Una parte sustancial de ésta
malaleche que cada vez afecta a una mayor proporción de la gente de éste mundo
en el que padecemos más que disfrutamos se debe a que la gente ignora tanto el
idioma en que se expresa que, para descansar de las ocho horas que cada día se
pasa sentado como escribiente, lo mandan subir una montaña de ocho mil metros.
Y, para recuperar la normalidad de
aquel período anormal en el que se
obligó a los españoles a vivir sin preocuparse de la política, se les recetó
empacharse de política las 24 horas y pico de cada día.
Y sabemos los que arrieros de la
vida somos que la bestia lleva mejor su paso natural mientras menos veces se le
grite ”arre” para que acelere el paso o “so” para que se pare.
Y el desastre de los desastres es
cuando hay un arriero que manda al burro parar, y otro que quiere que acelere el paso, o que acelere el
paso cuando el arriero titular pretenda que se pare.
Y en ésta recua mal patroneada por
los arrieros de la política española que son los políticos profesionales eso es
lo que pasa. No se entienden.
El titular para obligar a los burros a seguir el paso y
mantener el ritmo de marcha se llama gobierno y el que contradice
sistemáticamente las órdenes del arriero-gobierno responde al nombre de
oposición.
Es el gobierno, como arriero
titular de la recua, el que tiene el derecho y el privilegio de marcar rumbo y
ritmo de marcha, el responsable de la acción.
¿Por qué, entonces el
arriero-oposición del arriero titular que es el gobierno lo tacha permanente de
reaccionario?
Aquí hay que pararse un largo
momento para aclarar la confusión antes
de seguir la marcha y, por lo menos, precisar de un vez por todas que el que se
encarga de estorbar lo que otro quiere hacer es el que se ha ganado que lo
llamen reaccionario.
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