Me contaba un
viajo amigo, hijo de la suegra del irrepetible Mingote, que su madre solía
sentenciar: “siempre vive de ilusiones el tonto de los cojones”.
Y en esas
andamos ahora, tal como venimos andando desde aquella aciaga madrugada otoñal
en la que hubo que pensar en buscarle sucesor al que durante tantos años se
había sucedido a sí mismo.
Es ésta que
llevamos luchando una lucha periódicamente repetida desde que se fue el que siempre estaba, el que se
sucedía a sí mismo y cuya sucesión por otro no se planteó hasta que llevaba mandando
un cuarto de siglo.
Va ya para 50 años de su muerte en los que los españoles gastan la mitad de sus vidas quejándose del
que manda y la otra mitad anhelando que lo suceda otro, que después descubrirán
que es peor que el anterior.
Inútil
ejercicio para un pueblo que, como el español, ha sido sistemáticamente
entrenado para confiar a otros tanto la
salvación de sus almas como la alimentación de sus cuerpos desde el primer
aliento hasta el último suspiro.
A un pueblo así,
acostumbrado a obedecer al que los mande desde que fue considerado pueblo distinto, pretenden que se
autogobierne.
“… siempre vive
de ilusiones…. “
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