Si el Partido Popular consiente que Alberto Ruiz Gallardón cobre en Madrid la tasa por recogida de basuras, su cruzada contra la subida de impuestos que pretenden los socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero habrá sido un timo a los ciudadanos.
Con la llegada a los buzones de correos del aviso de cobro ya ha quedado claro que, por mucho que alardee de coherencia Mariano Rajoy, para su partido no es lo mismo predicar que dar trigo.
El daño a la credibilidad del Partido Popular ya lo ha hecho Gallardón.
Para que no perjudique fatalmente las favorables perspectivas electorales que la campaña de descrédito contra Zapatero les estaba reportando, Rajoy y la dirección del PP deberían frenar en seco, y cuanto antes, al alcalde de Madrid.
Si no lo hicieran, que dejen de criticar al Presidente del Gobierno y cambien su discurso de que el aumento de impuestos frena la recuperación de la economía.
Son contradicciones como la de la tasa de basura de Madrid las que alimentan la suspicacia de los votantes respecto a la idoneidad de éste Partido Popular como alternativa al socialismo de Zapatero.
Si el alcalde de Madrid va por libre y no acata la filosofía sobre impuestos en que el Partido Popular basa su batalla contra el gobierno, Rajoy y la dirección de su partido deberían alentarlo a que cambie de bando.
La pregresía de diseño del alcalde de Madrid, que tanto encandila a los del PSOE, tendría buena acogida entre los socialistas.
Los populares perderían un político insatisfecho porque solo es alcalde de la ciudad y, a cambio, no tendrían que costear las inacabables obras ornamentales con las que pretende auparse hasta la presidencia del Consejo de Ministros.
Como el armatoste de madera que los troyanos metieron entre sus murallas, Gallardón sería el más preciado Caballo de Troya para los populares, si persuadieran a los socialistas para que se lo queden.
Si Gallardón se fuera al PSOE y la Olimpíada se la dieran a Río de Janeiro, los madrileños estarían de suerte y Madrid podría volver a ser una ciudad cómoda, alegre, acogedora y habitable.
martes, 22 de septiembre de 2009
lunes, 21 de septiembre de 2009
ZAPATERO PUEDE GOBERNAR TRANQUILO
En esta España nuestra de adhesiones que solo quebranta la muerte, el ladino Juan Carlos Rodríguez Ibarra quiere absolver al presidente del gobierno del culto a la personalidad de que se le acusa culpando a los que lo idolatran.
Es una hábil manera de adorar al santo por la peana.
Al ex presidente de Extremadura, aunque ya no ejerza cargo político ejecutivo, le pasa como a los matadores de toros: es torero hasta la muerte y hasta su muerte, que ojalá tarde mucho en llegarle, hablará como político.
Ibarra está entrenado para adular al votante y encauzar su voluntad sin que se percate de que lo manipulan.
Si no fuera por eso, puede que se hubiera atrevido a decir que los españoles, como pueblo, tenemos una aversión patológica a derribar ídolos a los que hayamos encumbrado, aunque suframos su falsa divinidad.
Y lo que es peor, en las raras ocasiones en que los españoles se han sublevado, lo hicieron empujados por el corazón y no por la razón. Ejemplos:
En 1766 en Madrid y otras ciudades se amotinan en protesta contra el decreto que los obliga a cambiar la capa larga por la corta y el chambergo por el sombrero de tres picos. El motín logra la deportación del marqués de Esquilache, inspirador del decreto.
El dos de Mayo de 1808, los madrileños se insurgen contra la tentativa de llevarse al Infante Francisco de Paula—el mozo de 14 años de edad y evidente parecido con el favorito Manuel de Godoy—para que se reuniera en Bayona con el resto de la familia real.
Lo que Esquilache pretendía y lo que los franceses contra los que cargaron los madrileños intentaban era objetivamente bueno para el pueblo español: el primero modernizar el atuendo y estorbar el anonimato de los delincuentes embozados.
Los franceses traían la transferencia al pueblo de la soberanía de la nación, que Carlos IV había cedido a Napoleón como el que enajena un cortijo, con ganado incluido.
El más reciente levantamiento, que todavía persiste, es el de la desfranquización de España, que los españoles no emprendieron hasta después de muerto Franco.
La lealtad al Caudillo sólo la quebrantó su muerte.
Que José Luis Rodríguez Zapatero gobierne tranquilo. Los españoles no le darán la espalda hasta después de que haya dejado de mandar.
Es una hábil manera de adorar al santo por la peana.
Al ex presidente de Extremadura, aunque ya no ejerza cargo político ejecutivo, le pasa como a los matadores de toros: es torero hasta la muerte y hasta su muerte, que ojalá tarde mucho en llegarle, hablará como político.
Ibarra está entrenado para adular al votante y encauzar su voluntad sin que se percate de que lo manipulan.
Si no fuera por eso, puede que se hubiera atrevido a decir que los españoles, como pueblo, tenemos una aversión patológica a derribar ídolos a los que hayamos encumbrado, aunque suframos su falsa divinidad.
Y lo que es peor, en las raras ocasiones en que los españoles se han sublevado, lo hicieron empujados por el corazón y no por la razón. Ejemplos:
En 1766 en Madrid y otras ciudades se amotinan en protesta contra el decreto que los obliga a cambiar la capa larga por la corta y el chambergo por el sombrero de tres picos. El motín logra la deportación del marqués de Esquilache, inspirador del decreto.
El dos de Mayo de 1808, los madrileños se insurgen contra la tentativa de llevarse al Infante Francisco de Paula—el mozo de 14 años de edad y evidente parecido con el favorito Manuel de Godoy—para que se reuniera en Bayona con el resto de la familia real.
Lo que Esquilache pretendía y lo que los franceses contra los que cargaron los madrileños intentaban era objetivamente bueno para el pueblo español: el primero modernizar el atuendo y estorbar el anonimato de los delincuentes embozados.
Los franceses traían la transferencia al pueblo de la soberanía de la nación, que Carlos IV había cedido a Napoleón como el que enajena un cortijo, con ganado incluido.
El más reciente levantamiento, que todavía persiste, es el de la desfranquización de España, que los españoles no emprendieron hasta después de muerto Franco.
La lealtad al Caudillo sólo la quebrantó su muerte.
Que José Luis Rodríguez Zapatero gobierne tranquilo. Los españoles no le darán la espalda hasta después de que haya dejado de mandar.
viernes, 18 de septiembre de 2009
¿QUE ZAPATERO NO AHORRA?
A los que tanta palabrería vana han derrochado culpándolo de que no ahorra en los gastos de su gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero los ha desmentido con hechos: ha viajado a Bruselas sin Miguel Ángel Moratinos.
Lo demuestran las imágenes que la noche del jueves mostró la televisión, y la televisión no miente.
Con la prestancia de Gary Cooper en High Noon, la película que los cines españoles exhibieron como “Sólo ante el peligro”, Zapatero subió a pecho descubierto los escalones de entrada del edificio donde los dirigentes europeos se reunieron a coordinar, mientras cenaban, su posición en la reunión del G-20 de Pittsburg.
Subíó Zapatero sin una vacilación, digno, sereno y sonriente. Acentuó el gesto jovial de su rostro cuando tendió la mano al anfitrión, el prime r ministro sueco Fedrick Reinfeldt y, extremando su cordialidad, le palmeó la espalda.
La modestia habitual de Zapatero y su recato al vanagloriarse de sus éxitos impiden calibrar el que, sin la menor duda, habrá cosechado también en la cena de Bruselas.
Sin miedo a la exageración, los españoles pueden estar seguros de que el Presidente de su gobierno habrá sonreído a todos sus colegas con la misma expresiva efusión que en reuniones en las que lo acompañaba el ministro de Asuntos Exteriores Miguel Angel Moratinos.
Pero, ¿ha merecido la pena ahorrar al estado el costo adicional del desplazamiento del ministro?
No está claro porque Moratinos hubiera cenado gratis y, con su ausencia, no ha podido efectuarse la cumbre que en cada reunión internacional celebran mano a mano ministro y presidente, que si no es con el único, es con el que con más asiduidad habla Zapatero en esos guateques internacionales.
Lo demuestran las imágenes que la noche del jueves mostró la televisión, y la televisión no miente.
Con la prestancia de Gary Cooper en High Noon, la película que los cines españoles exhibieron como “Sólo ante el peligro”, Zapatero subió a pecho descubierto los escalones de entrada del edificio donde los dirigentes europeos se reunieron a coordinar, mientras cenaban, su posición en la reunión del G-20 de Pittsburg.
Subíó Zapatero sin una vacilación, digno, sereno y sonriente. Acentuó el gesto jovial de su rostro cuando tendió la mano al anfitrión, el prime r ministro sueco Fedrick Reinfeldt y, extremando su cordialidad, le palmeó la espalda.
La modestia habitual de Zapatero y su recato al vanagloriarse de sus éxitos impiden calibrar el que, sin la menor duda, habrá cosechado también en la cena de Bruselas.
Sin miedo a la exageración, los españoles pueden estar seguros de que el Presidente de su gobierno habrá sonreído a todos sus colegas con la misma expresiva efusión que en reuniones en las que lo acompañaba el ministro de Asuntos Exteriores Miguel Angel Moratinos.
Pero, ¿ha merecido la pena ahorrar al estado el costo adicional del desplazamiento del ministro?
No está claro porque Moratinos hubiera cenado gratis y, con su ausencia, no ha podido efectuarse la cumbre que en cada reunión internacional celebran mano a mano ministro y presidente, que si no es con el único, es con el que con más asiduidad habla Zapatero en esos guateques internacionales.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
EL PAIS SE CAYÓ DEL GUINDO
El cristianismo empezó cuando San Pablo se cayó de un caballo y el zapaterismo terminó cuando El Pais se cayó de un guindo.
Los dos fenómenos se asemejan en la caída y difieren en las causas del batacazo. En la de San Pablo, aunque fuera intervención divina para que no llegara a Damasco, debió influir su fanatismo por acabar cuanto antes con la herética secta de los seguidores de Cristo.
El guindo del que se cayó El País es un árbol cargado de la apetitosa fruta conocida por televisión digital de pago que el grupo de presión política PRISA, dueño del periódico, confiaba guindar en exclusiva.
Pero José Luis Rodríguez Zapatero, usufructuario del huerto en el que crece el guindo, ha defraudado a PRISA entregándoselo a otro.
El otro es Jaime Roures, dueño de la productora Mediapro, del diario Público, de GOL TV, de los derechos para transmitir casi todos los partidos de fútbol, y rival de PRISA en el galanteo a Zapatero.
Roures carece de canales de televisión digital terrestre de cobertura nacional, pero el decreto de Zapatero le permite vender a otras plataformas sus derechos para que emitan sus partidos de fútbol.
Las plataformas cobran a sus abonados y pagan a Mediapro por el derecho a emitir los partidos. Digital +, de PRISA, y con la mitad de los más de dos millones de abonados a la televisión de pago, ha quedado a merced de un acuerdo con Roures para difundir el fútbol, médula de su negocio.
Digital + y su propietaria se sienten engañadas por la veleidad de Zapatero y su desasosiego,(no por perder el cariño del gobernante sino el dinero que esperaban ganar), les ha arrancado la venda que les impedía ver lo que para los demás era evidente: que el presidente del gobierno es un desastre.
Desde que hace un mes anunció el decreto de la televisión, el zapaterismo ha perdido a su principal valedor y la gestión política de José Luis Rodríguez Zapatero, hasta entonces encomiable, le parece a PRISA detestable.
El acta del divorcio de PRISA y Zapatero es el editorial de El Pais “En la pendiente” del 16 de septiembre, en que denuncia “el imprevisible contorsionismo” del presidente, lo acusa de “puentear y desautorizar” a sus ministros, de “impulsar políticas que no se sabe en qué consisten” y diagnostica que se está “precipitando por una pendiente”.
PRISA se cayó del guindo y, como a San Pablo cuando lo desmontó su caballo, la ha deslumbrado una luz que los demás, desde hacía años, percibían.
Los dos fenómenos se asemejan en la caída y difieren en las causas del batacazo. En la de San Pablo, aunque fuera intervención divina para que no llegara a Damasco, debió influir su fanatismo por acabar cuanto antes con la herética secta de los seguidores de Cristo.
El guindo del que se cayó El País es un árbol cargado de la apetitosa fruta conocida por televisión digital de pago que el grupo de presión política PRISA, dueño del periódico, confiaba guindar en exclusiva.
Pero José Luis Rodríguez Zapatero, usufructuario del huerto en el que crece el guindo, ha defraudado a PRISA entregándoselo a otro.
El otro es Jaime Roures, dueño de la productora Mediapro, del diario Público, de GOL TV, de los derechos para transmitir casi todos los partidos de fútbol, y rival de PRISA en el galanteo a Zapatero.
Roures carece de canales de televisión digital terrestre de cobertura nacional, pero el decreto de Zapatero le permite vender a otras plataformas sus derechos para que emitan sus partidos de fútbol.
Las plataformas cobran a sus abonados y pagan a Mediapro por el derecho a emitir los partidos. Digital +, de PRISA, y con la mitad de los más de dos millones de abonados a la televisión de pago, ha quedado a merced de un acuerdo con Roures para difundir el fútbol, médula de su negocio.
Digital + y su propietaria se sienten engañadas por la veleidad de Zapatero y su desasosiego,(no por perder el cariño del gobernante sino el dinero que esperaban ganar), les ha arrancado la venda que les impedía ver lo que para los demás era evidente: que el presidente del gobierno es un desastre.
Desde que hace un mes anunció el decreto de la televisión, el zapaterismo ha perdido a su principal valedor y la gestión política de José Luis Rodríguez Zapatero, hasta entonces encomiable, le parece a PRISA detestable.
El acta del divorcio de PRISA y Zapatero es el editorial de El Pais “En la pendiente” del 16 de septiembre, en que denuncia “el imprevisible contorsionismo” del presidente, lo acusa de “puentear y desautorizar” a sus ministros, de “impulsar políticas que no se sabe en qué consisten” y diagnostica que se está “precipitando por una pendiente”.
PRISA se cayó del guindo y, como a San Pablo cuando lo desmontó su caballo, la ha deslumbrado una luz que los demás, desde hacía años, percibían.
martes, 15 de septiembre de 2009
AFGANISTAN PARA LOS AFGANOS
Aunque precipitada y sin la mano izquierda que habría sido aconsejable para no enojar al aliado norteamericano, la retirada de las tropas españolas de Irak fue un acierto del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Acertó porque los habían enviado para que impusieran a los habitantes de Irak un sistema de gobierno ajeno a los irakíes, que se resisten a adoptar modos culturales derivados del enciclopedismo cristiano, rechazados por su tradición.
Argumentar que los soldados españoles se retiraron para no intervenir en una guerra injusta es tan simplista como calificar de legal la intervención de tropas extranjeras porque la apadrine la ONU.
Todas las guerras son injustas y la única legalidad admisible es la de rechazar con las armas al ejército extranjero invasor, como los españoles hicieron en su Guerra de la Independencia.
Hizo bien el gobierno en traer de Irak a los españoles y haría todavía mejor si repatriara cuanto antes a los que tiene en Afganistan.
Desde hace 25 siglos,los afganos defiende a su país de intromisiones externas que pretendan hacerles cambiar su forma de manejar Afganistan.
Si los irakies son reacios a amoldarse a una modernización política según el concepto que de modernización tienen los Estados Unidos y sus aliados, los afganos combaten siempre con éxito a los que pretenden que dejen de ser como son para transformarse en lo que no quieren ser.
Por Afganistan pasó Alejandro, Gengis Khan, el ejército imperial inglés, el 40 cuerpo de ejército soviético y todos ellos se retiraron derrotados, dejando a los afganos tan apegados a su forma de vida como antes de que los invadieran.
Rusia desplegó nueve divisiones motorizadas o blindadas, una brigada aerotransportada, 650 helicópteros, tres escuadrones aéreos , destinó 620.000 soldados a Afaganistán en sus nueve años de guerra, perdió 15.000 hombres, y 53.753 resultaron heridos, de ellos 10.571 permanentemente mutilados.
La intervención le costó 451 aviones (333 helicópteros), 147 tanques, 1314 vehículos blindados, 11.369 camiones y la derrota aceleró el hundimiento de la Unión Soviética.
El ruso fue el intento que más cerca estuvo de sacar a Afganistán de sus hábitos ancestrales para integrarlo en la modernidad.
Lo hubiera conseguido si el congresista texano Charlie Wilson no hubiera empujado a los Estados Unidos a ayudar decisivamente a los mujahidines antisoviéticos.
El pago de los guerrilleros islamistas por la ayuda norteamericana fue inspirar el atentado de hace ocho años contra las torres del World Trade Center neoyorquinos, pretexto del gobierno de Washington para capitanear a sus aliados en la actual guerra afgana.
Acertó porque los habían enviado para que impusieran a los habitantes de Irak un sistema de gobierno ajeno a los irakíes, que se resisten a adoptar modos culturales derivados del enciclopedismo cristiano, rechazados por su tradición.
Argumentar que los soldados españoles se retiraron para no intervenir en una guerra injusta es tan simplista como calificar de legal la intervención de tropas extranjeras porque la apadrine la ONU.
Todas las guerras son injustas y la única legalidad admisible es la de rechazar con las armas al ejército extranjero invasor, como los españoles hicieron en su Guerra de la Independencia.
Hizo bien el gobierno en traer de Irak a los españoles y haría todavía mejor si repatriara cuanto antes a los que tiene en Afganistan.
Desde hace 25 siglos,los afganos defiende a su país de intromisiones externas que pretendan hacerles cambiar su forma de manejar Afganistan.
Si los irakies son reacios a amoldarse a una modernización política según el concepto que de modernización tienen los Estados Unidos y sus aliados, los afganos combaten siempre con éxito a los que pretenden que dejen de ser como son para transformarse en lo que no quieren ser.
Por Afganistan pasó Alejandro, Gengis Khan, el ejército imperial inglés, el 40 cuerpo de ejército soviético y todos ellos se retiraron derrotados, dejando a los afganos tan apegados a su forma de vida como antes de que los invadieran.
Rusia desplegó nueve divisiones motorizadas o blindadas, una brigada aerotransportada, 650 helicópteros, tres escuadrones aéreos , destinó 620.000 soldados a Afaganistán en sus nueve años de guerra, perdió 15.000 hombres, y 53.753 resultaron heridos, de ellos 10.571 permanentemente mutilados.
La intervención le costó 451 aviones (333 helicópteros), 147 tanques, 1314 vehículos blindados, 11.369 camiones y la derrota aceleró el hundimiento de la Unión Soviética.
El ruso fue el intento que más cerca estuvo de sacar a Afganistán de sus hábitos ancestrales para integrarlo en la modernidad.
Lo hubiera conseguido si el congresista texano Charlie Wilson no hubiera empujado a los Estados Unidos a ayudar decisivamente a los mujahidines antisoviéticos.
El pago de los guerrilleros islamistas por la ayuda norteamericana fue inspirar el atentado de hace ocho años contra las torres del World Trade Center neoyorquinos, pretexto del gobierno de Washington para capitanear a sus aliados en la actual guerra afgana.
lunes, 14 de septiembre de 2009
EMPEZO EN ARENYS DE MUNT
Se detecta un sospechoso interés en desdeñar la consulta independentista de Arenys de Munt porque su resultado carece de traducción legal.
Saben los interesados en quitarle importancia que los cambios políticos radicales, por lo general, se anticipan a su encuadramiento en un marco jurídico que los consolide.
Confían en que cuando el proceso iniciado en Arenys se complete con resultados similares en los otros 60 municipios previstos, los catalanes se toparán inesperadamente con un hecho consumado: su voluntad plebiscitada de separarse de España.
Es una apuesta tortuosa y no exenta de dificultades, la principal de ellas que los catalanes opuestos a la independencia lo descubran, sacudan la pasividad que los dejó en casa en Arenys y voten contra la desmembración.
Si siguen confiados en que la casi folclórica consulta inicial no ha sido más que un exabrupto romántico, cuando reaccionen será tarde porque habrán dejado de ser españoles de Cataluña y serán únicamente catalanes.
Puede que el instinto separatista de algunos catalanes se haya extendido a una mayoría de aquella región y que, tarde o temprano, Cataluña se constituya en estado independiente de España.
Las dos partes perderían algo con la modificación del mapa político actual pero ni sería una catástrofe ni a los habitantes de los dos estados les cambiaría radicalmente su vida personal.
Pero, si la separación llegara a consumarse, ya sería tarde para lamentar no haber frenado a tiempo el capricho de los políticos que alentaron en Cataluña la independencia y propiciaron en España la desmembración.
Cuando todavía están a tiempo los españoles de evitar una modificación del mapa de España, hay un hecho evidente: son más insistentes las voces que alertan en castellano de los inconvenientes de la separación que las de los que hacen la advertencia en catalán.
Saben los interesados en quitarle importancia que los cambios políticos radicales, por lo general, se anticipan a su encuadramiento en un marco jurídico que los consolide.
Confían en que cuando el proceso iniciado en Arenys se complete con resultados similares en los otros 60 municipios previstos, los catalanes se toparán inesperadamente con un hecho consumado: su voluntad plebiscitada de separarse de España.
Es una apuesta tortuosa y no exenta de dificultades, la principal de ellas que los catalanes opuestos a la independencia lo descubran, sacudan la pasividad que los dejó en casa en Arenys y voten contra la desmembración.
Si siguen confiados en que la casi folclórica consulta inicial no ha sido más que un exabrupto romántico, cuando reaccionen será tarde porque habrán dejado de ser españoles de Cataluña y serán únicamente catalanes.
Puede que el instinto separatista de algunos catalanes se haya extendido a una mayoría de aquella región y que, tarde o temprano, Cataluña se constituya en estado independiente de España.
Las dos partes perderían algo con la modificación del mapa político actual pero ni sería una catástrofe ni a los habitantes de los dos estados les cambiaría radicalmente su vida personal.
Pero, si la separación llegara a consumarse, ya sería tarde para lamentar no haber frenado a tiempo el capricho de los políticos que alentaron en Cataluña la independencia y propiciaron en España la desmembración.
Cuando todavía están a tiempo los españoles de evitar una modificación del mapa de España, hay un hecho evidente: son más insistentes las voces que alertan en castellano de los inconvenientes de la separación que las de los que hacen la advertencia en catalán.
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