Ada Colau, esa mujer vulgar y corriente
que mangonea (y cobra por mangonearlo) el ayuntamiento de Barcelona, dice que
va poner en marcha con dineros municipales una funeraria no para ganar dinero,
sino para perderlo.
Estimaciones muy pesimistas calculan
en 350.000 euros anuales los que podría conseguir perder la iniciativa
empresarial de la Colau.
“Pero si logramos gestionarla
aplicando los baremos democráticos que predicamos (que resumimos en que la
opinión del barrendero tiene el mismo valor que la del ingeniero al decidir si
el tornillo debe apretarse haciéndolo girar hacia la derecha o hacia la
izquierda), la rentabilidad ideológica está garantizada”.
Un periodista particularmente ceporro
que no acababa de entender el razonamiento, se extrañó.
¿Y?
“Pues que, mientras los partidos de
derechas quieren que no haya pobres para que, al ser ricos todos los ciudadanos
se afilien a su militancia, los de izquierdas saben que mientras más pobres
haya, más aspirantes a que los defiendan pedirán el carné de afiliados.
Y es que para entender este carajal conocido por política
hay que simplificar lo que se dice, para que lo entienda quien lo oiga:
Los partidos de derechas, que representan
a los ricos, están interesados en que cada vez haya más ricos porque así se multiplica
el número de sus posibles afiliados.
A los partidos de izquierdas, que
quieren representar a los pobres, les interesa que cada vez haya mayor numero
de pobres, y cada vez más empobrecidos, para ampliar imparablemente su
clientela.
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