Anda el recién estrenado gobierno de España en tratativas
con representantes mundiales del negocio inmobiliario para determinar si
alquila o compra un lugar idóneo para celebrar los consejos de ministros.
“Lo que buscamos”—puntualizó
un indiscreto informante oficioso—“es un lugar techado, preferiblemente en zona
urbana, en el que puedan tener acomodo hasta un ciento de personas con sus
consejeros y achichincles correspondientes”.
Se le pidieron
precisiones más precisas sobre lo que buscaba y admitió que, si los planes
gubernamentales se hicieran realidad, “lo ideal sería que pudiera albergar en
un futuro próximo hasta 60 millones de personas”.
Dio precisiones: “Pues
verá usted: como nuestra convicción ideològica la sustenta el objetivo de igualdad,
solo lo alcanzaremos si todos los españoles somos iguales, así que no pararemos
hasta que todos los españoles seamos ministros”.
Descartó con un
displicente movimiento de la mano (izquierda, naturalmente) la dificultad que
entrañaba el proyecto, una de las cuales sería acondicionar servicios adecuados
para que evacuaran sus residuos orgánicos (para que cagaran y mearan) los que habrían
de reunirse.
--“Coño”, se sacudió con un displicente
manotazo la objeción, “pues que se meen y se caguen en España, como hacemos nosotros.
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