Ahora resulta
que Jorge Bergoglio, doblemente infalible por argentino y por papa, ha mandado
a un quisdam italiano para que lo represente en la pantomima etarra de la
entrega de parte de las armas con las que unos asesinos mataron a vascos y
otros españoles.
Ecumenismo del
crimen teatralmente representado se llama eso. Solo faltaron las víctimas o, en
su representación, alguno de los familiares supervivientes a los asesinados.
Si el
argentino Bergoglio se hizo representar no por un obispo vasco ni siquiera
español, sino por un prelado italiano, se infiere que el Papa bendice a los asesinos
que mataron y no a las víctimas que murieron.
Y después se
quejan de que las iglesias españolas—antes abiertas de par en par día y noche—solo
abran ahora en horas de oficina.
Cuando vuelva
a mandar en la Iglesia un papa como los de antes (que perdonaba los pecados después
de que el pecador cumpliera la penitencia) es posible que lo que era vuelva a
ser.
Pero si la
escenificación de la pantomima de la entrega de las inservibles armas etarras
es la norma, la piedra de Pedro sobre la que Iglesia se cimentó se desmoronará,
como los castillos que los niños hacen con arena seca de playa.
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