Lo de morirse es una manía que las personas tienen desde que
el primer hombre (mujer o anfibio) llegó a cuarenta años de edad, chispa más o
menos.
Hay opiniones para
todos los gustos sobre qué hacían los que sobrevivían al muerto con el cadáver
del difunto.
Pero había casos en
los que hasta se lo comían, como simbólicamente hacen desde hace dos mil años,
más o menos, los que confían en que todo el que muere resucita tiempo después.
(No han aclarado
los que confían en la resurrección de los muertos si la parte comida y
asimilada por un caníbal le corresponde en propiedad al devorado o al devorador).
Asunto como el de
las postrimerías de hombre (qué pasa con lo que resta de lo que fué y no es) es
poco grato de tratar porque hay hasta quien asegura que tiene mal fario.
¿Y al que se le
ocurra desenterrar a un muerto que lleva años enterrado en un lugar para llevar
sus restos para reenterrarlo en otro
sitio?
Pues, como todos
somos diferentes porque nadie es igual que otro, que sus restos, cuando las
vida le falte, descansen en paz y sin miedo a que los lleven de un lugar a otro.
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