Boqueaba ya su larga vida de meditación cuando un filósofo
le transmitió a un discípulo sus
conclusiones sobre el ser, el parecer, la verdad, la “inverdad” (todas las
mentiras en sus infinitas categorías), la esencia y la apariencia.
--Lo que no es, no
puede ser.
Y el discípulo, después
de toda su propia vida meditando el significado del mensaje del maestro, avisó al
ya casi anciano que desde niño lo había servido y acompañado: “no es posible lo
imposible”.
¿Y qué?
Pues que desde que
el hombre articuló su primer sonido (algo parecido a “aggjóo”) lo que habla siempre
lo ha empleado para que lo obedezca el que lo escuche.
--¿Y si, ni así
consigue lo que quiere?
--Pues entonces acompaña la dialéctica con la promesa, de la
que pasa a la amenaza si tampoco lo logra.
-- ¿Y si ni así?
--Pues entonces, se olvida de hablar y le endiña una paliza para
que el otro haga por la fuerza lo que se negó a hacer antes de que le aplicaran
el definitivo argumento de persuasión.
--Pero, qué barbaridad…la
fuerza es antidemocrática.
--Y el dia después
del lunes es martes.
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