Como ya está uno aburrido de tanto leer en
España las mismas opiniones sobre los mismos asuntos, en la larga tarde de ayer
domingo, sin nada en qué pensar y sin nada que decir, me dí un garbeo con
Internet por el ancho mundo de la extranjeria y aterricé en Miami, donde me puse a leer el Miami Herald.
(Hay que advertir que, como uno también ha
estado alli cuando era joven, no perdí el tiempo contemplando el paisaje sino
leyendo la prensa, que es como mejor se entera uno de lo que los que mandan
quieren que crean los que obedezcan).
Y ya puestos, me llamó las atención un
comentario del respetado Michael Kinsley
sobre Donald Trump, ese hombre que da miedo a todos, sin que a nadie haya
tenido todavía ocasión de hacerle daño.
Decía el hombre que lo primero que llama la
atención es que todo el mundo coincida al llamarlo fascista, obviamente el calificativo para referirse no a alguien
adscrito a esa peculiar aberración ideológica, “sino a cualquiera que a uno no
le guste”.
Señala el articulista que todo el que tache
de fascista a otro lo hace porque carece de argumentos sólidos y convincentes
para desprestigiarlo.
Como todo lo que hecho hasta ahora Trump en
su vida ha sido negociar con el gobierno en beneficio de las empresas de las
que era dueño, al cambiar de bando puede que los americanos salgan ganando
porque las empresas tendrán como oponente en las negociaciones a alguien que ha
demostrado ser tan bueno o mejor negociador que ellos.
La más benévola aplicación de fascista a un dirigente
político es la que define al partidario de una alianza de objetivos entre el
Estado y las Corporaciones nacionales, que tenga como consecuencia el dirigismo
social de la población.
Sobre las perspectivas de Trump como presidente de los
Estados Unidos apunta a su convicción de que, como demostró en sus
declaraciones de la renta, fue capaz de pagar legalmente menos de lo que le
hubiera correspondido si hubiera sido otro el contribuyente por su superior
habilidad de librarse legalmente de los pagos.
El nuevo presidente quiere ejercer el cargo para
demostrar a todos y a sí mismo que es más astuto que los demás y lo tienta la
Presidencia de los Estados Unidos por su superior exposición al escrutinio y la
gloria del que lo ejerza.
La política exterior
del Trump presidente norteamericano será un escenario en el que espera
demostrar que, si fue el más listo de los Estados Unidos, será también el más
astuto de los gobernantes del resto del mundo.
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