Esta tierra mía
es la más sabia de España porque en la británica roca de Gibraltar se
guarecieron los últimos neandertales del continente cuando ya los invasores
homo sapiens señoreaban todo lo demás, después de haberse ventilado a los
habitantes previos.
El
malamente conocido por homo sapiens
apareció por la península unos 65.000 después que los neandertales.
Después de que
los recién llegados se cargaron a los que llegaron antes que ellos a España,
los españoles de ahora son, hasta los tontos, homo sapiens, pero con teléfono
móvil.
Menos en el
caso de los moros que subieron de Sur a Norte de España, todos los invasores
han llegado del Norte al sur, hasta los turistas actuales.
Todos no porque
hubo una excepción y puede que pronto haya otra:
La de 1982, cuando
las hordas capitaneadas por Felipe González tomaron Madrid, dejó en la capital
y en el resto de España una herencia espectacular aunque pasajera: los
españoles se pusieron como locos a bailar sevillanas.
¿Qué aportación
sureña-sevillana arrastrará como cola de bata flamenca Susana cuando, y si
llega a Madrid?
Porque el
sistema clientelar de la política, que los romanos inventaron y los andaluces
socialistas han perfeccionado, ya se aplica desde Cataluña a Murcia, Valencia o
en el propio Madrid.
Somos muchos los
andaluces a los que nos intriga cual será la aportación reseñable de Susana
al imparable deterioro de España.
Dos
sentimientos opuestos luchan enconadamente en el interior de nuestras
atribuladas almas:
a) que toda
España acabe pareciéndose a Andalucía
b) que
Andalucía se parezca a España porque sus ocho provincias empiecen a pugnar unas
contra las otras, como las autonomías españoles pelean entre ellas contra el
gobierno de Madrid.
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