Repulsa es, en la segunda acepción del
Diccionario de la Academia Española la repugnancia que provoca el olor, sabor o
visión de algo.
Es, pues, un
sentimiento relacionado íntimamente con quien lo experimente.
Un suponer:
los excrementos ajenos no provocan repugnancia al coprófago, ni el asno aprecia
el meloso dulzor de la miel.
Y referente a
las personas humanas, o por lo menos a los que su apariencia externa inducen a
creer que lo son, pasa lo mismo.
Un
verbigracia: los pastoreados por Pablo Iglesias en la piara de Podemos.
Aunque
embutidos en caras indumentarias que tan cumplidamente imitan los harapos,
podrían pasar por personas humanas y hasta las palabras sueltas con las que
expresan su ira endémica podrían inducir a confundirlos con ellas.
Pero,¿y
cuando unen una palabra con otras?
Es en ese
caso cuando revelan su condición y parecen lo que son: ladran y aúllan para
atemorizar a los jinetes que persiguen.
¿Son los de
Podemos un caso claro de la involución de la especie, que reconvierte en fiera
a la fiera humanizada que es el hombre?
¿Los irá
amansando paulatinamente la carne que engullen después de arrancarla a
dentelladas de sus presas en fuga?
¿Se limitan a
despedazar a los que no son como ellos son, o además les contagian su rabia a
los que muerden?
El tiempo lo
dirá: puede que el estómago saciado aburguese a la famélica legión podemita o
que, cuando hayan devorado a los que no son como ellos, se líen a mordiscos
entre ellos mismos.
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