Va ahora y
resulta que el crupier fullero que repartía cartas y dineros entre los fulleros
que apostaban y se llevaban los cuartos va y dice que Mariano Rajoy no
organizaba el cotarro, sino que le dio una patada a la mesa y cerró la timba.
El aguafiestas
que puso fin al auto de fé en el que se esperaba quemar a Mariano Rajoy es
Francisco Correa, del que la cosmopolita policía- prensa españolas utilizó su
apellido para, traducido al alemán, montar la operación Gürtel.
Y es que,
corre el rumor, el tal Correa-Gürtel es un enano infiltrado por el PP para,
simbólicamente, aplastar la tierra que cubre el cadáver político de Pedro
Sánchez, que justificaba su honestidad oponiéndose a la sinvergonzonería
personificada en Mariano Rajoy.
Después de
haber dicho lo que dijo Correa-Gürtel ante los tribunales, ¿qué hacemos con
Rajoy?
¿Cómo va el
pantocrátor Sánchez a justificar ahora lo que dijo sobre Rajoy, sin reconocer
que lo engañaron como a un bobo y que creyó en lo que le convenía porque esa
mentira perjudicaba a Rajoy?
Como
espectador entretenido con ese rifirrafe del noble Sánchez contra el villano
Rajoy, a uno se le ocurre sugerir al descabalgado socialista que, para seguir
cabalgando, culpe a Correa de ser un enano infiltrado en su Gürtel, con el
único propósito de salvar in extremis la vida política de Rajoy.
Y que así
ganemos los sufridos españoles porque, mientras se pelean entre ellos, España
vivirá indefinidamente feliz sin un gobierno capacitado para inventar leyes que
aprieten cada vez más las cadenas de los españoles.
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