miércoles, 28 de junio de 2017

LA TIRANIA



Si no son miles, son millones las definiciones que han pretendido explicar qué es poder.
Nadie se pone de acuerdo, porque esa capacidad que el hombre tiene para hacer lo que le da la gana la fragmentan: poder comer, poder irse de vacaciones, poder legislativo, poder defraudar a hacienda…
Y es que cuando al poder se le ponen límites pasa a ser un quiero y no puedo.
¿Tiene límites el poder? Solo el que se autoimponga el que lo ejerza porque, si cede parte de su poder por presión de los obligados a obedecerlo, más temprano que tarde obedecerá a los que antes lo obedecían.
¿Tiene límites éticos la defensa del poder, como pretenden los obligados a obedecer?
No. Si el poder se fragmenta acaba desmoronándose como un terrón de tierra seca.
Pero, poder absoluto es tiranía.
Pues apliquemos la recomendación del Padre Juan de Mariana en su “de rege et regis institutione” un texto en el que proclamaba que “no hay sacrificio más grato a Dios que el de la muerte de un tirano”.
Hay que aclarar, naturalmente, que no llamaba tirano al Rey de España que lo subvencionaba sino al de Francia que se las tenía juradas a su colega español.
Del Padre Mariana a estos tiempos en los que vivimos ahora han pasado siglos, y se nota.
A los tiranos de ahora no hay que matarlos, sino dejarlos de votar.
Gracias a eso, en la democracia no hay tiranos sino presidentes de gobierno que, casi siempre, son la misma cosa.

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