Siempre hemos
andado los andaluces más bien desconcertados
pero de unos días o meses a ésta parte es que ya no sabemos si estamos
más allá o mas para acá.
Exactamente
desde que un acontecimiento que parecía posible es ahora probable y, si los
dioses no ponen remedio, inevitable.
Sus
consecuencias pueden ser más catastróficas que las de un maremoto devastador o
un terremoto asesino porque esas tragedias suelen ocurrir a miles de kilómetros
de Andalucía.
Pero la casi
segura candidatura de Susana Díaz a mandamás de su partido socialista para
acceder (Dios no lo quiera) a mandamás de España y mandar así a todos los
españoles es un presagio cada vez más ineluctable, que quiere decir que no
tiene escape.
Y es que, como
gobernante (no gobernanta, que es ama de llaves) de Andalucía, mi Susana es
difícil de empeorar.
Así que si se
va de Andalucía para irse a Madrid y desde allí gobernar España, va a ser como
dos riadas consecutivas en las que, cuando empiezan a retirarse las aguas de la
primera, sobrevienen las de la segunda para no dejar chozo en pié.
Como nuestra
impuesta lealtad a España es menos equívoca que nuestro orgullo por todo lo
andaluz, todos saldríamos ganando si Susana, hasta que vuelva a vender bragas
(tres piezas por un euro) en el mercado al aire libre, siga donde está.
Además, si la
presidenta de la Junta de Andalucía deja de serlo para ser presidenta de
España, ¿a dónde tendríamos que escaparnos para huir de Susana?
Evidentemente a
Nueva Zelanda por lo menos, lo más lejos posible de Andalucía y de España.
¿A Nueva
Zelanda? Buen cordero. Vamos a preguntar cuando sale el primer vuelo.
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