Son periodistas los profesionales que elaboran textos y los editan, titulan, ordenan, valoran y confeccionan para su difusión en periódicos.
Por extensión, son igualmente periodistas los que hacen las mismas o similares tareas en los relativamente modernos medios audiovisuales: radio, televisión, Internet o noticieros de formato cinematográfico.
Pero no todos los que escriben en periódicos o Internet ni los que hablan o actúan en radio, televisión, o noticieros cinematográficos son periodistas.
El periodista informa y respeta normas estrictas destinadas a desvincular opinión de información.
La firma de una información no exime a su autor de respetar las normas. Solo constata que el firmante fue testigo presencial de los hechos que narra.
Los textos de opinión sin firma expresan el parecer de la empresa periodística y del editor sobre el asunto del que se escribe o habla.
Los textos de opinión firmados expresan el parecer del autor, que suele ser colaborador y no empleado de la empresa periodística difusora.
Si el firmante de un artículo de opinión fuera también redactor del medio de difusión, la pieza de opinión firmada sería de su exclusiva responsabilidad y no de la de la empresa y, en lo tocante al artículo de opinión firmado, habría que entender que ha renunciado tácitamente a su condición de periodista.
Como ciudadano común, tiene libertad para difundir, polemizar, defender y evangelizar en controversias políticas, sociales, religiosas, estéticas o deportivas. En todo.
Como periodista, tiene obligación de ser neutral. Si lo consigue, será buen periodista.
Si no fuera objetivo, habría que enjuiciarlo como mal periodista en el mejor de los casos y, como ventajista que se camufla tras el prestigio de su profesión para engañar a incautos, en el peor.
Quien ha estado más de treinta años intentando hacer periodismo objetivo y varios meses opinando sin informar, puede garantizarles que lo primero es lo más difícil.
Por respeto a una profesión digna, suplico a los pedagogos políticos y a los evangelistas sociales que se ganan tan brillante y espléndidamente la vida con el vicio nacional de la tertulia que, en esas funciones, no invoquen su condición de periodistas.
domingo, 1 de marzo de 2009
sábado, 28 de febrero de 2009
OBAMA NOS DEJA POR OTRA
Estaban tan acostumbrados a que el presidente de los Estados Unidos fuera uno de los suyos que los europeos no se han percatado todavía de que el moro Barak Husein Obama es de los otros.
Desde sus primeras iniciativas, el negro que para los europeos era la gran esperanza blanca frente al arrogante George Bush, les está mostrando que, al contrario que sus antecesores en el cargo, no comparte la herencia cultural europea.
Empezó por una insignificancia: su primera entrevista televisada la concedió a una televisión mora, su primer viaje al extranjero no fue a México, como litúrgicamente hacían sus predecesores, el primer periplo de su secretaria de Estado ha sido al extremo oriente y el primer gobernante extranjero que recibirá en la casa Blanca será un japonés.
¿Qué es Europa, pues, para Obama?
Ante todo, el vertedero idóneo para sus presos indeseables de Guantánamo y el inagotable fondo del que extraer dinero y soldados para su aventura en Afganistán.
La política exterior de Obama, por lo que indican los balbuceos de su presidencia, se va a centrar en regiones alejadas de Europa, lo que era previsible porque, desde que terminó la segunda guerra mundial, se vaticinaba que los intereses norteamericanos se desplazaban del Atlántico al Pacífico.
Le ha tocado hacer bueno ese vaticinio a Obama que, además, es de los pocos presidentes norteamericanos llegados a Washington desde la cuenca del Pacífico y no de la del Atlántico. Desde su Hawai natal quedan más cerca las costas de Asia que las de Europa.
Para el atavismo de sus raíces paternas, las preponderantes en un musulmán, atraen más a un keniata de las orillas del Indico los pueblos del oriente que los de la exótica Europa colonialista.
Europa además, para un norteamericano, es un aliado fiable y libre de conflictos, sobre todo desde que la Unión Soviética chaqueteó hace 20 años y dejó de cortejar y amenazar a las democracias europeas.
La amenaza a los Estados Unidos está ahora localizada en los gigantes adolescentes China, La India, Corea, Pakistán-Afaganistan, Indonesia y Japón, todos potencias nucleares, menos los dos últimos por ahora, políticamente inestables y exageradamente emprendedores en el comercio mundial.
Volviendo su mirada hacia el extremo oriente, además, los Estados Unidos no hacen más que recuperar sus orígenes imperialistas: las islas Filipinas que arrebataron a España más por incapacidad española que por méritos norteamericanos.
Bueno será recordarlo: El capitán general Primo de Rivera, penúltimo gobernador de Filipinas, salió de naja en el último vapor correo de Manila para salvar su prestigio, sus sedas, maderas preciosas y porcelanas pocas horas antes del ataque naval norteamericano. No había hecho absolutamente nada para impedir la inevitable derrota, salvo mandar sembrar minas falsas para engañar a los espías.
Los artilleros que en Corregidor, Pulo Caballo e Isla del Fraile, deberían haber estorbado la entrada de la flota del comodoro Dewey en la bahía de Manila, no dispararon porque estaban durmiendo con las nativas en tierra firme y no detectaron el paso de la flota enemiga.
La culpa de que Obama vuelque la atención de su política exterior en Extremo Oriente, es pues, cronológicamente y en primer lugar, de España, por haberles permitido iniciar allí su expansión imperialista y, en segundo lugar, de la Unión Soviética por haber dejado de ser una amenaza comunista para Europa.
Si los Estados Unidos nos dejan de lado y nos meten tachito con los de otras latitudes, no culpemos a la lozanía de su nueva amante, sino al poco atractivo de nuestra ajada belleza fondona.
Desde sus primeras iniciativas, el negro que para los europeos era la gran esperanza blanca frente al arrogante George Bush, les está mostrando que, al contrario que sus antecesores en el cargo, no comparte la herencia cultural europea.
Empezó por una insignificancia: su primera entrevista televisada la concedió a una televisión mora, su primer viaje al extranjero no fue a México, como litúrgicamente hacían sus predecesores, el primer periplo de su secretaria de Estado ha sido al extremo oriente y el primer gobernante extranjero que recibirá en la casa Blanca será un japonés.
¿Qué es Europa, pues, para Obama?
Ante todo, el vertedero idóneo para sus presos indeseables de Guantánamo y el inagotable fondo del que extraer dinero y soldados para su aventura en Afganistán.
La política exterior de Obama, por lo que indican los balbuceos de su presidencia, se va a centrar en regiones alejadas de Europa, lo que era previsible porque, desde que terminó la segunda guerra mundial, se vaticinaba que los intereses norteamericanos se desplazaban del Atlántico al Pacífico.
Le ha tocado hacer bueno ese vaticinio a Obama que, además, es de los pocos presidentes norteamericanos llegados a Washington desde la cuenca del Pacífico y no de la del Atlántico. Desde su Hawai natal quedan más cerca las costas de Asia que las de Europa.
Para el atavismo de sus raíces paternas, las preponderantes en un musulmán, atraen más a un keniata de las orillas del Indico los pueblos del oriente que los de la exótica Europa colonialista.
Europa además, para un norteamericano, es un aliado fiable y libre de conflictos, sobre todo desde que la Unión Soviética chaqueteó hace 20 años y dejó de cortejar y amenazar a las democracias europeas.
La amenaza a los Estados Unidos está ahora localizada en los gigantes adolescentes China, La India, Corea, Pakistán-Afaganistan, Indonesia y Japón, todos potencias nucleares, menos los dos últimos por ahora, políticamente inestables y exageradamente emprendedores en el comercio mundial.
Volviendo su mirada hacia el extremo oriente, además, los Estados Unidos no hacen más que recuperar sus orígenes imperialistas: las islas Filipinas que arrebataron a España más por incapacidad española que por méritos norteamericanos.
Bueno será recordarlo: El capitán general Primo de Rivera, penúltimo gobernador de Filipinas, salió de naja en el último vapor correo de Manila para salvar su prestigio, sus sedas, maderas preciosas y porcelanas pocas horas antes del ataque naval norteamericano. No había hecho absolutamente nada para impedir la inevitable derrota, salvo mandar sembrar minas falsas para engañar a los espías.
Los artilleros que en Corregidor, Pulo Caballo e Isla del Fraile, deberían haber estorbado la entrada de la flota del comodoro Dewey en la bahía de Manila, no dispararon porque estaban durmiendo con las nativas en tierra firme y no detectaron el paso de la flota enemiga.
La culpa de que Obama vuelque la atención de su política exterior en Extremo Oriente, es pues, cronológicamente y en primer lugar, de España, por haberles permitido iniciar allí su expansión imperialista y, en segundo lugar, de la Unión Soviética por haber dejado de ser una amenaza comunista para Europa.
Si los Estados Unidos nos dejan de lado y nos meten tachito con los de otras latitudes, no culpemos a la lozanía de su nueva amante, sino al poco atractivo de nuestra ajada belleza fondona.
jueves, 26 de febrero de 2009
GARZON Y LOS INGRATOS DEL PP
Tenía razón el viejo Sócrates al admirarse de que el mayor de todos los misterios fuera el hombre, pero lo hubiera espantado el misterio del hombre que se dedica a la política y habría caído en el mayor de los desconciertos si, además, fuera del Partido Popular.
Ni el más sabio de los atenienses que era Sócrates ni el más sabio de los españoles contemporáneos, que soy yo, comprendemos el rebote que se han agarrado los del Partido Popular contra Baltasar Garzón.
El esforzado juez, al fin y al cabo, no intenta más que librar al partido de los posibles desaprensivos que le impiden ganar las elecciones y recuperar el poder para volver a salvar a España.
No tengo yo muy claro que la honestidad sea la principal virtud que un gobernado debe exigir para dar su confianza al que quiera gobernarlo, pero tengo que reconocer que la honradez no estorba.
Un político, para alcanzar el poder en este sistema parlamentario al que nos hemos autosometido desde 1978 los que vivimos entre Andorra y Gibraltar, debe conseguir en las elecciones más votos que sus oponentes.
Los votantes, para preferirlo a los demás aspirantes, deberían confiar en que resolverá mejor que los demás los problemas de la sociedad.
La capacidad de resolver los problemas de la sociedad debería ser,pues, determinante para confiarle el poder a un político.
Si fuera capaz de resolver esos problemas, anticipar la solución de los que puedan surgir y, además hacerlo sin sisar, los gobernados podrían tirar el gorro por alto.
Pero, como el horno no está para bollos ni el verde para pitos, no seamos ambiciosos. Los políticos capaces de resolver problemas escasean, los honestos parecen un especie en extinción y los que al mismo tiempo sean capaces y honrados se dedican a tareas más nobles que la de engatusar a los ingenuos.
Por eso asombra el cabreo de los del PP contra el empeño del benemérito Garzón que quiere separar el honrado trigo de la dañina paja en el cedazo de la justicia.
Y es que Garzón, al que su destino existencial de combatir las miserias humanas lo acerca cada día más a la sabiduría, sabe que los votantes, con la bendita inocencia de la candidez, valoran más la honestidad que la capacidad al preferir las virtudes de sus gobernantes.
Por eso quiere que el Partido Popular, limpio de polvo y paja, esté en condiciones de ganarle al PSOE las elecciones de dentro de tres años y nada mejor que ayudarle a que sea lo más parecido a los socialistas: incapaces, pero honrados.
Agradecidos a Garzón deberían estar Mariano Rajoy y su Partido Popular. Además de incapaces de separar por sí mismos a los malos de los buenos, se enfadan con quien los ayuda. Son unos desagradecidos.
Ni el más sabio de los atenienses que era Sócrates ni el más sabio de los españoles contemporáneos, que soy yo, comprendemos el rebote que se han agarrado los del Partido Popular contra Baltasar Garzón.
El esforzado juez, al fin y al cabo, no intenta más que librar al partido de los posibles desaprensivos que le impiden ganar las elecciones y recuperar el poder para volver a salvar a España.
No tengo yo muy claro que la honestidad sea la principal virtud que un gobernado debe exigir para dar su confianza al que quiera gobernarlo, pero tengo que reconocer que la honradez no estorba.
Un político, para alcanzar el poder en este sistema parlamentario al que nos hemos autosometido desde 1978 los que vivimos entre Andorra y Gibraltar, debe conseguir en las elecciones más votos que sus oponentes.
Los votantes, para preferirlo a los demás aspirantes, deberían confiar en que resolverá mejor que los demás los problemas de la sociedad.
La capacidad de resolver los problemas de la sociedad debería ser,pues, determinante para confiarle el poder a un político.
Si fuera capaz de resolver esos problemas, anticipar la solución de los que puedan surgir y, además hacerlo sin sisar, los gobernados podrían tirar el gorro por alto.
Pero, como el horno no está para bollos ni el verde para pitos, no seamos ambiciosos. Los políticos capaces de resolver problemas escasean, los honestos parecen un especie en extinción y los que al mismo tiempo sean capaces y honrados se dedican a tareas más nobles que la de engatusar a los ingenuos.
Por eso asombra el cabreo de los del PP contra el empeño del benemérito Garzón que quiere separar el honrado trigo de la dañina paja en el cedazo de la justicia.
Y es que Garzón, al que su destino existencial de combatir las miserias humanas lo acerca cada día más a la sabiduría, sabe que los votantes, con la bendita inocencia de la candidez, valoran más la honestidad que la capacidad al preferir las virtudes de sus gobernantes.
Por eso quiere que el Partido Popular, limpio de polvo y paja, esté en condiciones de ganarle al PSOE las elecciones de dentro de tres años y nada mejor que ayudarle a que sea lo más parecido a los socialistas: incapaces, pero honrados.
Agradecidos a Garzón deberían estar Mariano Rajoy y su Partido Popular. Además de incapaces de separar por sí mismos a los malos de los buenos, se enfadan con quien los ayuda. Son unos desagradecidos.
martes, 24 de febrero de 2009
RACHAS TOTALITARIAS
En sus “Cartas Finlandensas” narra el granadino Angel Ganivet la parábola de los esfuerzos de una familia, como símbolo de las corrientes totalitarias que germinaban a finales del siglo diecinueve y que, años más tarde, justificaron los totalitarismos comunistas y nazi-fascistas.
Una jauría de lobos famélicos, cuenta Ganivet, acosa el trineo en el que un campesino lapón y su familia recorren la inmensidad nevada de Laponia.
Parece inevitable que todos morirán a dentelladas devorados por las fieras pero, en un intento desesperado por salvar por lo menos a parte de la familia, el padre decide arrojar a los lobos primero al hijo más pequeño y, por orden de edad, a los que lo siguen.
Es la síntesis de la filosofía totalitaria: si todo el partido, el pueblo y el estado es feliz, son felices los individuos que lo integran. Está justificado el sacrificio de kulaks o judios, si con ello se logra la felicidad del volk, del pueblo.
La democracia se asienta en que la felicidad colectiva es resultado de la suma de la felicidad de todos y cada un o de los individuos que integran la comunidad. Sacrificar al más desvalido o gravoso de la comunidad es una aberración tan nefanda como sacrificar a la comunidad en su conjunto.
Los meteorólogos sociales harían bien en alertar a la humanidad sobre las rachas esporádicas que detectan y que podrían preludiar una nueva borrasca totalitaria: el sacrificio, aunque se argumente que es en su propio bien, de los enfermos terminales, la interrupción de la gestación de los concebidos indeseados o los sacrificados por EREs para salvar a compañeros de trabajo.
De esas minorías sacrificadas para salvar a mayorías en peligro hay un caso paradigmático: la sentencia de una jueza de Madrid que aprobó y justificó el ERE ilegal promovido por la Agencia EFE contra mas de 400 de sus empleados, argumentando que era la solución más barata.
Los 400 despedidos, para la jueza, no pasaban de ser el hijo menor de la familia del campesino lapón acosado por los lobos.
Una jauría de lobos famélicos, cuenta Ganivet, acosa el trineo en el que un campesino lapón y su familia recorren la inmensidad nevada de Laponia.
Parece inevitable que todos morirán a dentelladas devorados por las fieras pero, en un intento desesperado por salvar por lo menos a parte de la familia, el padre decide arrojar a los lobos primero al hijo más pequeño y, por orden de edad, a los que lo siguen.
Es la síntesis de la filosofía totalitaria: si todo el partido, el pueblo y el estado es feliz, son felices los individuos que lo integran. Está justificado el sacrificio de kulaks o judios, si con ello se logra la felicidad del volk, del pueblo.
La democracia se asienta en que la felicidad colectiva es resultado de la suma de la felicidad de todos y cada un o de los individuos que integran la comunidad. Sacrificar al más desvalido o gravoso de la comunidad es una aberración tan nefanda como sacrificar a la comunidad en su conjunto.
Los meteorólogos sociales harían bien en alertar a la humanidad sobre las rachas esporádicas que detectan y que podrían preludiar una nueva borrasca totalitaria: el sacrificio, aunque se argumente que es en su propio bien, de los enfermos terminales, la interrupción de la gestación de los concebidos indeseados o los sacrificados por EREs para salvar a compañeros de trabajo.
De esas minorías sacrificadas para salvar a mayorías en peligro hay un caso paradigmático: la sentencia de una jueza de Madrid que aprobó y justificó el ERE ilegal promovido por la Agencia EFE contra mas de 400 de sus empleados, argumentando que era la solución más barata.
Los 400 despedidos, para la jueza, no pasaban de ser el hijo menor de la familia del campesino lapón acosado por los lobos.
lunes, 23 de febrero de 2009
EL BERMEJAZO
Aunque no sea original, este 23 de Febrero aniversario de aquél que ha pasado a la historia como “El Tejerazo”, es inevitable bautizarlo como “El Bermejazo”, el día en el que se ha anunciado la dimisión, que es el eclipse,de un político rutilante hasta hoy como Mariano Fernández Bermejo.
Si es cierto, como dicen, que hasta el otrora envidiado, por todopoderoso, Pedro Solbes, ha admitido su propia envidia porque el protagonista del Bermejazo ha pasado de ministro a ex, negro porvenir hay que augurar al gabinete que vicepreside Solbes.
El gobierno que preside el político con apellido de remendón, del que se ha escapado Bermejo y del que está deseando salir Solbes, tiene un futuro más negro que la sotana de un cura preconciliar.
Si, como parece inevitable, la incapacidad gubernamental para sortear la borrasca de la crisis que se negaban a admitir se encrespa, los votantes van a librarse a gorrazos como de las molestas avispas estivales del gobierno del que hasta hoy formaba parte Bermejo y del que, a su pesar forma parte todavía Solbes.
Mientras no se confirme, sigue siendo una maledicencia de la deslenguada oposición que el ministro dimitido se ha garantizado acomodo más placentero para sus quehaceres de futuro,como montero mayor del Reino.
Dicen los lenguaraces que exige que a las piezas venatorias se les implante un chip que, activado a distancia, deje en estado catatónico a venados, jabalíes y muflones durante tres segundos, tiempo suficiente para que el escopetero pueda dispararles con garantía de atinarles y dejarlas fritas.
Pura falacia.
Si es cierto, como dicen, que hasta el otrora envidiado, por todopoderoso, Pedro Solbes, ha admitido su propia envidia porque el protagonista del Bermejazo ha pasado de ministro a ex, negro porvenir hay que augurar al gabinete que vicepreside Solbes.
El gobierno que preside el político con apellido de remendón, del que se ha escapado Bermejo y del que está deseando salir Solbes, tiene un futuro más negro que la sotana de un cura preconciliar.
Si, como parece inevitable, la incapacidad gubernamental para sortear la borrasca de la crisis que se negaban a admitir se encrespa, los votantes van a librarse a gorrazos como de las molestas avispas estivales del gobierno del que hasta hoy formaba parte Bermejo y del que, a su pesar forma parte todavía Solbes.
Mientras no se confirme, sigue siendo una maledicencia de la deslenguada oposición que el ministro dimitido se ha garantizado acomodo más placentero para sus quehaceres de futuro,como montero mayor del Reino.
Dicen los lenguaraces que exige que a las piezas venatorias se les implante un chip que, activado a distancia, deje en estado catatónico a venados, jabalíes y muflones durante tres segundos, tiempo suficiente para que el escopetero pueda dispararles con garantía de atinarles y dejarlas fritas.
Pura falacia.
miércoles, 18 de febrero de 2009
ACLARACION AL MINISTRO BERMEJO
Si no fuera más listo que Lepe, a Mariano Fernández Bermejo no lo habrían hecho ministro, ni sería fiscal si careciera de rigor intelectual y moral.
Dar por sentado que lo adornan esas virtudes no implica, necesariamente, una garantía de que lo sepa todo, ni excluye que alguien de menor talla intelectual y más condescendiente con las flaquezas humanas pueda ayudarle a comprender lo que no entiende.
Me conmovió el desconcierto de Bermejo cuando, desde su altiva sabiduría de ministro de Justicia, confesó en televisión su incomprensión de las razones por las que se declararan en huelga magistrados y pilotos de líneas aéreas, y no lo hicieran obreros y trabajadores.
Intentaré explicárselo, con el único ánimo de ayudarlo:
La huelga es el recurso extremo al que recurre quien, después de reclamar reiteradamente un derecho, se niega a seguir trabajando para el que le niega lo que pide, como medida de presión para que acceda a su petición.
Para que la huelga sea eficaz debe secundarla el mayor número posible de afectados porque, si se limita a paros individuales y descoordinados, no afecta a la producción de bienes o servicios con cuya comercialización se enriquece el empresario reacio.
La organización de una huelga requiere esfuerzos de difusión, concienciación, coordinación y apoyo de los posibles huelguistas, por lo que son los sindicatos las únicas organizaciones que, de hecho, pueden organizar una huelga eficaz.
Para ello, la burocracia que maneja el sindicato no debe tener otros intereses que defender que los de sus afiliados, ni otra lealtad que la que, con el pago de sus cuotas, tienen derecho a exigirle los cotizantes sindicales.
Pero, si los sindicatos recibieran subvenciones adicionales a las de las cuotas de sus afiliados, se expondrían a un conflicto de intereses que los paralizaría en el mejor de los casos y, en el peor, los haría inclinarse en contra de los intereses de sus afiliados.
Que el desconcertado ministro Bermejo averigüe qué subvenciones estatales reciben a través del gobierno las asociaciones profesionales de los magistrados y las de los pilotos.
Una vez conozca ese dato, que recabe el de lo que reciben del gobierno Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores.
Estoy convencido de que el Ministro Bermejo hallará así respuesta a la extrañeza en que lo sumía que pilotos y magistrados vayan a la huelga y no las hagan obreros, campesinos, menestrales ni albañiles.
Si quiere, se la adelanto: Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores cobran más del gobierno que de sus afiliados y, lógicamente, están obligados a defender con más ahinco los intereses de quien le paga más que los de los que le pagan menos.
Y que los afiliados a los sindicatos, aunque seguramente no hará falta que nadie se lo diga, tomen nota de que sus representantes sindicales solamente defenderán sus intereses cuando coincidan con los del gobierno.
Dar por sentado que lo adornan esas virtudes no implica, necesariamente, una garantía de que lo sepa todo, ni excluye que alguien de menor talla intelectual y más condescendiente con las flaquezas humanas pueda ayudarle a comprender lo que no entiende.
Me conmovió el desconcierto de Bermejo cuando, desde su altiva sabiduría de ministro de Justicia, confesó en televisión su incomprensión de las razones por las que se declararan en huelga magistrados y pilotos de líneas aéreas, y no lo hicieran obreros y trabajadores.
Intentaré explicárselo, con el único ánimo de ayudarlo:
La huelga es el recurso extremo al que recurre quien, después de reclamar reiteradamente un derecho, se niega a seguir trabajando para el que le niega lo que pide, como medida de presión para que acceda a su petición.
Para que la huelga sea eficaz debe secundarla el mayor número posible de afectados porque, si se limita a paros individuales y descoordinados, no afecta a la producción de bienes o servicios con cuya comercialización se enriquece el empresario reacio.
La organización de una huelga requiere esfuerzos de difusión, concienciación, coordinación y apoyo de los posibles huelguistas, por lo que son los sindicatos las únicas organizaciones que, de hecho, pueden organizar una huelga eficaz.
Para ello, la burocracia que maneja el sindicato no debe tener otros intereses que defender que los de sus afiliados, ni otra lealtad que la que, con el pago de sus cuotas, tienen derecho a exigirle los cotizantes sindicales.
Pero, si los sindicatos recibieran subvenciones adicionales a las de las cuotas de sus afiliados, se expondrían a un conflicto de intereses que los paralizaría en el mejor de los casos y, en el peor, los haría inclinarse en contra de los intereses de sus afiliados.
Que el desconcertado ministro Bermejo averigüe qué subvenciones estatales reciben a través del gobierno las asociaciones profesionales de los magistrados y las de los pilotos.
Una vez conozca ese dato, que recabe el de lo que reciben del gobierno Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores.
Estoy convencido de que el Ministro Bermejo hallará así respuesta a la extrañeza en que lo sumía que pilotos y magistrados vayan a la huelga y no las hagan obreros, campesinos, menestrales ni albañiles.
Si quiere, se la adelanto: Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores cobran más del gobierno que de sus afiliados y, lógicamente, están obligados a defender con más ahinco los intereses de quien le paga más que los de los que le pagan menos.
Y que los afiliados a los sindicatos, aunque seguramente no hará falta que nadie se lo diga, tomen nota de que sus representantes sindicales solamente defenderán sus intereses cuando coincidan con los del gobierno.
martes, 17 de febrero de 2009
ENSEÑANZAS OTOMANAS
Que José Luis Rodríguez Zapatero, Pepiño Blanco o el estratega que haya diseñado el método de neutralizar a la oposición para conservar el poder me perdonen, pero dudo que sean tan ilustrados como para haberlo calcado del de los sultanes otomanos.
Más mérito tienen por supuesto si, como creo, ha sido fruto de una intuición genial que, por caprichosa coincidencia, es similar al que en tiempos lejanos y felices aplicaban los mandamases de la Sublime Puerta.
Tomemos un botón como muestra:
El Sultán Murad III, que reinó de 1574 a 1595, engendró más de cien hijos varones, de los que lo sobrevivieron 20. El mayor, que lo sucedió con el nombre de Mehmet III, mandó estrangular a sus otros 19 hermanos y a siete de las concubinas de su padre que, al morir, esperaban descendencia de Murad.
Afortunadamente, prácticas tan sanguinarias evolucionaron a métodos menos crueles, aunque igual de eficaces, para neutralizar la oposición al gobernante.
Ahmed I fue el compasivo sultán que abolió el estrangulamiento de sus hermanos y, cuando subió al trono en 1603, ordenó que, en lugar de matar a los demás hijos de su padre, los encerraran en un pabellón especial y los aislaran del mundo exterior.
A partir de entonces, todos los príncipes del sultanato otomano, tras la proclamación como heredero del hermano mayor, pasaron lo que les quedara de vida en los aposentos sellados al exterior, conocidos por "La Jaula", en contacto solamente con eunucos y concubinas.
Pero, como toda precaución le parecía poca al gobernante, era condición indispensable que las concubinas de sus hermanos ya hubieran alcanzado la menopausia.
Si, por un infortunado error de cálculo, alguna de las concubinas concibiera pese a que se suponía que había perdido su capacidad de quedar embarazada, el resultado del error pagaba con su vida el imprevisto accidente.
Los príncipes recluidos, una vez proclamado sultán su hermano mayor, solo alimentaban una tenue esperanza de salir de La Jaula: que el sultán muriera sin descendencia y, por orden cronológico de nacimiento, le correspondiera heredarlo.
Que tomen buena nota los políticos del PP que se quejan de que Rodríguez Zapatero dedica sus esfuerzos a montar insidiosas campañas de desprestigio para impedir que lo depongan de su bien ganada poltrona en el palacio de La Moncloa.
Aunque lo de las campañas fuiera cierto, que seguramente lo será,no los manda estrangular,todavía no los ha encerrado en ninguna Jaula y, ni siquiera, limita a ancianas las amantes con las que puedan desfogar.
Pero ni así están contentos estos políticos del PP, acostumbrados a la vida fácil de los privilegiados por la fortuna. Se quejan de vicio.
sw
Más mérito tienen por supuesto si, como creo, ha sido fruto de una intuición genial que, por caprichosa coincidencia, es similar al que en tiempos lejanos y felices aplicaban los mandamases de la Sublime Puerta.
Tomemos un botón como muestra:
El Sultán Murad III, que reinó de 1574 a 1595, engendró más de cien hijos varones, de los que lo sobrevivieron 20. El mayor, que lo sucedió con el nombre de Mehmet III, mandó estrangular a sus otros 19 hermanos y a siete de las concubinas de su padre que, al morir, esperaban descendencia de Murad.
Afortunadamente, prácticas tan sanguinarias evolucionaron a métodos menos crueles, aunque igual de eficaces, para neutralizar la oposición al gobernante.
Ahmed I fue el compasivo sultán que abolió el estrangulamiento de sus hermanos y, cuando subió al trono en 1603, ordenó que, en lugar de matar a los demás hijos de su padre, los encerraran en un pabellón especial y los aislaran del mundo exterior.
A partir de entonces, todos los príncipes del sultanato otomano, tras la proclamación como heredero del hermano mayor, pasaron lo que les quedara de vida en los aposentos sellados al exterior, conocidos por "La Jaula", en contacto solamente con eunucos y concubinas.
Pero, como toda precaución le parecía poca al gobernante, era condición indispensable que las concubinas de sus hermanos ya hubieran alcanzado la menopausia.
Si, por un infortunado error de cálculo, alguna de las concubinas concibiera pese a que se suponía que había perdido su capacidad de quedar embarazada, el resultado del error pagaba con su vida el imprevisto accidente.
Los príncipes recluidos, una vez proclamado sultán su hermano mayor, solo alimentaban una tenue esperanza de salir de La Jaula: que el sultán muriera sin descendencia y, por orden cronológico de nacimiento, le correspondiera heredarlo.
Que tomen buena nota los políticos del PP que se quejan de que Rodríguez Zapatero dedica sus esfuerzos a montar insidiosas campañas de desprestigio para impedir que lo depongan de su bien ganada poltrona en el palacio de La Moncloa.
Aunque lo de las campañas fuiera cierto, que seguramente lo será,no los manda estrangular,todavía no los ha encerrado en ninguna Jaula y, ni siquiera, limita a ancianas las amantes con las que puedan desfogar.
Pero ni así están contentos estos políticos del PP, acostumbrados a la vida fácil de los privilegiados por la fortuna. Se quejan de vicio.
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