Anda la gente tan alborotada porque no llueve que, como
aquel Cicerón al que tanta sabiduría le achacan, no sabe qué decisión adoptar
ni qué hacer.
--“Pues que hagan”—medió el viejo sabihondo—“lo que se
hacia en tiempos de Franco, antes de que el Caudillo inventara los pantanos”.
Y, ¿qué hacia la gente?
--Pues se echaba unas rogativas bien concurridas y, antes
de que hubieran vuelto al dintel de sus
casas, ya estaba lloviendo.
--Y, eso que era?
--Pues que cuando la sequia duraba tanto que no podías ni
escupir, el cura convocaba a los feligreses de secano obligatorio a una
concentración masiva para que, en doble fila por las dos aceras de las calles
del pueblo, a la amanecida, rogaran a Dios que lloviera.
--¿Y llovia?
--Llovia dos o tres días después de la rogativa y,
naturalmente, ya no llovia más hasta que el cura los convocara a todos para la
siguiente.
Ahora, sin embargo, eso dicen que ya no sirve porque desde
que el hombre se puso a corregir a la naturaleza embalsando agua en pantanazos,
cuando le piden a Dios que llueva oyen en sus conciencias una sutil réplica:
“¿no os gusto la tierra como la hice? Pues ahora a chincharse”.
--Y si mientras haya pantanos no llueve, ¿los rompemos y
volvemos a las rogativas?
--Eso, o mandarlo a Instagram que, aunque el problema no se
resuelva, todo el mundo se entera de que lo tienes.
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