Son estos navarros de ahora la esperanza
perdida de los españoles de siempre, porque todos los españoles aspirábamos a
ser lo que los navarros eran.
Si en el
futuro los navarros consiguieran rebajarse a la mediocridad de los demás
españoles, ¿para qué necesitaremos a los navarros?
Un mal viento
de la historia ha conseguido que a los indómitos navarros les haya dado el
volunto de dejar de ser ejemplo de los demás españoles para ser sucedáneos de
los españoles.
Recién
comulgados, aquellos navarros de antes, tocados con sus chapelas tolosarras
rojas, mataban y morían por su dios, su patria y su rey.
Eran las tres
banderas que a los navarros los hacían distintos de los demás españoles y sus
fueros eran el documento que certificaba esa diferencia.
Si abandonan
su noble lealtad al rey, le dan la espalda a Dios y devalúan la Patria
trocándola por la república, ¿qué escurridura de navarros queda de los navarros
de siempre?
Se diluiría la
savia Navarra en el detritus del sumidero general.
Al dejar de ser los navarros como los
españoles quisiéramos haber sido, también perderemos los demás españoles,
porque nos quedaremos sin referentes para mejorar.
Como humilde
andaluz que esperaba prosperar para ser navarro, les advierto con lealtad.
En el cajón
superior de la mesilla de noche a la derecha de mi cama guardo olvidado un
pasaporte de la República Española, firmado por el legítimo representante de la
República cuando todavía no había sido desplazado por el representante de la
Monarquía actualmente reinante.
Me sirve para
tanto como ese reloj descatalogado o el antihistamínico caducado.
Estorbos, al
fin y al cabo.
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