Alguien que
tiene en el cajón superior de su mesilla de noche un pasaporte expedido por un
legitimado para hacerlo en nombre de la República Española ni se alegra ni
padece porque solo sirva como curiosidad exótica.
¿Le quitaría
una decena de los años que tanto le pesan ya, si en vez de desgobernar en
España esta monarquía de guardarropía lo hiciera una república plebeyizada?
Una monarquía
sin corona sería tan estrafalaria como ésta república monarquizada, así que
¿para qué cambiar lo malo conocido por lo peor ignorado?
Un pueblo
forjado desde hace siglos en la mansa obediencia y la muda sumisión al que
mande lo soporta todo y, por instinto de supervivencia, premia con aplausos a
la tiranía de turno.
Sabio pueblo el
pobre pueblo español: deserta de los que manden solo después de que el que
mandaba haya perdido el mando.
Por eso éste 14
de abril, aniversario de que se proclamara aquella mítica república que tanto
se empecinó en calentar los ánimos para que acabara a guantazos, ansía que
vuelva otra vez una república que abra el camino hacia otra guerra.
Guerra civil,
naturalmente, en la que no todos los que participen pierdan, sino solamente los
derrotados por la parte triunfadora.
“Beging the
beginning”: volver a empezar.
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