España era
diferente porque una parte significativa de sus habitantes padecía necrofobia,
un desajuste psíquico al que ayer puso remedio el Congreso de los Diputados,
cuando instó al gobierno a retirar del Valle de los Caídos el cadáver de
Franco.
No es Franco el
único español que muerto hace más daño a España que vivo: lo antecedió El Cid, aquél mercenario de leyenda que mataba por la paga
que aceptaba de los que lo contrataban para que matara por ellos.
Tan peligroso
fue el Cid para los españoles de hace siglo y pico como lo es Franco ahora
porque los que votaron que lo sacaran
del Valle de los Caidos pretendían lo mismo que Joaquín Costa cuando propuso
“echar doble llave al sepulcro de El Cid”.
Al español
genuino y sin aberraciones que alteren el carácter propio y exclusivo de su
genética lo que lo incomoda es que haya compatriotas que tengan y sean más que
ellos.
Para poner
remedio a esa desigualdad resultante de la disparidad entre los que mandan y
los que obedecen, hay dos caminos:
a) que los que
tienen menos tengan más porque trabajen y se esfuercen tanto como los qaue
sobresalieron, o
b) culpar a la
malicia de los que tienen más de haberse aprovechado de la cándida inocencia de
los que menos tienen.
La historia, en
fin, de la raza española: los que tienen lo tienen porque han robado a los que
ahora no tienen lo que antes tenían.
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