El Partido Popular replicó al reto de la vicepresidenta De la Vega de que denuncie supuestas escuchas telefónicas ilegales recordándole que ya lo hizo el pasado 24 de Julio, ante un juzgado de Madrid.
La denuncia dejaba a la institución en la que menos confían los ciudadanos que decida si, como se queja el PP, el gobierno del PSOE utiliza organismos que deberían ser neutrales en su confrontación partidaria y en la creación de un Estado policial.
Después de presentada la denuncia del PP, la disputa entre los dos partidos se agrió cuando la vicepresidenta se adelantó a la Fiscalía al anunciar el recurso del Ministerio Fiscal contra una sentencia favorable al presidente valenciano Camps, del Partido Popular.
El adelanto del anuncio de la presidencia al que debería partir de la fiscalía indujo a los del Partido Popular a sospechar que habían sido instrucciones de De la Vega las que decidieron la intervención de la Fiscalía.
El grupo de presión política PRISA, que inspira y aplaude la actuación del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero con el mismo automatismo con que critica al Partido Popular, terció el jueves seis de agosto en la polémica.
En un editorial del diario El Pais, ariete de los medios de PRISA que se hacen eco fielmente de lo que les inspira, disculparon a De la Vega por su “inoportuna intervención” en el asunto.
Pero la acusación de manejo ilícito de medios estatales neutrales formulada por la secretaria general del Partido Popular Dolores de Cospedal suponía, en opinión del periódico, que “el PP sacrifica las reglas del juego democrático para intentar desviar la atención de sus miserias”.
Los medios del grupo de presión política de PRISA, capitaneados por El Pais, orquestaron las acusaciones contra Camps que el tribunal superior de justicia de Valencia archivó la semana pasada por no hallar sustancia delictiva.
La denuncia que el PP presentó el 24 de Julio incluía como hechos para que la Justicia investigara reproducciones en El Pais de conversaciones telefónicas de la policía a implicados en la campaña contra Camps, amparadas por el secreto del sumario.
En su informe del pasado Noviembre, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), catalogaba al sistema judicial español como la institución del Estado en la que menos confían los españoles, que le daban una puntuación de 3,74 sobre diez.
Al presentar su denuncia, el Partido Popular se señaló como de los pocos que creen todavía en la eficacia de la justicia.
Si la Justicia investiga la denuncia del PP con el mismo rigor que dedicó a la supuesta implicación de Camps en el caso Gürtel de corrupción política, estará justificada la confianza, aunque como ocurrió con el caso del Presidente de la Comunidad Valenciana, también se decida archivarla.
jueves, 6 de agosto de 2009
martes, 4 de agosto de 2009
EL MONO DESCIENDE DEL HOMBRE
Sospechaba desde hace mucho tiempo que los seguidores de Charles Darwin habían cometido un error mayúsculo al afirmar que el hombre desciende del mono, de acuerdo con las teorías del eminente sabio.
Tasuku Sugimoto y Kazuhide Ashiya, de la universidad japonesa de Kyhusu, han dejado en claro la cuestión porque, gracias a sus experimentos con la chimpancé Sakura, han confirmado que el mono desciende del hombre y no el hombre del mono.
O lo que es lo mismo, que el mono ha evolucionado del hombre y, por tanto, es superior, ya que el ser humano se encuentra en una fase anterior al mono en el proceso evolutivo de las especies.
El resultado del experimento de los dos sabios japoneses arrojó una conclusión irrefutable de que la chimpancé tiene una cultura más refinada que el hombre porque la gusta más la música melódica que las cacofonías estridentes que enajenan de placer a los humanos de hoy en día.
Si esa prueba no es lo bastante concluyente para confirmar la superioridad del mono, las danzas simiescas que los humanos acometen cuando oyen la musica que les gustan evidencian un impulso instintivo por transmutarse en monos.
No tengo noticias, además, de que sea frecuente el nacimiento de monos sin pelos en el cuerpo, pero son numerosos los casos de niños recién nacidos peludos.
Hace años se publicaron fotografías de una familia mexicana cuyos miembros nacían con una vellosidad tan generosa que, aunque se diagnosticara como caso de hirsutismo genético, podrían haber sido el eslabón perdido en la evolución del hombre hacia el mono.
Hasta el subconsciente colectivo humano señala al mono como ser superior al hombre y su aspiración como meta evolutiva.
Todavía no he oído que se elogie a ningún mono diciendo que ha hecho una hombrada si se porta de manera fuera de lo común a su especie pero, cuando un niño es especialmente agraciado o tiene un desusado talante encantador, el elogio es inevitable: ese niño es “muy mono”.
Tasuku Sugimoto y Kazuhide Ashiya, de la universidad japonesa de Kyhusu, han dejado en claro la cuestión porque, gracias a sus experimentos con la chimpancé Sakura, han confirmado que el mono desciende del hombre y no el hombre del mono.
O lo que es lo mismo, que el mono ha evolucionado del hombre y, por tanto, es superior, ya que el ser humano se encuentra en una fase anterior al mono en el proceso evolutivo de las especies.
El resultado del experimento de los dos sabios japoneses arrojó una conclusión irrefutable de que la chimpancé tiene una cultura más refinada que el hombre porque la gusta más la música melódica que las cacofonías estridentes que enajenan de placer a los humanos de hoy en día.
Si esa prueba no es lo bastante concluyente para confirmar la superioridad del mono, las danzas simiescas que los humanos acometen cuando oyen la musica que les gustan evidencian un impulso instintivo por transmutarse en monos.
No tengo noticias, además, de que sea frecuente el nacimiento de monos sin pelos en el cuerpo, pero son numerosos los casos de niños recién nacidos peludos.
Hace años se publicaron fotografías de una familia mexicana cuyos miembros nacían con una vellosidad tan generosa que, aunque se diagnosticara como caso de hirsutismo genético, podrían haber sido el eslabón perdido en la evolución del hombre hacia el mono.
Hasta el subconsciente colectivo humano señala al mono como ser superior al hombre y su aspiración como meta evolutiva.
Todavía no he oído que se elogie a ningún mono diciendo que ha hecho una hombrada si se porta de manera fuera de lo común a su especie pero, cuando un niño es especialmente agraciado o tiene un desusado talante encantador, el elogio es inevitable: ese niño es “muy mono”.
lunes, 3 de agosto de 2009
AMIGOS DE RAJOY
Ni como registrador de la propiedad ni como Presidente del Partido Popular, a Mariano Rajoy se le hubiera ocurrido la frivolidad de ver “La Noria” de Telecinco el sábado primero de Agosto.
Debería haberlo hecho, porque habría sido testigo de la unción con que los paniaguados del PSOE María Antonia Iglesias y Enric Sopena lo defendían, y de la saña con que acometían contra Esperanza Aguirre.
Como es persona de inteligencia probada, Rajoy habría deducido que, si la defensa de su liderazgo olía a chamusquina, la inquina contra la Aguirre identificaba el foco del incendio que los socialistas temen.
En pocas palabras: que Sopena e Iglesias, por cuyas bocas hablan los socialistas y cuyas palabras traducen lo que los socialistas piensan, le temen a Aguirre más que el Diablo al agua bendita y que, con Rajoy como adversario, están mas tranquilos que el Braulio.
Son los programas como “La Noria”, y no los sesudos debates, los mítines electorales para convencidos o la propaganda electoral gratuita, los caladeros en los que los partidos que quieran ganar elecciones tienden sus redes para pescar votos.
Sorprenden a los electores con la guardia baja y absortos en los triviales chismes de la maledicencia y, en esa tierra muelle y fecunda, es donde mejor germinan los mensajes ideológicos que inconscientemente moverán la mano al escoger la papeleta electoral.
Esa partida de ajedrez que son las elecciones empieza a jugarse desde que se cerraron las urnas en la anterior convocatoria electoral y, en ella, la izquierda mueve sus alfiles y caballos con maestría que la derecha se niega a aprender.
Prueba de ello, el dominio de las diagonales de maestros como Iglesias y Sopena.
Los abogados coyunturales de Rajoy, alumnos aventajados en algún curso sobre técnica dialéctica de la universidad Patricio Lumumba donde aprendieron a no dejar hablar a sus contrincantes, deberían hacer meditar al Presidente del Partido Popular.
Si lo que quiere es ser Presidente del Gobierno en las elecciones de 2012 a cualquier precio, que aguante y encabece la lista de su partido por Madrid. A lo mejor, Zapatero sigue acumulando dislates en su gestión y los votantes le dan la espalda.
Sería una victoria del Partido Popular no por méritos propios, sino por desaciertos del PSOE. Una victoria pasiva.
Pero si quiere que su Partido gobierne España, aunque sea gracias a una candidatura que no la encabece su nombre, que pida un vídeo de la tertulia de “La Noria” de Telecinco del primero de Agosto. Descubrirá cómo, y con quien encabezando la candidatura, su Partido Popular podría derrotar a los socialistas.
Debería haberlo hecho, porque habría sido testigo de la unción con que los paniaguados del PSOE María Antonia Iglesias y Enric Sopena lo defendían, y de la saña con que acometían contra Esperanza Aguirre.
Como es persona de inteligencia probada, Rajoy habría deducido que, si la defensa de su liderazgo olía a chamusquina, la inquina contra la Aguirre identificaba el foco del incendio que los socialistas temen.
En pocas palabras: que Sopena e Iglesias, por cuyas bocas hablan los socialistas y cuyas palabras traducen lo que los socialistas piensan, le temen a Aguirre más que el Diablo al agua bendita y que, con Rajoy como adversario, están mas tranquilos que el Braulio.
Son los programas como “La Noria”, y no los sesudos debates, los mítines electorales para convencidos o la propaganda electoral gratuita, los caladeros en los que los partidos que quieran ganar elecciones tienden sus redes para pescar votos.
Sorprenden a los electores con la guardia baja y absortos en los triviales chismes de la maledicencia y, en esa tierra muelle y fecunda, es donde mejor germinan los mensajes ideológicos que inconscientemente moverán la mano al escoger la papeleta electoral.
Esa partida de ajedrez que son las elecciones empieza a jugarse desde que se cerraron las urnas en la anterior convocatoria electoral y, en ella, la izquierda mueve sus alfiles y caballos con maestría que la derecha se niega a aprender.
Prueba de ello, el dominio de las diagonales de maestros como Iglesias y Sopena.
Los abogados coyunturales de Rajoy, alumnos aventajados en algún curso sobre técnica dialéctica de la universidad Patricio Lumumba donde aprendieron a no dejar hablar a sus contrincantes, deberían hacer meditar al Presidente del Partido Popular.
Si lo que quiere es ser Presidente del Gobierno en las elecciones de 2012 a cualquier precio, que aguante y encabece la lista de su partido por Madrid. A lo mejor, Zapatero sigue acumulando dislates en su gestión y los votantes le dan la espalda.
Sería una victoria del Partido Popular no por méritos propios, sino por desaciertos del PSOE. Una victoria pasiva.
Pero si quiere que su Partido gobierne España, aunque sea gracias a una candidatura que no la encabece su nombre, que pida un vídeo de la tertulia de “La Noria” de Telecinco del primero de Agosto. Descubrirá cómo, y con quien encabezando la candidatura, su Partido Popular podría derrotar a los socialistas.
domingo, 2 de agosto de 2009
ESPAÑA: LA PESADILLA DEL TITANIC
En estos días de vacaciones estivales se escucha en la festiva España la letra sincopada de las canciones de “Infinity” y se tararean las de Carlos Baute, que trasladan a los veraneantes a mundos que nada tienen que ver con el que dejaron atrás, al escapar de la obsesión de la crisis.
Pero esas melodías de tiempos de desenfado presagian el patético fatalismo de los ocho músicos de la Wallace Hartley Band, al ejecutar “Nearer, my God, to Thee” (Más cerca, Dios mío, de Ti), que el hundimiento del Titanic les impidió terminar.
Edward John Smith, capitán del Titanic, pasó a la historia tras el naufragio de su barco, como lo hará José Luis Rodríguez Zapatero si la economía española se va a pique por el desastre económico en que zozobra desde hace año y medio.
El capitán Smith tenía su chivo expiatorio en Bruce Ismail, presidente de la compañía propietaria del barco, que no le permitió reducir la velocidad del Titanic para que pudiera sortear los icebergs que, según avisos, se cruzarían en su ruta.
Desde el día 13 y hasta que a las 23,45 del 14 de abril de 1912 chocó con el iceberg que hundió al Titanic, el capitán Smith recibió e ignoró dos docenas de advertencias sobre el peligro que lo amenazaba.
Eminentes expertos en economía, prestigiosos gabinetes de estudio de organismos nacionales y extranjeros, y tanto sus adversarios como los correligionarios políticos que se atreven, llevan más de año y medio aconsejando a Zapatero que cambie la política económica de su gobierno.
El presidente del gobierno español hace tanto caso de esas advertencias como hizo el capitán del Titanic con los que le enviaron sobre el peligro de los icebergs.
El comandante del Titanic, al menos, intentó reducir la velocidad de su barco pero se lo impidió el armador, ansioso por establecer un record en la travesía marítima del Atlántico.
El choque dejó en evidencia que el Titanic no era insumergible. La tozudez de Zapatero, si sigue ignorando las advertencias de inminente peligro de hundimiento de la economía española, desmentirá sus pronósticos de bienestar ilimitado.
¿Hay algún Bruce Ismail que, como el armador del Titanic le impidió al capitán Smith reducir la velocidad de su barco, prohíba a Zapatero cambiar la política de su gobierno?
Si lo hubiera, culpa suya sería permitírselo. Si el presidente del gobierno es el único responsable, a este barco que se llama España le vendría bien un navegante más experto que evite la catástrofe, antes de que las olas silencien la música de la Wallace Hartley Band.
Pero esas melodías de tiempos de desenfado presagian el patético fatalismo de los ocho músicos de la Wallace Hartley Band, al ejecutar “Nearer, my God, to Thee” (Más cerca, Dios mío, de Ti), que el hundimiento del Titanic les impidió terminar.
Edward John Smith, capitán del Titanic, pasó a la historia tras el naufragio de su barco, como lo hará José Luis Rodríguez Zapatero si la economía española se va a pique por el desastre económico en que zozobra desde hace año y medio.
El capitán Smith tenía su chivo expiatorio en Bruce Ismail, presidente de la compañía propietaria del barco, que no le permitió reducir la velocidad del Titanic para que pudiera sortear los icebergs que, según avisos, se cruzarían en su ruta.
Desde el día 13 y hasta que a las 23,45 del 14 de abril de 1912 chocó con el iceberg que hundió al Titanic, el capitán Smith recibió e ignoró dos docenas de advertencias sobre el peligro que lo amenazaba.
Eminentes expertos en economía, prestigiosos gabinetes de estudio de organismos nacionales y extranjeros, y tanto sus adversarios como los correligionarios políticos que se atreven, llevan más de año y medio aconsejando a Zapatero que cambie la política económica de su gobierno.
El presidente del gobierno español hace tanto caso de esas advertencias como hizo el capitán del Titanic con los que le enviaron sobre el peligro de los icebergs.
El comandante del Titanic, al menos, intentó reducir la velocidad de su barco pero se lo impidió el armador, ansioso por establecer un record en la travesía marítima del Atlántico.
El choque dejó en evidencia que el Titanic no era insumergible. La tozudez de Zapatero, si sigue ignorando las advertencias de inminente peligro de hundimiento de la economía española, desmentirá sus pronósticos de bienestar ilimitado.
¿Hay algún Bruce Ismail que, como el armador del Titanic le impidió al capitán Smith reducir la velocidad de su barco, prohíba a Zapatero cambiar la política de su gobierno?
Si lo hubiera, culpa suya sería permitírselo. Si el presidente del gobierno es el único responsable, a este barco que se llama España le vendría bien un navegante más experto que evite la catástrofe, antes de que las olas silencien la música de la Wallace Hartley Band.
martes, 14 de julio de 2009
ESPAÑA Y CATALUÑA: ASUNTO DE FAMILIA
Es posible que los ciudadanos de Cataluña, además de catalanes, se consideren también españoles pero no es lo que se deduce de lo que dicen la mayor parte de sus representantes políticos.
Salvo quince, --los del Partido Popular y el de Ciudadanos—los 135 diputados del parlamento catalán siguen al pié de la letra el camino trazado por las direcciones de sus partidos, hacia la meta de la independencia.
Si están interpretando fielmente los anhelos de sus votantes, es evidente que la mayor parte de los catalanes no quieren ser españoles, aunque seguir asociados a España los beneficie.
Pero ese inestable equilibrio de intereses, materiales por parte del que pone precio para conservar la unión, y sentimentales por parte del que paga para no romperla, fatalmente conducirá a una decisión definitiva que convenga sin reservas a las dos partes.
Será cuando los catalanes abandonen su ambigua doble lealtad y opten por una de ellas: no que renuncien a ser catalanes, sino que admitan claramente que, además de catalanes, son españoles.
También los ciudadanos del resto de España tendrán que decidir si les conviene una Cataluña reacia a proclamar su pertenencia a la familia, que exige negociar directa e individualmente su contribución al bienestar familiar, y no como uno más de sus miembros.
Los ejemplos de hijos díscolos son perjudiciales y contagiosos para la armonía de las familias y de las naciones. Puede que, aunque duela, sea mejor que se vaya a vivir por su cuenta el descontento por vivir bajo el mismo techo, en lugar de ceder permanentemente a sus exigencias.
Si el ideal de convivencia de los pueblos es la familia, conviene aceptar que no se puede integrar en la familia a quien no se sienta parte de ella.
Salvo quince, --los del Partido Popular y el de Ciudadanos—los 135 diputados del parlamento catalán siguen al pié de la letra el camino trazado por las direcciones de sus partidos, hacia la meta de la independencia.
Si están interpretando fielmente los anhelos de sus votantes, es evidente que la mayor parte de los catalanes no quieren ser españoles, aunque seguir asociados a España los beneficie.
Pero ese inestable equilibrio de intereses, materiales por parte del que pone precio para conservar la unión, y sentimentales por parte del que paga para no romperla, fatalmente conducirá a una decisión definitiva que convenga sin reservas a las dos partes.
Será cuando los catalanes abandonen su ambigua doble lealtad y opten por una de ellas: no que renuncien a ser catalanes, sino que admitan claramente que, además de catalanes, son españoles.
También los ciudadanos del resto de España tendrán que decidir si les conviene una Cataluña reacia a proclamar su pertenencia a la familia, que exige negociar directa e individualmente su contribución al bienestar familiar, y no como uno más de sus miembros.
Los ejemplos de hijos díscolos son perjudiciales y contagiosos para la armonía de las familias y de las naciones. Puede que, aunque duela, sea mejor que se vaya a vivir por su cuenta el descontento por vivir bajo el mismo techo, en lugar de ceder permanentemente a sus exigencias.
Si el ideal de convivencia de los pueblos es la familia, conviene aceptar que no se puede integrar en la familia a quien no se sienta parte de ella.
lunes, 13 de julio de 2009
SUBSIDIO AL HEROISMO DE VIVIR EN CORDOBA
En éstos tiempos en los que el gobierno le llena el cazo a Cataluña, Valencia o Madrid , mi austera, resignada y señorial Córdoba soporta con estoicismo senecano las adversidades de su destino, sufre en silencio la fatalidad de sus penurias y se queda sin recibir ni un euro extra en el reparto de caudales públicos.
Le sobran razones a Córdoba para que, en éste sistema de supuestos agravios subsidiados, pueda reivindicar compensaciones dinerarias por injusticias pasadas que hacen particularmente gravosa la vida de sus ciudadanos.
¿Quién compensa la arbitrariedad de Javier de Burgos cuando, como secretario de estado de fomento de Cea Bermúdez acometió en 1833 la reforma administrativa que todavía pervive y dejó a la Provincia de Córdoba sin costa?
Al carecer de litoral marino, Córdoba se ve privada de los subsidios al sector pesquero y al de construcción naval al que tendría derecho si tuviera costa.
Cataluña, Madrid y Valencia reclaman y obtienen aumento en sus asignaciones estatales por un incremento coyuntural de su población, lo que Córdoba tiene difícil.
¿Quién, que no haya llegado aquí al nacer y sin que le pidan su aquiescencia, va a venir a vivir por capricho a una tierra en la que la temperatura se acerca en verano a los cincuenta grados y desciende a la media docena por debajo de cero en invierno?
Si se premia vivir más apretados a los de Cataluña, Madrid o Valencia, ¿por qué no se subsidia a los que viven heroicamente en el clima adverso de Córdoba?
Los gobernantes verán, pero si no le ponen remedio a esto y estimulan con un trato de favor fiscal o mediante subsidios directos a los que mantenemos en alto el pabellón de la patria en esta tierra de superhombres que es Córdoba, a la vuelta de unos siglos esto será un erial.
Le sobran razones a Córdoba para que, en éste sistema de supuestos agravios subsidiados, pueda reivindicar compensaciones dinerarias por injusticias pasadas que hacen particularmente gravosa la vida de sus ciudadanos.
¿Quién compensa la arbitrariedad de Javier de Burgos cuando, como secretario de estado de fomento de Cea Bermúdez acometió en 1833 la reforma administrativa que todavía pervive y dejó a la Provincia de Córdoba sin costa?
Al carecer de litoral marino, Córdoba se ve privada de los subsidios al sector pesquero y al de construcción naval al que tendría derecho si tuviera costa.
Cataluña, Madrid y Valencia reclaman y obtienen aumento en sus asignaciones estatales por un incremento coyuntural de su población, lo que Córdoba tiene difícil.
¿Quién, que no haya llegado aquí al nacer y sin que le pidan su aquiescencia, va a venir a vivir por capricho a una tierra en la que la temperatura se acerca en verano a los cincuenta grados y desciende a la media docena por debajo de cero en invierno?
Si se premia vivir más apretados a los de Cataluña, Madrid o Valencia, ¿por qué no se subsidia a los que viven heroicamente en el clima adverso de Córdoba?
Los gobernantes verán, pero si no le ponen remedio a esto y estimulan con un trato de favor fiscal o mediante subsidios directos a los que mantenemos en alto el pabellón de la patria en esta tierra de superhombres que es Córdoba, a la vuelta de unos siglos esto será un erial.
jueves, 9 de julio de 2009
LOS LIMITES DEL PERIODISTA
Los límites de la actividad periodística son tan difusos que la definición más ampliamente aceptada de periodista es la que lo compara con el notario, cuyas funciones están mejor estructuradas y reglamentadas.
Se dice, pues, que el periodista es un notario de la actualidad y, como tal, se supone que debe dejar constancia de hechos fehacientes que presencie o le consten.
Si un notario sazonara los hechos que refleje su acta con sus opiniones personales, su particular interpretación de gestos, o asumiera como verdad la opinión expresada por otro, sería un mal profesional.
Lo mismo podría decirse del periodista que distorsione la información adobándola con su opinión, o matizandola por su simpatía o ideología personales.
No todo el que escribe en un periódico o interviene en radio o televisión es, pues, periodista.
El periodista debe procurar activamente que sus simpatías no influyan en el relato de los hechos que narre.
¿No tiene derecho el periodista a opinar y a difundir su opinión? Tanta como cualquier ciudadano, pero ese derecho a la opinión no se lo da su oficio de periodista, sino su cualidad de ciudadano.
El periodista que camufla su opinión tras la máscara de la información es lo más parecido al bandolero que se emboza para ocultar su identidad. En el momento en que opine, deja de ser periodista para convertirse en predicador laico, en agitador político o en apóstol social.
Todas esas vocaciones tienen nobleza, si se ejercen a cara descubierta, porque la información debe ser imparcial, objetiva, neutra y aséptica para que sea creíble.
Informar sin que las simpatías del informador trasciendan a la información es una tarea melindrosa y, por eso, el informador ocupa el escalafón mas elevado en la profesión periodística.
Si eso es así, ¿por qué hay tantos periodistas que opinan? La primera razón es porque el periodista puro degenera hasta transmutarse en comentarista.
El comentarista no tiene que ser testigo de lo que relate, comprobar la veracidad de los datos de su informante, ni contrastarlos con datos de informantes opuestos.
Al contrario que el informador, no tiene que cuidar la redacción de sus textos para que no traduzcan sus afinidades personales con alguna de las partes enfrentadas en los hechos que relate.
El poder, además, seduce con sus tentaciones al comentarista de nombre conocido, e ignora al informador anónimo, cuya firma no suele encabezar su información.
Es más provechoso social y económicamente ser comentarista conocido que informador anónimo.
En los textos del informador, lo que relata tiene más importancia que el estilo del relato, y el buen dominio del lenguaje es la única herramienta para hacerlo ameno.
En el comentarista es más determinante la forma que el fondo y puede utilizar la ironía, el sarcasmo o la mordacidad como recursos de amenidad.
Comentarista puede ser cualquiera. Periodista, solamente el que renuncie a utilizar su oficio como púlpito privilegiado.
Se dice, pues, que el periodista es un notario de la actualidad y, como tal, se supone que debe dejar constancia de hechos fehacientes que presencie o le consten.
Si un notario sazonara los hechos que refleje su acta con sus opiniones personales, su particular interpretación de gestos, o asumiera como verdad la opinión expresada por otro, sería un mal profesional.
Lo mismo podría decirse del periodista que distorsione la información adobándola con su opinión, o matizandola por su simpatía o ideología personales.
No todo el que escribe en un periódico o interviene en radio o televisión es, pues, periodista.
El periodista debe procurar activamente que sus simpatías no influyan en el relato de los hechos que narre.
¿No tiene derecho el periodista a opinar y a difundir su opinión? Tanta como cualquier ciudadano, pero ese derecho a la opinión no se lo da su oficio de periodista, sino su cualidad de ciudadano.
El periodista que camufla su opinión tras la máscara de la información es lo más parecido al bandolero que se emboza para ocultar su identidad. En el momento en que opine, deja de ser periodista para convertirse en predicador laico, en agitador político o en apóstol social.
Todas esas vocaciones tienen nobleza, si se ejercen a cara descubierta, porque la información debe ser imparcial, objetiva, neutra y aséptica para que sea creíble.
Informar sin que las simpatías del informador trasciendan a la información es una tarea melindrosa y, por eso, el informador ocupa el escalafón mas elevado en la profesión periodística.
Si eso es así, ¿por qué hay tantos periodistas que opinan? La primera razón es porque el periodista puro degenera hasta transmutarse en comentarista.
El comentarista no tiene que ser testigo de lo que relate, comprobar la veracidad de los datos de su informante, ni contrastarlos con datos de informantes opuestos.
Al contrario que el informador, no tiene que cuidar la redacción de sus textos para que no traduzcan sus afinidades personales con alguna de las partes enfrentadas en los hechos que relate.
El poder, además, seduce con sus tentaciones al comentarista de nombre conocido, e ignora al informador anónimo, cuya firma no suele encabezar su información.
Es más provechoso social y económicamente ser comentarista conocido que informador anónimo.
En los textos del informador, lo que relata tiene más importancia que el estilo del relato, y el buen dominio del lenguaje es la única herramienta para hacerlo ameno.
En el comentarista es más determinante la forma que el fondo y puede utilizar la ironía, el sarcasmo o la mordacidad como recursos de amenidad.
Comentarista puede ser cualquiera. Periodista, solamente el que renuncie a utilizar su oficio como púlpito privilegiado.
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