Uno, que es más
viejo que el pecado, ha visto de todo. O de casi todo, O casi de todo.
Pero no por eso,
si tuviera la voluntad de levantarme tres o cuatro horas antes de la hora a la
que me levanto, y contemplara cómo la oscura noche se tiñe de cárdeno paulatinamente
por el este, hasta que radiante y soberbio de empine el sol, diría: “hay que
ver”.
Como el inicio
de la dieta que todos los que no la necesitan recomiendan, o como el
peripatetismo circular para no ir a ninguna parte, dejemos para otros el
sublime gozo de presenciar las amanecidas.
(Uno prefiere
maravillarse de los ocasos más que de los ortos, porque no hay que madrugar y la
laxitud que sobreviene después de todo un dia despierto induce al sueño).
--Pero, oiga
usted, que nacemos para soportar con alegría y mansedumbre los sinsabores de la
vida y disfrutar de la paz y la tranquilidad al morir con la conciencia
tranquila. Usted lo que quiere es gozar en vida de lo que nos espera despues de
la muerte.
--Es que, como
soy tonto…
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