La gente
profesionalmente ociosa, como somos los españoles, tenemos más que justificado
que se nos pueda aplicar aquella sentencia del Evangelista Mateo, que antes de
meterse a Santo, era funcionario de Hacienda: “de la abundancia del corazón habla la boca”.
Y es que aquí no
dejamos de hablar de la democracia, un concepto tan ambiguo como “cosa”, que
sirve tanto para un roto como para un descosido.
Los españoles
hablamos preferentemente de lo que ignoramos porque la ignorancia general
garantiza que sea posible cualquier sinsentido de que se nos ocurra.
Por ejemplo, del número de españoles que, administrando el
fruto del trabajo de otros españoles como empleados del Estado, viven la mar de
bien sin aportar nada de provecho al bienestar general.
En concreto, la
controversia es: ¿hay en España demasiada gente que vive de sueldos que el
Estado les paga, o todavía hacen falta más empleados del Estado para que el
auxilio estatal llegue a más españoles y con más puntualidad?
Como todo de lo que
se hable hoy es difícilmente entendible si no se hace en términos político-
ideológicos, los que quieren más estado y más empleados del estado suelen ser
los de izquierdas, los rojos en sus distintas tonalidades.
¿Y la derecha, qué
pretende? Limitar a lo imprescindible la intromisión del estado en asuntos y
problemas de la sociedad, reconociendo la capacidad de cada individuo para
identificar sus necesidades o deseos y la manera de lograrlos, respetando iguales derechos de
los demás.
¿Cómo los ácratas
llamados anarquistas?
Exacto, Los que, por
su devoción a la libertad individual, representan la más pura ideología de
derechas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario