Una vez más,
los catalanes demuestran que son los más listos de la España de la que se
quieren separar.
Lo evidencia el documento que se ha filtrado y que detalla cómo se organizará el poder
judicial en la Cataluña de un futuro amenazadoramente cercano.
El pragmatismo
catalán se refleja en su texto: el poder es único e indivisible porque, si no,
es un quiero y no puedo.
Así que, para
que el ejecutivo haga lo que tenga que hacer, se libra de las trabas de cómo
hacerlo y del enjuiciamiento de la oportunidad y conveniencia de hacer lo que hizo.
Al contrario de
los ilusos que pedían “todo el poder para el pueblo”, en la inminente Cataluña
todo el poder será para el gobierno.
El
gobierno que gobierne el que, por su dominio sobre el parlamento ornamental de
la futura Generalitat, ejecute lo que el poder ejecutivo quiera, sin que
interfieran ni el legislativo constituido a su conveniencia ni el judicial
integrado por los jueces y fiscales que al gobierno le convengan.
Será así la
Generalitat el sursum corda, el no va más, el cielo en la tierra: solo al
gobierno le corresponderá hacer lo que el gobierno quiera, sin miedo a que el
propio gobierno, a través de sus sucursales legislativa y judicial, le afeen
que lo que hizo no estuvo bien hecho.
Emisaria de los
tiempos pasados y precursora del tiempo futuro, la Generalitat que el gobierno
de la actual Generalitat está urdiendo añadirá
a la legitimidad democrática de su elección garantizada la eficacia de las
dictaduras impuestas.
Y es que un
pueblo que inventó la butifarra y la barretina es capaz de todo: hasta de
descubrir la dictadura democrática, llamada también democracia dictatorial.
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