Visto lo visto,
para adivinar lo que nos queda por ver no hacen falta profetas melenudos ni
echadoras de cartas.
Si lo que vemos
cada día ahora se sigue viendo durante un par de décadas más, el hombre podrá
encuadrarse en dos mitades, no necesariamente equivalentes: la mitad mayoritaria será espectadora de lo
que a la mitad minoritaria se le ocurra hacer o decir.
¿Y de qué
vivirá la mitad mayoritaria? De lo que produzcan las máquinas robotizadas
ideadas por la mitad minoritaria, capaces hasta de armarse por sí mismas.
Ya están
funcionando, aunque en fase experimental todavía, la primera generación
robótica de esos sucedáneos del hombre, que se conocen como ingenios
informáticos.
Cuando se
extienda el uso de la nueva generación ya en fase experimental, la activa
influencia humana en los acontecimientos desaparecerá para dar paso a una
humanidad contemplativa, que ni siquiera tendrá que asombrarse por lo
imprevisto porque todo lo que ocurra ya lo habrán anticipado las máquinas
informáticas.
Ni siquiera
tendrá el hombre del futuro que fatigarse en la antiguamente placentera
ocupación de reproducirse: las máquinas estarán programadas para que
determinen, sin necesidad de darle a un solo botón, qué tipo de individuos
humanos deben suceder a los existentes.
Las máquinas
robóticas determinarán la estatura, el sexo, el color, las aptitudes
artísticas, deportivas, intelectuales y amatorias de las personas que fabriquen,
para que la variedad resultante origine una humanidad equilibrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario