Si la abundancia de
publicidad fuera el baremo de la pujanza
de un negocio, el más próspero de nuestros tiempos sería el de las ONG.
No sé si esos tan frecuentes
anuncios con los que las Organizaciones No Gubernamentales son pagados o los
medios de comunicación lo hacen gratis.
Pero me consta que, si el objetivo
del anunciador es ganar dinero, algo
sacarán en limpio los anunciadores de las ONGs.
Tiene tufo claro de que la antigua
caridad disfrazada ahora de solidaridad es una martingala con la que una legión
de solidarios se están poniendo las botas, con el pretexto de calzar los pies
desnudos de los menesterosos.
¿Por qué buscan tan lejos a los
que precisan ayuda? ¿Es que en sus países y ciudades atan los perros con
longanizas?
Es curioso pero, mientras de más
dinero y otros medios disponen los solidarios europeos, más emigrantes
extraeuropeos intentan llegar a Europa.
Lógicamente, mientras más
publicidad genere el rescate de emigrantes en peligro, más se ablanda el
corazón de los que disponen de medios para evitarlo.
Además de los dirigentes y de los
empleados de las ONGs, ¿a quien beneficia esta invasión protegida de pobres
hacia los paises ricos?
A las empresas que se surten de
mano de obra más barata que la de los ciudadanos de los países en las que están
instaladas y a los que les venden lo que, ya en Europa, tienen que comprar y
consumir los pobres recién llegados.
Y a los gobiernos sucesores de
aquellos gobiernos que se apresuraron a conceder la independencia a los países
de donde proceden los emigrantes de ahora, que eran antes sus colonias.
Las siguen colonizando ahora, pero
a menor precio que cuando eran los colonizadores porque siguen aprovechando sus
materias primas y colocando allí sus excedentes de producción.
Gobiernos de países que dejaron de ser colonialistas, aunque
sigan explotando las riquezas y la mano de obra de sus colonias.
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