sábado, 29 de noviembre de 2008

ROMANCE DE JUAN, DE SU MADRE Y DE LA FLOR

Mi nieto Juan no había cumplido todavía cuatro años cuando me regaló uno de los momentos más gratificantes de mi abuelez.
Lo había acompañado a que diera unos bastonazos en el club de golf de Lisboa y, de pronto, lo vi rodeado por media docena de viejos socios del club que elogiaban su buen estilo, la concentración de su empeño y la acertada dirección que imprimía a las bolas.
Como si aquella miniatura de golfista fuera ya todo un campeón.




¿Es su mundo una pelota,
o todo su mundo es juego
y el balón solo un avío
de su perpetuo recreo?
Cruza incansable el jardín
detrás del juguete esférico
mientras su madre, en un banco,
administra sus esfuerzos.
Juan no escucha, pero oye
sus perentorios consejos.
En una orilla del parque
ha sembrado el jardinero
amapolas, margaritas
geranios y pensamientos.
La breve mano de Juan,
con un torpe movimiento,
corta el tallo de una flor
y, como siempre, corriendo,
se echa en brazos de su madre
y se la da, con un beso.


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viernes, 28 de noviembre de 2008

EL ENEMIGO NECESARIO

La madrugada del 10 de Noviembre de 1989, al derrumbarse el muro de Berlin, sepultó en sus escombros el precario equilibrio entre las dos mitades en las que el mundo se había escindido tras la guerra que acabó en 1945.
Al este de la frontera del muro se quedaron sin el miedo al imperialismo capitalista y a su pujanza económica, con la que pretendía sobornar las voluntades de la ideología comunista, empecinada en sacrificar la libertad en favor de la igualdad.
Al oeste del muro, su caída significó la derrota del expansionismo revolucionario comunista, contra cuyo contagio se habían inspirado las alianzas económicas y militares de los países con regímenes políticos de democracias parlamentarias.
Cada una de las dos mitades del mundo tenía en la otra un enemigo identificado, geográficamente localizado, de capacidad militar equivalente y con el objetivo común y opuesto de derrotar al contrario.
Con el muro cayó, a ambos lados, el enemigo que todos precisaban para explicar su identidad diferenciada, al menos por contraste.
Y es que, a pesar de todas las condenas teológicas, el ser humano que vive a oriente u occidente de donde el muro servía de frontera, sigue creyendo en lo que predicaba el sabio persa Manes.
El alma del ser humano, decía Manes hace 1900 años, es creación de Dios y el cuerpo del Diablo. La lucha entre esos dos poderes supremos se perpetuará hasta que uno venza al contrario y se apodere del ser humano en su totalidad.
El mundo, como sus habitantes, necesita un enemigo contra el que proseguir la lucha perpetua que es la vida.
El muro, al derrumbarse, dejó sin enemigo a todos y, por lo tanto, perplejos y desconcertados. Hay que buscar y encontrar un enemigo que lo sustituya.
Sería prudente seguir el consejo de Sun Tzu en su obra “El arte de la guerra” de hace 2.500 años: “Si no puedes evitar la guerra, identifica antes a tu enemigo”.
Los primeros seres humanos que parecen haberlo encontrado son los musulmanes.
Sus enemigos son los que no admiten que Dios es único, que todo el poder es Suyo, que hay que someterse sin condiciones ni reservas a ese poder y que Mohamed es el profeta de Dios.
Con los enemigos, los creyentes no pueden transigir ni hacer pactos que impliquen la menor renuncia a los principios de su fé.
En Chechenia o Bombay, quien discrepe del Islam es enemigo del Islam.
Fácil le han puesto los mahometanos a los, para ellos infieles, identificar a su enemigo.
Si no lo han hecho ya es porque no les conviene admitir la evidencia del derribo suicida de las Torres Gemelas, las bombas de Atocha, los explosivos del subterráneo de Londres, el camión contra los gendarmes de Kabila, la ocupación de la escuela de Beslan o el derribo de dos aviones rusos de pasajeros.
Casi todos los enfrentamientos armados que hoy asolan al mundo tienen como beligerantes a radicales islámicos empeñados en imponer la pureza de su creencia.
Los combatientes del Islam se enfrentan tanto a antiguos capitalistas del lado occidental del muro como a ex comunistas de la parte oriental. Todos, sin otra discriminación que la de no ser correligionarios, son sus enemigos.
Los que rechazan un tratamiento recíproco son los ciegos peores. Los que no quieren ver.

jueves, 27 de noviembre de 2008

ALANCEADOR DE MOROS MUERTOS

A quienes nos desconcierta el escarnio soez con que ahora tratan cuestiones de las que hablaban con respeto hasta los más indeseables de antaño, nos amenaza la perplejidad crónica.
Puede que sea un desorden natural de la edad provecta y que, desde que el hombre aprendió a encubrir con la palabra su pensamiento, afecte a quienes contemplen el presente desde el pretérito.
Una manifestación lógica, diría un sociólogo naturalmente argentino, de la brecha generacional.
Será por eso pero, por muy normal que sea la causa de mi perplejidad, yo sigo perplejo.
La intensidad del desconcierto no es uniforme ni, para hablar fino, isócrona. Hay ocasiones en que se exacerba y galopa como un potro en celo.
Esos episodios de perplejidad desbocada, lo he comprobado, obedecen a estímulos externos, ajenos al cadencioso funcionamiento de mi desgastado organismo.
Agarremos al bovino por las astas, que es como un porteño debería decir “cojamos al toro por los cuernos”:
Hay un programa de televisión en la sexta cadena que dirige un gracioso que a sus deudos debe hacerles mucha gracia y en el que, accidentalmente, caí la otra tarde.
Mereció la pena porque la partenaire que, sin disimular su meritoria condescendencia, aguantaba la mala uva de las gracias del gracioso, es un rotundo portento.
El ataque de perplejidad me lo provocó la parodia que escenificaron de Franco, muerto hace 23 años de muerte natural, asistida por un numeroso equipo médico, pero todavía Jefe del Estado.
No era la ramplonería de la parodia, con ser mucha, la causa de mi perplejidad, sino la bravuconería de los comentarios del gracioso, que parecía un perdonavidas al que debiera el parodiado el favor de haber muerto en el poder.
Nada parecido al valor elegante con que se ponderaba la gallardía como virtud, en mis tiempos, ni a la nobleza obligada para con el enemigo incapaz de defenderse, ni siquiera al orgulloso mutismo ante el adversario vencido.
Era la patética baladronada del desafío del ratón al cadáver del gato.
Recuperada en parte la ponderación, tras el agudo ataque de perplejidad al que me indujo el programa, una súbita revelación entreabrió las puertas de mi esperanza.
La tan denostada asignatura de Educación para la Ciudadanía remediaría el mal y encauzaría los bajos instintos del ser humano para que dejara en paz a los muertos, no se ensañe con el vencido y dé siempre una justa oportunidad de defenderse al adversario.
Pero el ánimo del anciano es voluble como la grácil pluma que agita el viento y, sin transición, puede pasar de la esperanza a la suspicacia.
¿Y si el gracioso del programa ya hubiera cursado esa asignatura y la hubiera superado con nota sobresaliente?
Por si acaso, mejor sería buscar un país en el que se deje a los muertos descansar en paz porque, en este, lo más que les espera es el “vae victis” del galo Breno a los romanos vencidos.
Armando Morcillo, en un amable comentario desde Moscú a mi pieza de hace un par de días titulada “Torturas de Yezhov”, hablaba de “la escasa actitud crítica ante Stalin y el régimen de la época” por parte de los rusos de ahora. Recuperé la esperanza:
Si no fuera porque aquí hace tanta falta, le sugeriré a mi admirado comunicante que se lleve a hibernar allí al gracioso de la sexta, para que los cándidos rusos aprendan de su caballerosa nobleza.
Claro que, como mientras Franco vivió, a lo mejor al gracioso le conviene más residir en Cheyenne.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

MAREJADILLA LUSITANA

La moderada marejadilla política que desde hace una semana ameniza la circunspección de nuestros vecinos portugueses concernidos por la política amaina, pero no cesa.
La agitación ha sido casi imperceptible porque el talante de os nossos vizinhos es un poco flemático y un mucho taciturno pero, definitivamente, poco propenso a sacar los pies del tiesto.
La siempre moderada discusión política portuguesa acusa ya las tensiones iniciales previas a las elecciones que, el año que viene, decidirán la continuación o el reemplazo del primer ministro socialista José Sócrates.
En esos primeros escarceos de la campaña se discutía la semana pasada la conveniencia de introducir reformas en el sistema judicial y en el de evaluación de los profesores, que la presidenta del partido social demócrata, de centro derecha y en la oposición, considera inoportunos.
El partido social demócrata, PSD, fundado por Francisco Sa Carneiro y por Pinto Balsemao, se turna en el gobierno con el socialista desde hace casi treinta años y a él pertenece Aníbal Cavaco Silva, ex primer ministro y actual presidente de la república.
Por esos antecedentes, las declaraciones de su actual presidenta, Manuela Ferreira Leite, tenían suficiente jerarquía como para que no pasaran desapercibidas.
"No creo en la conveniencia de hacer reformas"--dijo--"mientras esté en vigor el sistema democrático. Sin democracia, sería otro cantar. Y no sé si, en ocasiones, convendría dejar la democracia en suspenso durante seis meses, arreglarlo todo y, después, volver al sistema democrático"
Sesudos debates de educado tono académico se han venido sucediendo desde que hizo su original propuesta la doctora Ferreira Leite, que se ganó el apelativo de Dama de Hierro, como una Margaret Thatcher portuguesa, cuando fue ministra de finanzas en el gobierno de José Manuel Durao Barroso, actual presidente de la comisión europea.
No podían faltar acusaciones, sobre todo desde las filas socialistas y comunistas, de que la doctora Ferreira se ha dejado traicionar por su subconsciente y pretende restaurar la dictadura que cayó en Portugal un 25 de abril de hace 34 años.
Alguno de sus correligionarios, aunque sin secundarla, disculpan la ocurrencia de su lideresa como una broma mal entendida y otros, como el eterno enfant terrible del PSD Marcelo Rebelo de Sousa, admiten que fué un desliz.
Traición del subconsciente, broma o desliz, a la doctora Manuela Ferreira Leite hay que agradecerle un soplo de viveza a la aburrida trivialidad de la política portuguesa.
Es una pena que, aunque la compartan, no se atreva a hacerla alguno de sus colegas de este lado de la raya. Habríamos disfrutado de un espectaculo de fuegos artificiales, con traca incluida, durante una buena temporada.

martes, 25 de noviembre de 2008

TORTURAS DE YEZHOV

El primer gran inquisidor de España, Tomás de Torquemada, no hubiera sido ni siquiera su monaguillo.
Yagoda y Beria, que lo precedieron y sucedieron respectivamente como acólitos de Stalin en la concienzuda misión de librar a la Unión Soviética de disidentes, fueron, en comparación, cándidos filántropos.
Torquemada, Yagoda y Beria criaron fama, pero fue Nikolai Ivanovich Yezhov el que, de verdad, cardó la lana.
Se calcula en cuatro millones el número de indeseables para Stalin de los que libró al tirano entre 1936 y 1938, mientras fue Comisario para el Pueblo de Asuntos Internos y jefe de la NKVD.
El cojo Yezhov, de escaso metro y medio de estatura y aficionado en sus pocos ratos libres a entonar con no mala voz arias de ópera murió, naturalmente fusilado, por orden de su amo en 1940.
No solo dejó en sus 45 años de vida un rastro de bien merecida crueldad, sino que se le adjudica una revolucionaria teoría para intensificar el sufrimiento de sus víctimas hasta el extremo de que no pudieran evitar declararse culpables de las acusaciones más peregrinas que justificaran su muerte.
El enano, como lo llamaban a sus espaldas, sabía que el ser humano tiene una capacidad limitada de sufrimiento antes de morir bajo tortura y que, si sobrepasara ese límite, se quedaría sin arrancarle la confesión que pretendía.
Hombre de escasa talla pero de amplios recursos, ideó el de potenciar el bienestar de su víctima hasta que rozara el éxtasis para, a continuación, hacerlo descender hasta la más infrahumana frontera del sufrimiento.
El éxito coronaba su ingenio.
Un redivivo Yhezov parece que ha organizado la tortura a la que están sometidos desde hace pocos meses los trabajadores españoles, que han pasado de la euforia de la opulencia, que parecía garantizarles pleno empleo de por vida, a la inminencia del paro.
Ahora, los que todavía conservan sus barbas laborales, las tienen en remojo ante la inevitable llegada del barbero.
Por una inexplicable asociación de ideas, me he acordado del cojo enano cantarín Yezhov al hablar esta mañana con un amigo.
Me llamaba desde la pequeña empresa familiar en la que trabajaba, en las afueras de Madrid, y acababan de comunicarle la rescisión de su contrato. Ayer estuvieron estudiando sus dueños cerrar la empresa, pero le han dado un plazo a la esperanza y optado por despedir a cuatro de los diez empleados.
A los seis que todavía conservan el empleo les han aconsejado que, si encuentran trabajo en otro lugar, no duden en aceptarlo.

lunes, 24 de noviembre de 2008

NUESTRA COPA DAVIS

Puede que no llegue a falacia calificar al hombre de animal racional, pero desde luego es una definición que raramente le cuadra.
Si por el genérico hombre-a entendemos al bípedo de edad mediana, de mediano pasar, de salud pasable, hipoteca asfixiante, moderadamente obeso, razonablemente amenazado de paro y nada satisfecho sexualmente, nos estamos refiriendo a lo que un sociólogo argentino calificaría de hombre-a medio-a.
Es decir, a lo que se conocía antiguamente como animal racional.
¿Cómo explicaría razonablemente ese animal su alegría por el triunfo deportivo en Mar del Plata de unos compatriotas que son su antítesis?
Sería lógico que se alegraran si la victoria de los tenistas los hubiera beneficiado en algo y justificaría su malestar si los perjudicara.
Que ganaran la final de la Copa Davis ha perjudicado al español medio que, sin embargo se llenó de gozo por el triunfo. Por eso el hombre, por lo menos el hombre-a español-a no es un animal racional.
Inconscientemente, su alegría lo autoexcluyó del censo de habitantes de España porque la Copa Davis marcó el triunfo de la desigualdad de los españoles y, en una población que no sea homogénea, los menos favorecidos, inevitablemente, se sienten excluidos.
¿Puede un oscuro fracasado crónico sentirse parte de un todo en el que alguno de sus miembros triunfa?
¿No explica y justifica ser miembro de una comunidad habitualmente derrotada el fracaso personal?
El dolor compartido es menos oneroso y la frustración general más llevadera.
En un entorno de indigencia generalizada, la pobreza individual no puede ser vergonzante, porque la opulencia del rico solo es insultante cuando la comparamos con nuestra penuria.
No nos escandaliza el derroche del jeque árabe, sino las angulas que puede pagarse nuestro vecino para la cena de Nochebuena.
Por eso, nos hubiera convenido más a los españoles el triunfo en Mar del Plata de sus adversarios, aunque fueran argentinos, que el de nuestros compatriotas.
Pero vivimos tiempos en que, si la tremenda justicia de la Inquisición perdurara, no quemaría herejes, sino a los que se atreven a decir en voz alta lo que, aunque sea evidente, parezca socialmente incorrecto.
Por eso, a las personas sensatas, sensibles, apocadas y condenadas a perpetuidad a las sórdidas mazmorras del anonimato, no nos es posible alegrarnos de la gloria y el triunfo de los que ayer ciñeron sus sienes con coronas de laurel en Mar del Plata.
Su derrota no nos hubiera hecho más felices pero nuestra frustración personal se hubiera sentido más cómodamente identificada por compatriotas tan fracasados como nosotros.
Pero los buenos tiempos en que los ciclistas españoles llegaban segundos en un sprint, las selecciones de fútbol eliminadas en octavos y los tenistas apeados en la segunda ronda de los torneos se han ido, me temo que para siempre.
Si los triunfos de los deportistas españoles continúan, los desgraciados españoles tendremos que decidir entre seguir sintiéndonos desplazados en éste, o cambiar de país.

domingo, 23 de noviembre de 2008

SONETO ESDRUJULO

Sándalo aspiro si tu vientre beso,
lánguida es tu pasión que el gusto apaga.
Pétalos de jazmín, tomillo, aliaga,
súplica es de amor tu aliento espeso.
Trémulos tus senos en mi boca apreso.
Súbita quietud, voz que divaga,
hálito fugaz, muerte que amaga,
pétrea eternidad debajo de mi peso.
Tálamo de doradas amapolas
ímprobo rodar de ola tras ola
hízonos de la pasión sirvientes.
Héroes fugaces de una idolatría,
ávidos títeres del placer urgente,
víctimas felices del sol y la alegría.

(Escrito y descartado para “Sentencias Salomónicas”)