Sea usted un socio cumplidor y
respetuoso de las normas que te imponga al club conocido por Unión Europea para
que, en retribución por tu dócil servilismo te hagan la puñeta.
Pues eso es lo que la Unión
Europea le ha hecho a España al avisar a Inglaterra de que tiene que acordar
con España el futuro de Gibraltar y sus ciudadanos, como parte del acuerdo que
regule las relaciones una vez abandone la Unión.
Y, para complicar más el embolado,
los siempre belicosos ingleses no han tardado ni un minuto en advertir a los
últimamente mansos españoles de que defenderán su posesión gibraltareña por el
método con el que la conquistaron: a cañonazo limpio.
Si los españoles se quieren quedar
con Gibraltar, ha dicho un eminente inglés, Inglaterra mandará sus barcos y sus
soldados para que lo impidan, como hicieron cuando otro país de estirpe
española como Argentina, quiso recuperar su Malvinas, unas islas que los
ingleses conocen por Falklands.
No hay que menospreciar la amenaza
porque, si los belicosos ingleses han
ganado desde hace siglos todos los conflictos internacionales en los que
intervinieron, los españoles los perdieron todos .
Son dos pueblos tan opuestos que
se parecen: mientras los ingleses ganan todas sus guerras contra extranjeros,
los españoles las pierden, y solo ganan las guerras contra otros españoles.
Aunque solo fuera por esa
característica diferencial, los españoles debería evitar una guerra contra los
ingleses, con vencedor inglés fatalmente inevitable.
Pero es que ésta derrota a la que
España estaría predestinada no sería la mayor desgracia porque,¿ y si (cosas
más raras de han visto) son las armas españolas las que en ésta insólita
ocasión, perdieran los ingleses y ganaran los españoles?
De la roca buena para nada
enclavada en un entorno feraz útil para todo viven decenas de miles de
españoles que trabajan en Gibraltar.
¿De qué vivirían los relativamente
pocos que ahora viven en la roca y las decenas de miles de españoles que en la
roca se ganan las habichuelas?
La prudencia aconseja no
precipitarse en la toma de decisiones que alteren lo que hay (el “status quo”,
que dicen los finos).
Si lo malo cambia para peor, mejor
seguir como estamos.
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