La condena de
la casta, esa asociación intima en la que un individuo se siente integrado en
la cadena irrompible que lo enlaza con sus mayores y sus descendientes,
fundamenta el ideario de Pablo Iglesias, el imán de Podemos.
¿Está obligado
el fundador de una doctrina a predicar con el ejemplo, a no transgredir las
normas que predica?
En éste caso,
y por lo que he visto en un vídeo, no.
Aparecía en
las imágenes una chiquilla vivaracha y encantadora que, cuando se bañaba despreocupadamente
en la playa, acude solícita a la llamada de una voz masculina para que se
someta a un interrogatorio al que su inocente voz responde sin necesidad de
meditar sus respuestas.
Nos enteramos
así que la encantadora niña sabe qué es Podemos, quienes son sus dirigentes y
termina con un inocente “viva” a la formación de Pablo Iglesias.
Ni los
brillantes adoctrinados del Frente de Juventudes de tan nefasta memoria
asimilaban con tanto desparpajo como la niña del video la doctrina de Podemos.
Pobres niños de entonces y de ahora.
Se merecen una infancia feliz y despreocupada
hasta que, ya adultos, la experiencia propia desemboque en el descubrimiento de
la mentira.
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