Hasta al más
cándido de los incautos de este mundo le olería a chamusquina que los amos de
las dos tiendas que se disputan la misma clientela coincidieran en echarle la
culpa de sus escasas ventas al Diccionario de la Real Academia Española de la
Lengua.
Pues eso es lo
que a uno le está pasando éstos días, cuando ve que los mandamases de la UGT y de Comisiones Obreras, en vez de desprestigiar cada uno
a la organización contraria porque compite por atraer clientes de la otra, van
por las calles cogiditos de las manos echándole al gobierno las culpas de sus
males.
¿Será porque es
el Gobierno, al que ambos culpan, la principal fuente de ingresos que a los
dirigentes obreros de UGT y CCOO les permite vivir como Reyes Mida?
De las
innumerables insensateces que se cometieron al montar en España este tinglado
que se llama democracia, la del papel de los sindicatos puede que fuera la más
insensata.
Porque un
sindicato, si es que para algo sirve, es para defender los intereses concretos
de los afiliados que le paguen una cuota periódica, no para que proteja los de
los trabajadores en abstracto, que en muchas ocasiones son contradictorios.
Los afiliados
al sindicato ferrocarrilero de,
supongamos UGT, saldrían perjudicados por la central sindical si, con el mismo
empeño, defendiera los intereses de sus competidores, los del sindicato de
transporte aéreo de UGT.
Así que, si
quieren las dos centrales sindicales mayoritarias que nos creamos que defienden los intereses de sus afiliados, que
no vayan sus dirigentes cogiditos de la mano, sino que se saluden a guantazo
limpio.
Como
corresponde a empresas que compiten por el mismo mercado.
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