,
¿favorece a los españoles?
A unos sí y a otros no.
Les va mejor con ésta España de
ahora que con la de antes a los que se han repartido el poder en cada una de
las Españas resultantes de su doble fragmentación (territorial e ideológica).
Y les va peor a los que en la
España Una Grande y Libre de entonces, (y que solo tenían que obedecer al
Caudillo) ahora tienen que demostrar su fidelidad no solo al que mande en su
territorio, sino también al que inspire la ideología de los que manden.
Con la evolución derivada de
aquella confusa época sacralizada como La Transición los que obedecemos tenemos
que ser doblemente obedientes.
Antes de La Transición, solo
teníamos que obedecer al Caudillo que, como su nombre sugería, nunca se
equivocaba.
Ahora tienes que obedecer al que
mande en Madrid, al que mande en la Comunidad autónoma y al que mande en el
Ayuntamiento.
Si, como el antiguo el mando
estatal, regional y municipal no coinciden, estás perdido: al obedecer a uno de
ellos te estás enemistando con su o sus adversarios.
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