Aquí lo que
hace falta es que los españoles hagan lo que su buen criterio les aconseje para
resolver sus problemas personales, sin fiarse del falso profeta de turno que
promete arreglárselos.
Tres mil años
llevan los españoles confiando en que algún charlatán los va a sacar de apuros,
sin que tenga que hacer nada más que seguirlo.
El resultado
siempre fue que el profeta satisfizo su propia ansia de mandar y que la gente
quedó tan defraudada que cayó arrobada
en los brazos del profeta siguiente.
La Historia de
España es el relato ininterrumpido de victorias del mandamás de turno y de
miserias simultáneas del pueblo al que le tocó obedecerlo.
Hasta cuando
España y el mundo tenían las mismas fronteras y los que obedecían al rey que no
dejaba de expandir sus dominios ni de aumentar sus riquezas, los españoles se
quejaban de que padecían hambre.
Si tanto en
una nación rica como en una pobre los españoles han tenido razones para el
descontento, ¿qué deberían hacer?
Desconfiar en
todo el que prometa que, en este tiempo en el que al poder se accede si has
conseguido mas votantes que el adversario, se acordara del que lo haya votado
cuando gobierne.
Y, al mismo
tiempo, no plantearte objetivos que no seas capaz de alcanzar sin ayuda de
nadie y hasta con la oposición de otros.
Valerse cada
uno por si mismo y si se establecen alianzas con otros, que duren el tiempo estrictamente
necesario para alcanzar la meta común.
No hay comentarios:
Publicar un comentario