En aquellos
tiempos pretéritos se enseñaba la teoría del periodismo corregida
posteriormente por su práctica que, cada día, requiere revisión.
Por ejemplo:
se elevaban la categoría social y los ingresos salariales de los periodistas
con los del notario porque, se instaba a los estudiantes de periodismo a que
fuéramos “notarios de la actualidad”.
Años más
tarde, cuando ya me pagaba con mi trabajo mi sandwich de tuna fish, mi maestro
Celso Collazo me enseñó en la practica la falacia de la neutralidad.
No sé por que,
seria por la costumbre que crea hábito, los Estados Unidos y México ya
se remangaban para meterse mano por alguna discrepancia que solo podría
solventarse a tiros.
Yo había
estado siguiendo esa controversia y, una noche, Collazo me encargó que la
desarrollara y actualizara con una información extensa.
Como las
órdenes no se discuten, la cumplí y transmití antes de que Collazo saliera de
su despacho y entregara un texto al teletipista para su transmisión.
Cortó el papel
del texto que había enviado y me lo dio a leer: era el resumen de un editorial
de The New York Times en el que se informaba de contactos entre los dos
gobiernos que vaticinaban un acuerdo que resolviera el problema.
“Mañana verás
en los controles de publicación que tu información la publican todos los
periódicos de México y la mía ninguno. El lector es masoquista”.
Asi fue. Por
eso Celso Collazo fue mi maestro y no lo fueron los profesores de la Escuela de
Periodismo.
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