Se les podrá acusar de ventajistas, pero no de embusteros.
Como es inevitable me
refiero a los políticos catalanes catalanistas, que hasta cuando hablan sonámbulos
no dejan de hablar de trocear España para salirse de ella.
Y no se les puede
acusar de traición porque proclaman abiertamente que, como patriotas de su
propia Patria, luchan contra la que sienten ajena.
Ese es el
intríngulis del enredo hispanocatalán que, como todos en los que los limpios
ideales se sirven en costrosa vajilla enmohecida de restos podridos, tiene mal
arreglo.
Hay ocasiones en las
que, si no inevitable, es irresistible la tentación de romper los platos.
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