Tan
acertado es el consejo que desde el tendido le da el aficionado al torero que
se la está jugando en el ruedo como los que desde la confortable silla de un
plató de televisión sugieren al PP que no deje que se hunda el PSOE.
En
esencia, ese consejo conduciría a que el
principal rival del PP siga para in eternum dándole la tabarra, en vez de
librarse de su amenaza de una vez por todas.
Los
consejeros que así aconsejan creen que eso de la política es como lo que ellos
hacen: se llevan más o menos educadamente la contraria unos a los otros, cobran
y se van juntos a tomar un gin-fizz.
Hasta
los pactos transitorios entre partidos políticos se firman porque cada uno de
los firmantes cree que sus consecuencias serán peores para el contrario.
Por
eso, y si los del PP fueran profesionales fríos de la política y creyeran que
el enemigo sigue siendo una amenaza hasta que esté “cautivo y desarmado”, no caerían
en la trampa de tratar con benevolencia a los socialistas.
Si,
como parece después de que se hubieran tirado entre ellos los trastos a la
cabeza, los socialistas están malheridos, sus adversarios del PP deberían
aprovechar la circunstancia actual para librarse definitivamente de ellos.
Les
bastaría con adelantar lo más posible las terceras elecciones, que serían las
últimas para los socialistas si, esos augures que siempre se equivocan en sus
pronósticos, esta vez no fallan.
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