Aunque parezca mentira, a principios de marzo 35.988 españoles conservaban los empleos que perderían a lo largo del mes.
Que todavía quedaran trabajadores sin apuntarse al paro, por increible, era una buena noticia.
Pero poco dura la alegría en la casa del pobre, porque el almíbar de que queda gente en España con empleo lo ha amargado el acíbar del caso Gürtel.
Estos periodistas, que abusan de la libertad que la Constitución les garantiza, son implacables. La buena noticia del desempleo la contrarrestaron, inmediatamente, con las indiscreciones de los corruptos del caso Correa.
Entre las trascendentales misiones del periodista se incluye la de serenar los ánimos de sus conciudadanos y la revelación de las travesuras de los corruptos encrespa el descontento, en estos tiempos de turbulencia y crisis.
En la soberbia de su ignorancia, los periodistas creen que el conocimiento contribuye a la felicidad y no se percatan de que detallarle a un parado lo fácil que para un político es meter la mano vacía para sacarla llena de millones encrespa, y no mitiga, su desgracia.
Se demuestra que la libertad de prensa es una amenaza y no un logro porque saber que los políticos y sus compinches roban a manos llenas no hace más feliz al ignorante de las compensaciones de quienes dedican su vida al bien de la Comunidad.
Pero el mal de la libertad de prensa no es absoluto porque la revelación de la trama Gürtel puede que sirva de estímulo a quienes dudaban si merecía la pena dedicarse a la política. Está claro que la política, acometida con dedicación y prudencia, puede ser rentable.
Las revelaciones del sumario Gürtel podrían utilizarla los políticos futuros como texto para sus actividades: basta estudiar detenidamente los fallos que cometieron los implicados para no repetirlos.
Si lo logran, los políticos del futuro conseguirán empleo de por vida, riqueza para sus nietos y, los más suertudos, el agradecimiento de sus conciudadanos que, en algunos casos, hasta podrían erigirles una estatua o, por lo menos, ponerle su nombre a alguna calle de su pueblo.
martes, 6 de abril de 2010
miércoles, 31 de marzo de 2010
ESPAÑA, LA MAS GENEROSA CON HAITÍ
Aunque los españoles deben el equivalente a todo lo que produzcan en los próximos cuatro años, se han comprometido a dar a Haití 346 millones de euros y a perdonarle los 27 que ya adeuda.
La promesa de ayuda a Haití que María Teresa Fernández de la Vega ha hecho en Nueva York se asemeja más a la fanfarronada de un pordiosero que a la generosidad de un administrador prudente.
Los españoles, entre ellos los cinco millones que buscan y no encuentran empleo, necesitan que su gobierno sea más lo segundo que lo primero.
Lo que España ha ofrecido en la ONU para Haití representa más del 30 por ciento de lo que los países de la Unión Europea aportarán para remediar los daños que causó el terremoto en Haití.
España, junto a Grecia, Portugal e Irlanda son países europeos que necesitan ayuda para resolver la crisis económica que ha empobrecido a sus habitantes.
Ahora y en el futuro previsible, los españoles parecen más necesitados de ayuda de otros que en disposición de ayudar a los demás.
La población española representa apenas el diez por ciento de toda la población de la Unión Europea, en ingresos por habitante ocupa el decimoquinto lugar y el penúltimo en porcentaje de desempleados.
Con una población siete veces mayor que la de España y un ingreso por habitante que supera en un 50 al de los españoles, el gobierno de los Estados Unidos ha prometido 2.900 millones de euros para ayudar a Haití.
Comparativamente, los españoles son los ciudadanos más generosos del mundo, lo que contradice el dogma de que todos los hombres somos iguales.
El factor que hace diferentes a los españoles de los otros pueblos de la tierra es, evidentemente, el gobierno.
El de España, para bien o para mal de quienes lo han elegido, es mucho más desprendido siempre, naturalmente, que la solidaridad la practiquen con dineros que no son suyos.
La promesa de ayuda a Haití que María Teresa Fernández de la Vega ha hecho en Nueva York se asemeja más a la fanfarronada de un pordiosero que a la generosidad de un administrador prudente.
Los españoles, entre ellos los cinco millones que buscan y no encuentran empleo, necesitan que su gobierno sea más lo segundo que lo primero.
Lo que España ha ofrecido en la ONU para Haití representa más del 30 por ciento de lo que los países de la Unión Europea aportarán para remediar los daños que causó el terremoto en Haití.
España, junto a Grecia, Portugal e Irlanda son países europeos que necesitan ayuda para resolver la crisis económica que ha empobrecido a sus habitantes.
Ahora y en el futuro previsible, los españoles parecen más necesitados de ayuda de otros que en disposición de ayudar a los demás.
La población española representa apenas el diez por ciento de toda la población de la Unión Europea, en ingresos por habitante ocupa el decimoquinto lugar y el penúltimo en porcentaje de desempleados.
Con una población siete veces mayor que la de España y un ingreso por habitante que supera en un 50 al de los españoles, el gobierno de los Estados Unidos ha prometido 2.900 millones de euros para ayudar a Haití.
Comparativamente, los españoles son los ciudadanos más generosos del mundo, lo que contradice el dogma de que todos los hombres somos iguales.
El factor que hace diferentes a los españoles de los otros pueblos de la tierra es, evidentemente, el gobierno.
El de España, para bien o para mal de quienes lo han elegido, es mucho más desprendido siempre, naturalmente, que la solidaridad la practiquen con dineros que no son suyos.
jueves, 25 de marzo de 2010
DESPENALIZAR Y REGULAR LA CORRUPCION
La discusión sobre los frecuentes casos de corrupción había encrespado el habitualmente mesurado tono de la tertulia de viejos de la que era mentor y árbitro Salomón Cabeza Sagaz.
--“Vuestro Estado de Derecho”—acusó Ramón Pichaymedia a El Ditero—“no es más que un Estado de Delincuentes. Nunca tantos habían robado tanto”.
--“El Estado de Derecho”—replicó el increpado—“permite que se denuncie a los sinvergüenzas, mientras que la Dictadura castigaba a quienes los denunciaban”.
--“Había menos corrupción”—sentenció Ramón—“porque los funcionarios temían al castigo de la autoridad”.
--“Y ahora parece que hay más porque los fascistas aprovechan la libertad de prensa para desprestigiar a la democracia”.
Salomón, al que llamaban Alfonso Décimo por la sabiduría que le reconocían, asistía a la disputa aparentemente desinteresado, aunque consciente de que le solicitarían arbitraje.
--¿“Hay ahora, Salomón?”—se decidió Ramón—“ ¿más corrupción que antes?”.
--“¿No es verdad que la democracia?”—arrimó el ascua a su sardina El Ditero—“puede solucionar mejor que la Dictadura el problema de la corrupción?”
Aunque estaba preparado desde hacía tiempo para intervenir y poner orden, Alfonso Décimo se lo tomó con calma. Apuró el resto de manzanilla, se sirvió otra copa, escogió la loncha de jamón mejor veteada de tocino, la engulló y miró como con sorpresa a sus contertulios.
--“Escandaliza la poca honestidad de los gobernantes y no su incompetencia”—masculló—“aunque los hayáis votado para que resuelvan los problemas que prometieron solucionar y eviten los que deberían haber previsto que surgirían”.
Desde el Olimpo de su sabiduría los amonestó:
--“Si queréis gobernantes frugales, escoged un ermitaño que haya optado por la pobreza como forma de vida. El político aspira, ante todo, a conseguir y conservar el poder”.
--“La rapacidad es un vicio en todo ser humano, pero no el que debería servir de baremo para enjuiciar a un político que, ante todo, debe resolver los problemas de sus conciudadanos y si además lo hace sin forrarse, mejor que mejor”.
Lo miraron desconcertados, pero El Ditero se atrevió:
--“Entonces, ¿todos los políticos se aprovechan del poder para hacerse ricos?”.
--Todos los que crean que el peligro de que los descubran es menor que el beneficio que obtendrán”.
Les explicó que si hay más denuncias de funcionarios corruptos es porque los políticos, al vender sus favores, cambian lo que no es suyo por lo que les pertenecerá en propiedad y porque los políticos están más expuestos que otros ciudadanos a la fiscalización pública de sus actos.
--“Pero el Estado de Derecho puede acabar con la corrupción”—casi imploró El Ditero—“mejor que la Dictadura”.
--“Efectivamente”—concedió Alfonso Décimo—“bastaría repetir lo que ya hizo con el adulterio, la mariconancia, el consumo de drogas o el aborto: despenalizar la corrupción y regularla.
Lo miraron expectantes:
--“Lo peor de la corrupción es que suscita muchos agravios comparativos, por no estar regulada. ¿Es lo mismo vender favores al que te regale unos trajes, al que te pague 40 millones por unos cursos en Nueva York o 1600 millones por emplear a tu hija? Debería aprobarse una ley que fijara topes máximos para los distintos favores administrativos irregulares, que el corruptor podría deducir como gastos en su declaración de la renta y el corrompido sumar como ingresos en la suya.
--“Y sería”—aplaudió Ramón Pichaymedia—“una forma de luchar contra la economía sumergida”.
Salomón concedió:
--“Sería eso, además”.
--“Vuestro Estado de Derecho”—acusó Ramón Pichaymedia a El Ditero—“no es más que un Estado de Delincuentes. Nunca tantos habían robado tanto”.
--“El Estado de Derecho”—replicó el increpado—“permite que se denuncie a los sinvergüenzas, mientras que la Dictadura castigaba a quienes los denunciaban”.
--“Había menos corrupción”—sentenció Ramón—“porque los funcionarios temían al castigo de la autoridad”.
--“Y ahora parece que hay más porque los fascistas aprovechan la libertad de prensa para desprestigiar a la democracia”.
Salomón, al que llamaban Alfonso Décimo por la sabiduría que le reconocían, asistía a la disputa aparentemente desinteresado, aunque consciente de que le solicitarían arbitraje.
--¿“Hay ahora, Salomón?”—se decidió Ramón—“ ¿más corrupción que antes?”.
--“¿No es verdad que la democracia?”—arrimó el ascua a su sardina El Ditero—“puede solucionar mejor que la Dictadura el problema de la corrupción?”
Aunque estaba preparado desde hacía tiempo para intervenir y poner orden, Alfonso Décimo se lo tomó con calma. Apuró el resto de manzanilla, se sirvió otra copa, escogió la loncha de jamón mejor veteada de tocino, la engulló y miró como con sorpresa a sus contertulios.
--“Escandaliza la poca honestidad de los gobernantes y no su incompetencia”—masculló—“aunque los hayáis votado para que resuelvan los problemas que prometieron solucionar y eviten los que deberían haber previsto que surgirían”.
Desde el Olimpo de su sabiduría los amonestó:
--“Si queréis gobernantes frugales, escoged un ermitaño que haya optado por la pobreza como forma de vida. El político aspira, ante todo, a conseguir y conservar el poder”.
--“La rapacidad es un vicio en todo ser humano, pero no el que debería servir de baremo para enjuiciar a un político que, ante todo, debe resolver los problemas de sus conciudadanos y si además lo hace sin forrarse, mejor que mejor”.
Lo miraron desconcertados, pero El Ditero se atrevió:
--“Entonces, ¿todos los políticos se aprovechan del poder para hacerse ricos?”.
--Todos los que crean que el peligro de que los descubran es menor que el beneficio que obtendrán”.
Les explicó que si hay más denuncias de funcionarios corruptos es porque los políticos, al vender sus favores, cambian lo que no es suyo por lo que les pertenecerá en propiedad y porque los políticos están más expuestos que otros ciudadanos a la fiscalización pública de sus actos.
--“Pero el Estado de Derecho puede acabar con la corrupción”—casi imploró El Ditero—“mejor que la Dictadura”.
--“Efectivamente”—concedió Alfonso Décimo—“bastaría repetir lo que ya hizo con el adulterio, la mariconancia, el consumo de drogas o el aborto: despenalizar la corrupción y regularla.
Lo miraron expectantes:
--“Lo peor de la corrupción es que suscita muchos agravios comparativos, por no estar regulada. ¿Es lo mismo vender favores al que te regale unos trajes, al que te pague 40 millones por unos cursos en Nueva York o 1600 millones por emplear a tu hija? Debería aprobarse una ley que fijara topes máximos para los distintos favores administrativos irregulares, que el corruptor podría deducir como gastos en su declaración de la renta y el corrompido sumar como ingresos en la suya.
--“Y sería”—aplaudió Ramón Pichaymedia—“una forma de luchar contra la economía sumergida”.
Salomón concedió:
--“Sería eso, además”.
jueves, 18 de marzo de 2010
SEGUIDILLAS DE LA TARJETA DE BIBIANA
Tratar mal a una dama
tendrá un castigo
que ha ideado con saña
Bibiana Aido.
Los culpables se quejan
que su delito
no merece la afrenta
del correctivo.
Y es que quiere Bibiana
que al maltratante
le muestren la tarjeta
de amonestarle.
Rigurosa en exceso
ven la medida
y más cruel la enmienda
que la caída.
Aunque fuera su falta
mas que mezquina
les parece un abuso
la cartulina.
Por piedad le suplican
a la ministra
que no los equipare
con futbolistas.
tendrá un castigo
que ha ideado con saña
Bibiana Aido.
Los culpables se quejan
que su delito
no merece la afrenta
del correctivo.
Y es que quiere Bibiana
que al maltratante
le muestren la tarjeta
de amonestarle.
Rigurosa en exceso
ven la medida
y más cruel la enmienda
que la caída.
Aunque fuera su falta
mas que mezquina
les parece un abuso
la cartulina.
Por piedad le suplican
a la ministra
que no los equipare
con futbolistas.
miércoles, 17 de marzo de 2010
UNIVERSIDAD, FEMINISMO Y BIBIANA
La osadía es un peligro público si la protagoniza un gobernante que, en el ejercicio de sus responsabilidades ministeriales, impulsa reformas que afecten a quienes está obligado a gobernar con prudencia.
Mientras más alta sea la jerarquía del gobernante osado más graves serán las consecuencias de sus decisiones, por lo que no es equiparable el error de un rey absoluto como Fernando VII al de una audaz ministra como la de Igualdad Bibiana Aido.
Fernando decidió crear en 1830 la Real Escuela de Tauromaquia, después y como aparente expiación por el cierre de todas las universidades de España.
Aunque no deslumbren como focos de irradiación de conocimientos y cultura, las universidades españolas están actualmente repletas de alumnos afanados en terminar cuanto antes sus estudios para engrosar las listas del paro.
Pero, aunque las escuelas y facultades estén abiertas y abarrotadas de alumnos, la enseñanza universitaria en España--como todo el país—atraviesa una honda crisis, o al menos esa es la percepción generalizada.
Y para sacarla de la crisis en que está sumida, ¿de quien esperar el remedio, sino de la Ministra Aido?
En el solemne recinto del Senado, el adusto discutidero en el que las más reposadas, preclaras y sagaces mentes nacionales esparcen sabiduría con la voz de su experiencia, Bibiana ha propuesto que el feminismo ocupe “un lugar en la formación troncal” de los estudios universitarios españoles.
Como toda solución genial a un problema complejo, la de Bibiana Aido sorprende por su aparente simplicidad.
No tiene el empaque de la solución que Fernando séptimo dio al cierre de las universidades creando la escuela de tauromaquia, pero la de Bibiana posiblemente sea más eficaz.
Porque, ¿a quién se le hubiera ocurrido estudiar en la escuela de ingeniería la resistencia de materiales inspirándose en el feminismo, o la propagación de las ondas sonoras en el reclamo de la perdiz, según su sexo?
Mientras más alta sea la jerarquía del gobernante osado más graves serán las consecuencias de sus decisiones, por lo que no es equiparable el error de un rey absoluto como Fernando VII al de una audaz ministra como la de Igualdad Bibiana Aido.
Fernando decidió crear en 1830 la Real Escuela de Tauromaquia, después y como aparente expiación por el cierre de todas las universidades de España.
Aunque no deslumbren como focos de irradiación de conocimientos y cultura, las universidades españolas están actualmente repletas de alumnos afanados en terminar cuanto antes sus estudios para engrosar las listas del paro.
Pero, aunque las escuelas y facultades estén abiertas y abarrotadas de alumnos, la enseñanza universitaria en España--como todo el país—atraviesa una honda crisis, o al menos esa es la percepción generalizada.
Y para sacarla de la crisis en que está sumida, ¿de quien esperar el remedio, sino de la Ministra Aido?
En el solemne recinto del Senado, el adusto discutidero en el que las más reposadas, preclaras y sagaces mentes nacionales esparcen sabiduría con la voz de su experiencia, Bibiana ha propuesto que el feminismo ocupe “un lugar en la formación troncal” de los estudios universitarios españoles.
Como toda solución genial a un problema complejo, la de Bibiana Aido sorprende por su aparente simplicidad.
No tiene el empaque de la solución que Fernando séptimo dio al cierre de las universidades creando la escuela de tauromaquia, pero la de Bibiana posiblemente sea más eficaz.
Porque, ¿a quién se le hubiera ocurrido estudiar en la escuela de ingeniería la resistencia de materiales inspirándose en el feminismo, o la propagación de las ondas sonoras en el reclamo de la perdiz, según su sexo?
lunes, 15 de marzo de 2010
DISCUSION TABERNARIA POR LA ECONOMIA SOSTENIBLE
El significado de economía sostenible parecía irrelevante pero, por la enconada controversia que suscitó, se diría que discutían la conveniencia de la cebolla en el sofrito para la paella.
--“La economía sostenible”—pontificaba El Ditero con aplomo impropio de su aspecto escuchimizado—“es la solución democrática contra la explotación de la clase obrera por los señoritos y la aristocracia”.
--“Es un invento del que nunca ha dado el callo”—replicó con sonrisa de medio lado el corpulento Ramón Pichaymedia—“porque si se hubieran tenido que manchar las manos con barro y no con tinta, no dirían tonterías".
Si no llegaron a las manos no fue por la amistad que los unía, sino por carecer del vigor que requiere liarse a golpes, por miedo a recibir más de lo que dieran y porque, para ejercer como siempre de árbitro, contaban con Salomón Cabeza Sagaz.
A petición de partes, intervino Alfonso Décimo:
--¨Lo de economía sostenible aparece en la Ley que, para salir cuanto antes de la crisis que tiene en coma a medio mundo, empezará a hacer efecto en España dentro de veinte años”.
Por la mesura de su voz o por la autoridad que sus contertulios le concedían y que tanto lo halagaba, El Ditero y Pichaymedia lo escuchaban como si esperaran oir cantar a los niños de San Ildefonso el número de su décimo de lotería.
--“La economía”—recitó—“es una ciencia que estudia la producción, intercambio, distribución y consumo de los bienes y servicios que necesita el hombre”.
--“Los economistas”—siguió—“se especializan en microeconomía, que se refiere a los consumidores directos y a las empresas, o macroeconomía que trata, globalmente, de la producción, el desempleo, la balanza de pagos, la inflación o el impacto de los salarios”.
--“No me digas”—se atrevió a interrumpir El Ditero—“que la economía sostenible la ha inventado Zapatero”.
--“No te lo digo”—concedió Salomón—“porque Zapatero no es capaz de inventar nada. Se limitó, como siempre, a tomar el rábano por las hojas y a llamar economía sostenible a lo que el Informe Brundtland definió en 1987 como Desarrollo Sostenible: “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”.
--Pues si es eso, Zapatero lleva razón, aunque se haya equivocado en el nombre de su Ley.
--Pues lo que yo creo—replicó Ramón-- es que Zapatero tiene que arreglar los problemas de ahora y no los de luego porque la única economía que necesitamos es la que sea rentable ahora y no dentro de 20 años para que no nos cueste el dinero que ahora no tenemos, sino que produzca el que hace falta.
--Por eso –defendió El Ditero--está haciendo centrales solares y molinos de viento para la electricidad.
--Con subsidios que pagamos entre otros—acusó Ramón-- y cobrando más cara la electricidad que la nuclear o la hidráulica.
--Es economía sostenible—desafió El Ditero—porque durará siempre.
--Es sostenible—vaticinó Ramon-- porque sin ayuda del Estado se derrumbaría.
Salomón miró al techo, hizo una seña al Pitorro y le pidió media de manzanilla y un plato de jamón bien cortado, y generoso en tocino.
--“La economía sostenible”—pontificaba El Ditero con aplomo impropio de su aspecto escuchimizado—“es la solución democrática contra la explotación de la clase obrera por los señoritos y la aristocracia”.
--“Es un invento del que nunca ha dado el callo”—replicó con sonrisa de medio lado el corpulento Ramón Pichaymedia—“porque si se hubieran tenido que manchar las manos con barro y no con tinta, no dirían tonterías".
Si no llegaron a las manos no fue por la amistad que los unía, sino por carecer del vigor que requiere liarse a golpes, por miedo a recibir más de lo que dieran y porque, para ejercer como siempre de árbitro, contaban con Salomón Cabeza Sagaz.
A petición de partes, intervino Alfonso Décimo:
--¨Lo de economía sostenible aparece en la Ley que, para salir cuanto antes de la crisis que tiene en coma a medio mundo, empezará a hacer efecto en España dentro de veinte años”.
Por la mesura de su voz o por la autoridad que sus contertulios le concedían y que tanto lo halagaba, El Ditero y Pichaymedia lo escuchaban como si esperaran oir cantar a los niños de San Ildefonso el número de su décimo de lotería.
--“La economía”—recitó—“es una ciencia que estudia la producción, intercambio, distribución y consumo de los bienes y servicios que necesita el hombre”.
--“Los economistas”—siguió—“se especializan en microeconomía, que se refiere a los consumidores directos y a las empresas, o macroeconomía que trata, globalmente, de la producción, el desempleo, la balanza de pagos, la inflación o el impacto de los salarios”.
--“No me digas”—se atrevió a interrumpir El Ditero—“que la economía sostenible la ha inventado Zapatero”.
--“No te lo digo”—concedió Salomón—“porque Zapatero no es capaz de inventar nada. Se limitó, como siempre, a tomar el rábano por las hojas y a llamar economía sostenible a lo que el Informe Brundtland definió en 1987 como Desarrollo Sostenible: “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”.
--Pues si es eso, Zapatero lleva razón, aunque se haya equivocado en el nombre de su Ley.
--Pues lo que yo creo—replicó Ramón-- es que Zapatero tiene que arreglar los problemas de ahora y no los de luego porque la única economía que necesitamos es la que sea rentable ahora y no dentro de 20 años para que no nos cueste el dinero que ahora no tenemos, sino que produzca el que hace falta.
--Por eso –defendió El Ditero--está haciendo centrales solares y molinos de viento para la electricidad.
--Con subsidios que pagamos entre otros—acusó Ramón-- y cobrando más cara la electricidad que la nuclear o la hidráulica.
--Es economía sostenible—desafió El Ditero—porque durará siempre.
--Es sostenible—vaticinó Ramon-- porque sin ayuda del Estado se derrumbaría.
Salomón miró al techo, hizo una seña al Pitorro y le pidió media de manzanilla y un plato de jamón bien cortado, y generoso en tocino.
domingo, 14 de marzo de 2010
LA DECISION DEMOCRATICA DE SUBIR EL IVA
Andaba El Ditero, que por algo es hombre de números, echando cuentas sobre cuánto le va a costar la subida del IVA que trama Zapatero y se debatía en sentimientos contradictorios, como diría su admirado Salomón Cabeza Sagaz.
--Bien mirado, y teniendo en cuenta que el gobierno se ha quedado sin cuartos, o gasta menos o rebaña más.
--Pues que gaste menos—saltó como un cigarrón Ramón Pichaymedia—y quite ministros que para nada sirven o les prohiba que viajen y se gasten un dineral.
Ramón seguía escandalizado por el derroche de policías, asesores, y periodistas en el reciente viaje de María Teresa Fernandez de la Vega a su pueblo, el que menos se había visto perjudicado por las inundaciones en Andalucía.
--Tan poco tenía que hacer aquí, que ni éste—señaló con un gesto a Alfonso Décimo—se molestó en asomarse a verla, por mucho que entienda de política.
Salomón, que si no lo hubieran aludido habría guardado su neutral silencio, aclaró:
--No fui a verla por lo mismo que me niego a visitar sitios que, vistos personalmente, te decepcionan al compararlos con lo que habías visto antes en televisión.
El Ditero, hombre de buen conformar y predispuesto a no discutir, concedió:
--Habrá que pagar el IVA porque, como advirtió el propio Zapatero en Sevilla, la subida es una decisión democrática.
--“Las decisiones, hasta que el Jefe del Gobierno habló en Sevilla como Jefe de su Partido”—adoctrinó Salomón a sus secuaces—“son acertadas o erróneas, pero que se tomen de forma unipersonal o colectiva no modifica su idoneidad o su torpeza. Una decisión democrática torpe solo quiere decir que se equivocaron todos los que la adoptaron”.
--Bien mirado, y teniendo en cuenta que el gobierno se ha quedado sin cuartos, o gasta menos o rebaña más.
--Pues que gaste menos—saltó como un cigarrón Ramón Pichaymedia—y quite ministros que para nada sirven o les prohiba que viajen y se gasten un dineral.
Ramón seguía escandalizado por el derroche de policías, asesores, y periodistas en el reciente viaje de María Teresa Fernandez de la Vega a su pueblo, el que menos se había visto perjudicado por las inundaciones en Andalucía.
--Tan poco tenía que hacer aquí, que ni éste—señaló con un gesto a Alfonso Décimo—se molestó en asomarse a verla, por mucho que entienda de política.
Salomón, que si no lo hubieran aludido habría guardado su neutral silencio, aclaró:
--No fui a verla por lo mismo que me niego a visitar sitios que, vistos personalmente, te decepcionan al compararlos con lo que habías visto antes en televisión.
El Ditero, hombre de buen conformar y predispuesto a no discutir, concedió:
--Habrá que pagar el IVA porque, como advirtió el propio Zapatero en Sevilla, la subida es una decisión democrática.
--“Las decisiones, hasta que el Jefe del Gobierno habló en Sevilla como Jefe de su Partido”—adoctrinó Salomón a sus secuaces—“son acertadas o erróneas, pero que se tomen de forma unipersonal o colectiva no modifica su idoneidad o su torpeza. Una decisión democrática torpe solo quiere decir que se equivocaron todos los que la adoptaron”.
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