“Me gustaría ser el primer
presidente que le da al uso del catalán, el gallego y el euskera, la misma
importancia que al del castellano”.
Y menos mal que Pedro Sanchez, que ha vuelto a ser lo
que ya antes había sido, condiciona el cumplimiento de esa amenaza al poco
probable hecho de que lo hagan presidente del gobierno.
¿Se imaginan?
Aunque, más o menos,(la excepción
parcial es la de Cataluña), todos los españoles nos desentendemos ahora en el
mismo idioma, ¿qué cotorreo va a ser cuando al reclamo de un gallego le
conteste en catalán con acento andaluz otra cotorra de, por ejemplo, Alcalá de
los Gazules?
Cuando esa misma circunstancia se
dio en los remotos tiempos postdiluvianos de la torre de Babel, como la gente
no entendía ni siquiera lo que su propia
boca había dicho, todos salieron de naja cada uno por su lado para evitar
liarse a guantazos.
En menudo trilema nos va a meter
la nueva ocurrencia de Sánchez.
a) ¿Nos volvemos a liar a
guantazos una vez más para que los que pierdan dejen de cantar La Internacional
para cantar el Cara al Sol?
b) ¿Emigramos a los paises moros
y africanos que se han vaciado de población porque sus naturales se han venido
a España y al resto de Europa?
c)Sustituimos el negocio del
turismo por el de las academias de idiomas para que los catalanes aprendan a
hablar castellano y los castellanos sepan entenderse en euskara?
O, como parece más prudente, ¿le
hacemos el mismo caso a lo que diga Sanchez que al rumor de las aguas
saltarinas de un arroyo, al deslizarse entre peñascos?
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