lunes, 5 de diciembre de 2016

VIVIR PELIGROSAMWENTE

Podemos y debemos enorgullecernos los españoles por haber conseguido en tan poco tiempo lo que tanto envidiábamos en otros países en los que vivir era una tarea tan excitante como en España monótona.
Uno se fue de aquella España en la que hombre, mujer, mocito o mocita podía andar con las manos en el bolsillo, a pleno día o en tenebrosa noche, por los parajes más inhóspitos urbanos o por los más lúgubres descampados.
Y entraba y salía de ellos, como la luz a través del cristal: sin romperse ni mancharse.
Era la tediosa existencia de un pueblo históricamente aventurero y acostumbrado a vivir peligrosamente, condenado por una opresiva dictadura a no matarse unos a otros como durante siglos lo habían hecho.
Quizás los de fuera de España no eran tan sanguinarios como nos decían, ni los españoles tan apacibles nos parecía porque, gracias a la censura, lo que no se publicaba era como si no hubiera ocurrido.
Pero lo que es  cierto, y las noticias radiotelevisadas y difundidas en periódicos o Internet lo confirman, es que ésta España de ahora ha dejado de parecerse la España de antes para igualarse, o superar, a la sanguinaria población de los envidiados países extranjeros.
Ya somos todos iguales y, si acaso hemos superado a los que antes iban por delante.

Porque en España nos matamos y nos hacemos desaparecer unos a otros tanto o más que en los más adelantados países en lo que se cumplia la recomendación de Gabriele D,Annunzio de vivir peligrosamente.

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