Como reputada humanista que lo es,
todo lo que inquiete al ser humano, y
sobre todo si es de Madrid, preocupa a la alcaldesa Manuela Carmena.
Llevaba un temporada
cariacontecida y meditabunda, y los madrileños que hacen suyos los sentimientos
de Carmena, se preguntaban angustiados: “¿Qué le pasa a Carmena, qué tendrá la
alcaldesa”?
Y por fin se ha desvelado el
misterio.
A la alcaldesa la tiene sin vivir
en ella la anómala situación de los gatos porque, aparte de que los habitantes
de Madrid se llamen a sí mismos gatos, nada de los que les preocupe a sus alcaldados le es indiferente a la
alcaldesa Carmena.
Hoy, por fin, ha quedado aclarado
que viajar en primera y no en turista le permitió a la alcaldesa desmenuzar los intrincados vericuetos
necesarios para poner remedio a una situación acuciante: la de los gatos de
Madrid.
Como casi todos los no madrileños
saben y todos los madrileños se enorgullecen de proclama, los habitantes de
Madrid se llaman a si mismos “gatos”.
¿Y qué les ocurre a los gatos de
hoy que no los ocurría a los de ayer?
Pues que, por culpa de los
inventos modernos como los frigoríficos y los envases de plástico, los gatos
han dejado de ser el complemento indispensable en los hogares para impedir a
los ratones que robaran a los hombres la comida.
Desplazados de su valiosa
aportación al bienestar del hombre, los gatos de Madrid han evolucionado de
auxiliar humano a estorbo para el hombre.
Innecesarios en los hogares, se
agrupan y concentran en solares apartados y en callejones no transitados.
Como dejaron de ser útiles,
estorban a medida que el crece el número de gatos sin oficio ni beneficio para
el hombre.
En su viaje transatlántico.
Carmena decidió la solución:
Se destinarán, y así lo ha hecho
ya, 870.000 euros para solucionar el conflicto.
Una gata preñada pare, por término
medio, siete u ocho gatitos. Así que parte de ese dinero se destinara a
anticonceptivos gatunos para que reducido el numero de gatos, el problema
aminore.
Por supuesto, se descarta
estimular el número de perros, antiguamente los principales enemigos de los
gatos porque, con tanta peluquería y tantas boutiques de ropas para perro, se
han amariconado.
¿Y con parte de esos 870.000
euros, no se podrian construir un par de hornos crematorios, como los nazis
hicieron para librarse los judios a los que llegaron a considerar tan molestos
para los arios como los gatos lo son apara los madrileños?
No. Porque se podría caer en la
tentación de hacer lo mismo que con los gatos con los que incomodan a los
amigos de Carmena, aunque sean tan molestos a los de la raza podemita como los
gatos lo son ya para los madrileños.
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