Rafael Velasco, ha avisado que los andaluces “vamos a defender con todas nuestras fuerzas” la competencia exclusiva de de la Junta de Andalucía sobre las aguas de la Cuenca del Guadalquivir que transcurren por su territorio.
Mejor que el Tribunal Constitucional, el Gobierno español, las Naciones Unidas y Wall Street se lo tomen en serio.
La advertencia no la ha hecho un mindundi : Velasco, vicemandamás de los socialistas al ser vicesecretario general del PSOE-A, en el que acabarán integrándose de grado los andaluces como en tiempos lo hicieron por fuerza en el Movimiento, es no solo el político más prometedor de Andalucía sino que, a veces, cumple lo que promete.
Y razón no le falta a Velasco. Sabe que los estados se forjan cuando los pueblos extienden su control sobre la cuenca del río que vertebra su territorio, y el Guadalquivir es el espinazo de Andalucía.
Todavía hay tiempo de evitar la irritación de Velasco: bastaría con que, en la sentencia que en su día dicte, el Tribunal Constitucional desmienta el rumor de que solamente dos de sus magistrados respaldan las tesis de la Junta de Andalucía y los demás consideran que es el Estado Español el que tiene competencia exclusiva sobre las aguas de la Cuenca del Río.
En caso de que la tesis de los dos magistrados díscolos a las pretensiones de Velasco se impongan, se abrirá el conflicto sobre todo si “todas las fuerzas” que menciona el vicesecretario no excluyen a las militares.
La Junta de Andalucía podría aducir que no ha completado su control sobre la totalidad de la cuenca del Río que vertebra su territorio nacional por lo que promovería la ocupación de las partes de Castilla-La Mancha, Extremadura y Murcia que vierten sus aguas fluviales en el Guadalquivir.
Y ya puestos a conquistar lo que a Andalucía le pertenece, y por inercia, los andaluces podrían llegar hasta Poitiers, que fue de ellos en tiempos como parte de Al Andalus, cuyo glorioso esplendor tantos morófilos añoran.
El inevitable expansionismo andaluz que provocaría una sentencia desfavorable a las tesis de la Junta del Constitucional podría contagiarse a los romanófilos, hasta ahora adversarios de los morófilos, que ya estudian reivindicar no solo el territorio de la antigua Bética, sino todo el que correspondía a la Hispania Ulterior, con lo que Andalucía llegaría hasta Valencia. Torremolinos y Benidorm podrían ser ciudades hermanas.
domingo, 19 de septiembre de 2010
jueves, 16 de septiembre de 2010
PEDROJOTA, EL KINGMAKER PRESUMIDO
Si entre las virtudes que tan pródigamente despliega se incluyera la de la discreción, Pedro José Ramírez Codina pasaría por una reencarnación de Philip Leslie Graham.
Pero el director del diario español “El Mundo” da la impresión de que quiere que se sepa que hace a la vista de todos lo que el editor del norteamericano “The Washington Post” urdía en privado: encumbrar y hundir políticos.
Graham depositó sus simpatías políticas iniciales en Richard Nixon, al que el periódico que hizo grande hundió con la cobertura del caso Watergate.
Apoyó a Eisenhower, se empeñó en conseguir que Lyndon Johnson fuera el candidato demócrata frente a John Kennedy hasta que cambió simpatías y forzó la candidatura de Kennedy como presidente y Johnson como vicepresidente en 1960 y, si una profunda depresión no hubiera desembocado en su suicidio, habría continuado cambiando banderas políticas e influyendo en la elección de presidentes de su país.
Como Pedro Jota, padrino de todos los presidentes españoles en el poder hasta que lo pierden. Pero el editor del “Post”, al contrario que el Director de “El Mundo”, cabildeaba, manipulaba e influía al amparo de la discreción.
En Veo 7, la emisora de Televisión que también controla, Pedro Jota ejerció de Pantocrátor la noche del Jueves. Como un Júpiter condescendiente, daba y quitaba la razón de forma selectiva a Soraya Saenz de Santamaría y José Antonio Alonso, portavoz en el Congreso de los populares la primera y de los socialistas el segundo.
A un espectador escéptico del sainete político español lo que los portavoces dijeran le divertía menos que las admoniciones del que, supuestamente, nada pintaba allí si no era demostrar que su sapiencia era superior a la de los dos discrepantes.
Y la conclusión del espectáculo—y que me perdone el kingmaker español si me equivoco—es que apuesta más por Zapatero que por Rajoy, o que quiere que Rajoy le garantice que saldrá ganando más si (“do ut des”) lo mira con mejores ojos y se quita los guantes para aplaudirlo.
Pero el director del diario español “El Mundo” da la impresión de que quiere que se sepa que hace a la vista de todos lo que el editor del norteamericano “The Washington Post” urdía en privado: encumbrar y hundir políticos.
Graham depositó sus simpatías políticas iniciales en Richard Nixon, al que el periódico que hizo grande hundió con la cobertura del caso Watergate.
Apoyó a Eisenhower, se empeñó en conseguir que Lyndon Johnson fuera el candidato demócrata frente a John Kennedy hasta que cambió simpatías y forzó la candidatura de Kennedy como presidente y Johnson como vicepresidente en 1960 y, si una profunda depresión no hubiera desembocado en su suicidio, habría continuado cambiando banderas políticas e influyendo en la elección de presidentes de su país.
Como Pedro Jota, padrino de todos los presidentes españoles en el poder hasta que lo pierden. Pero el editor del “Post”, al contrario que el Director de “El Mundo”, cabildeaba, manipulaba e influía al amparo de la discreción.
En Veo 7, la emisora de Televisión que también controla, Pedro Jota ejerció de Pantocrátor la noche del Jueves. Como un Júpiter condescendiente, daba y quitaba la razón de forma selectiva a Soraya Saenz de Santamaría y José Antonio Alonso, portavoz en el Congreso de los populares la primera y de los socialistas el segundo.
A un espectador escéptico del sainete político español lo que los portavoces dijeran le divertía menos que las admoniciones del que, supuestamente, nada pintaba allí si no era demostrar que su sapiencia era superior a la de los dos discrepantes.
Y la conclusión del espectáculo—y que me perdone el kingmaker español si me equivoco—es que apuesta más por Zapatero que por Rajoy, o que quiere que Rajoy le garantice que saldrá ganando más si (“do ut des”) lo mira con mejores ojos y se quita los guantes para aplaudirlo.
martes, 14 de septiembre de 2010
EL CONDOR, LA JUBILACION Y EL TRABAJO
El Ditero no solo cree todo lo que le conviene, sino que es particularmente diligente para rentabilizar los frutos de su fé, por lo que a nadie extrañó que la mañana después de que Zapatero dijera que los que se están formando son trabajadores que sirven al Estado, ya hubiera solicitado “una paguita” para su nieta.
--“Pero si todavía”—se escandalizó Ramón Pichaymedia—“ no ha cumplido los tres años”.
--“Justo”—concedió el activo demandante—“y por eso ésta mañana ha empezado primero de educación infantil. Ya se está formando para servir al Estado Español, y se merece una paga. Lo ha dicho el Presidente”.
Ramón no se mesaba los cabellos porque los había perdido al mismo ritmo con que ganaba madurez y admitió que lo irritaba menos la desfachatez del Ditero que la indiferencia de Salomón por la osadía del contertulio.
--“José Luis Rodríguez Zapatero”—terció Salomón Cabeza Sagaz acuciado por Ramón—“ha vuelto a demostrar que es un Presidente del Gobierno con un solo problema: su genialidad intuitiva hace que se adelante siglos a la ramplonería de sus conciudadanos”.
Sonrió El Ditero enseñando la cinematográfica perfección de sus implantes y Ramón tragó saliva antes de exigir:
--“Eso tendrás que explicarlo”.
Salomón, que estaba deseando que le ofrecieran la oportunidad de demostrar la justeza de que a sus espaldas lo llamaran Alfonso Décimo, arrancó:
--Como sabéis, en la reunión se hablaba, además del paro, de las pensiones. Una mente tan ágil como la de Zapatero mezcla a veces conceptos al intentar exponerlos y fue eso lo que le ocurrió. Pensaba en la injusta anacronía con que, como en algunas novelas enrevesadas, trabajo y jubilación se suceden en la vida del hombre.
Ante el silencio escéptico de Ramón y el mutismo interesado de El Ditero, siguió:
--La gente, hasta ahora, trabaja hasta que se jubila a los 67 años, cuando ya los achaques, las amarguras y a veces la soledad les impiden disfrutar los diez o doce años que, por término medio, les queda de vida. Un fraude.
--“Y eso”—cortó ansioso El Ditero—“¿es lo que Zapatero quiere cambiar?”.
--“Precisamente”—asintió Salomón—“Su idea es que los diez o doce años en que se calcule que pueda vivir una persona después de su jubilación, los disfrute a cuenta a partir de los 25 años, cuando su formación académica se haya completado y esté listo para integrarse como elemento activo en la sociedad.
Disfrutará de esa jubilación anticipada los diez o doce años en que el ser humano tiene más alegría, vigor y ganas de vivir y, a los 35 o 37 años, empezará a trabajar hasta su muerte. Aportará su esfuerzo al bienestar y al progreso de la Humanidad el mismo tiempo que ahora, pero cuando trabajar sea una distracción y no un castigo porque el cuerpo le pide otras cosas en lugar de perder el tiempo trabajando”.
Comprendió el Ditero que, si Zapatero es un incomprendido, es porque le pasa como al Cóndor, que vuela solo porque las demás aves no pueden volar tan alto.
--“Pero si todavía”—se escandalizó Ramón Pichaymedia—“ no ha cumplido los tres años”.
--“Justo”—concedió el activo demandante—“y por eso ésta mañana ha empezado primero de educación infantil. Ya se está formando para servir al Estado Español, y se merece una paga. Lo ha dicho el Presidente”.
Ramón no se mesaba los cabellos porque los había perdido al mismo ritmo con que ganaba madurez y admitió que lo irritaba menos la desfachatez del Ditero que la indiferencia de Salomón por la osadía del contertulio.
--“José Luis Rodríguez Zapatero”—terció Salomón Cabeza Sagaz acuciado por Ramón—“ha vuelto a demostrar que es un Presidente del Gobierno con un solo problema: su genialidad intuitiva hace que se adelante siglos a la ramplonería de sus conciudadanos”.
Sonrió El Ditero enseñando la cinematográfica perfección de sus implantes y Ramón tragó saliva antes de exigir:
--“Eso tendrás que explicarlo”.
Salomón, que estaba deseando que le ofrecieran la oportunidad de demostrar la justeza de que a sus espaldas lo llamaran Alfonso Décimo, arrancó:
--Como sabéis, en la reunión se hablaba, además del paro, de las pensiones. Una mente tan ágil como la de Zapatero mezcla a veces conceptos al intentar exponerlos y fue eso lo que le ocurrió. Pensaba en la injusta anacronía con que, como en algunas novelas enrevesadas, trabajo y jubilación se suceden en la vida del hombre.
Ante el silencio escéptico de Ramón y el mutismo interesado de El Ditero, siguió:
--La gente, hasta ahora, trabaja hasta que se jubila a los 67 años, cuando ya los achaques, las amarguras y a veces la soledad les impiden disfrutar los diez o doce años que, por término medio, les queda de vida. Un fraude.
--“Y eso”—cortó ansioso El Ditero—“¿es lo que Zapatero quiere cambiar?”.
--“Precisamente”—asintió Salomón—“Su idea es que los diez o doce años en que se calcule que pueda vivir una persona después de su jubilación, los disfrute a cuenta a partir de los 25 años, cuando su formación académica se haya completado y esté listo para integrarse como elemento activo en la sociedad.
Disfrutará de esa jubilación anticipada los diez o doce años en que el ser humano tiene más alegría, vigor y ganas de vivir y, a los 35 o 37 años, empezará a trabajar hasta su muerte. Aportará su esfuerzo al bienestar y al progreso de la Humanidad el mismo tiempo que ahora, pero cuando trabajar sea una distracción y no un castigo porque el cuerpo le pide otras cosas en lugar de perder el tiempo trabajando”.
Comprendió el Ditero que, si Zapatero es un incomprendido, es porque le pasa como al Cóndor, que vuela solo porque las demás aves no pueden volar tan alto.
lunes, 13 de septiembre de 2010
ZAPATERO ENTRE ANDREOTTI Y CINCINATO
“En estos tiempos de penuria”-- rumió entre dientes Salomón Cabeza Sagaz-- “ hasta los sentimientos deben dosificarse con tacañería”.
El Ditero y Ramón Pichaymedia, los sufridos acólitos de Alfonso Décimo en la tertulia de viejos, lo miraron como si hubiera dicho que, aunque fuera jueves, hacía calor.
--“Lo digo porque Manuel Molares, un amigo de mi heterónimo Miguel Higueras”—aclaró Salomón—“me llama enemigo jurado de Zapatero, al que dice que detesto”.
--“Es que, si no es verdad”—le reprochó El Ditero—“por lo menos lo parece”.
Salomón le explicó que, para compensar el almíbar de sueldo y cargo, al Presidente del Gobierno le corresponde el sinsabor de la crítica.
--“Ya hará méritos el que lo suceda, y lo está deseando aunque después se queje”,- los tranquilizó Alfonso Décimo—“para que lo pongamos a caer de un burro”.
Naturalmente, y como Salomón quería, El Ditero y Pichaymedia cayeron ingenuamente en la trampa de la provocación y arremetieron contra el provocador.
Alfonso Décimo, transmutado en la representación búdica de Shidarta Gautama, los escuchaba con los ojos entornados como si oyera la mansa caída de la lluvia en una fría noche invernal.
--“Naturalmente que soy un envidioso”—les concedió—“porque también a mí me hubiera gustado ir a China y Japón a aclararles a los mandamases de allí que “La Roja” no es ni Pilar Bardem ni Dolores Ibarruri”.
El Ditero, para el que todo el monte es orégano, lo retó:
--“Pues deberías haberte dedicado a la política de joven para no envidiar a los políticos cuando eres ya viejo”.
En ese momento trascendental, Salomón citó a William Tecumesh Sherman, con la solemnidad debida: “Si proponen mi candidatura para algún cargo no aceptaré y, si me eligen, no lo ejerceré”.
En una insólita alianza, Ramón Pichaymedia se unió al Ditero para afearle a Salomón que, si renunciaba a servir al Estado, apoyara a quienes lo hicieran.
--“Lo haría si”—les replicó¬-“los políticos sirvieran al Estado y no se sirvieran de él. Si su compromiso con la Administración fuera temporal y no una forma de vida. Si imitaran a Lucio Quincio Cincinato y no a Giulio Andreotti, que desde 1946 vive de la política”.
Les recordó que quinientos años antes de que Cristo naciera, el Senado Romano acudió a Cincinato, mientras estaba arando su finca, a rogarle que aceptara ser dictador para salvar a la República de la amenaza de los ecuos. Accedió a regañadientes y derrotó a los enemigos de Roma.
A los seis dias de haberla aceptado y cuando cumplió la misión que el Estado le pidió, renunció al poder absoluto y volvió a su arado.
--“A ciudadanos como Cincinato los admiro. De políticos como los que tenemos en España, lo más piadoso que se me ocurre”—sentenció—“es tomármelos a cachondeo”.
El Ditero y Ramón Pichaymedia, los sufridos acólitos de Alfonso Décimo en la tertulia de viejos, lo miraron como si hubiera dicho que, aunque fuera jueves, hacía calor.
--“Lo digo porque Manuel Molares, un amigo de mi heterónimo Miguel Higueras”—aclaró Salomón—“me llama enemigo jurado de Zapatero, al que dice que detesto”.
--“Es que, si no es verdad”—le reprochó El Ditero—“por lo menos lo parece”.
Salomón le explicó que, para compensar el almíbar de sueldo y cargo, al Presidente del Gobierno le corresponde el sinsabor de la crítica.
--“Ya hará méritos el que lo suceda, y lo está deseando aunque después se queje”,- los tranquilizó Alfonso Décimo—“para que lo pongamos a caer de un burro”.
Naturalmente, y como Salomón quería, El Ditero y Pichaymedia cayeron ingenuamente en la trampa de la provocación y arremetieron contra el provocador.
Alfonso Décimo, transmutado en la representación búdica de Shidarta Gautama, los escuchaba con los ojos entornados como si oyera la mansa caída de la lluvia en una fría noche invernal.
--“Naturalmente que soy un envidioso”—les concedió—“porque también a mí me hubiera gustado ir a China y Japón a aclararles a los mandamases de allí que “La Roja” no es ni Pilar Bardem ni Dolores Ibarruri”.
El Ditero, para el que todo el monte es orégano, lo retó:
--“Pues deberías haberte dedicado a la política de joven para no envidiar a los políticos cuando eres ya viejo”.
En ese momento trascendental, Salomón citó a William Tecumesh Sherman, con la solemnidad debida: “Si proponen mi candidatura para algún cargo no aceptaré y, si me eligen, no lo ejerceré”.
En una insólita alianza, Ramón Pichaymedia se unió al Ditero para afearle a Salomón que, si renunciaba a servir al Estado, apoyara a quienes lo hicieran.
--“Lo haría si”—les replicó¬-“los políticos sirvieran al Estado y no se sirvieran de él. Si su compromiso con la Administración fuera temporal y no una forma de vida. Si imitaran a Lucio Quincio Cincinato y no a Giulio Andreotti, que desde 1946 vive de la política”.
Les recordó que quinientos años antes de que Cristo naciera, el Senado Romano acudió a Cincinato, mientras estaba arando su finca, a rogarle que aceptara ser dictador para salvar a la República de la amenaza de los ecuos. Accedió a regañadientes y derrotó a los enemigos de Roma.
A los seis dias de haberla aceptado y cuando cumplió la misión que el Estado le pidió, renunció al poder absoluto y volvió a su arado.
--“A ciudadanos como Cincinato los admiro. De políticos como los que tenemos en España, lo más piadoso que se me ocurre”—sentenció—“es tomármelos a cachondeo”.
lunes, 23 de agosto de 2010
LA HUELLA DE CARLOS MENDO
Un lunes de principios de mayo de 1965 Carlos Mendo le planteó a Manuel Fraga que, para que EFE se transformara en Agencia Internacional, necesitaría libertad para competir sin desventaja con las que ya copaban el mercado mundial de noticias.
Tres semanas más tarde, cuando el ministro aceptó el argumento y lo nombró director gerente, Carlos Mendo acometió la tarea que ha llevado a EFE actualmente a convertirse en la cuarta agencia de noticias del mundo.
Aplicó el manual que había aprendido en United Press International, de la que fue el primer director español para España y Portugal: delimitar información y opinión.
Hasta entonces, los textos informativos en la prensa española se aliñaban y entremezclaban con las opiniones del periodista por lo que, inevitablemente, la noticia se editorializaba y hacía caer al lector en la trampa de confundir hechos con deseos.
Mendo hizo de EFE—al principio en su Servicio Exterior y posteriormente y por contagio en todas sus redacciones—una maquinaria informativa técnicamente neutra e ideológicamente imparcial.
Eran imperativos del mercado, porque el servicio de EFE debería ser aceptable tanto para el conservador “Novedades” como para su competidor izquierdista de la capital mexicana “Excelsior” y sus noticias las publicaba tanto el anticastrista “Diario de las Américas” de Miami como el castrista “Gramma” de La Habana.
Sin la asepsia ideológica que Mendo enseñó a los jóvenes españoles que envió a todo el mundo como corresponsales de la Agencia Internacional EFE, hubiera sido más complicado implantar en España la libertad informativa que permitió la democracia.
Carlos Mendo ha muerto este lunes 23 de Agosto y, al menos para los que lo quisimos y admiramos, ha sido una conmoción. Inmediatamente después de oir la noticia de su muerte en el noticiero radiofónico de las seis de la tarde, mi teléfono no dejó de sonar. Eran llamadas de gente que, como yo, aprendimos de su magisterio y nos asomamos al mundo al que él nos envió.
Sin opiniones discrepantes: como a mí, recién llegado de Lisboa, le conmovió la noticia a Celso Collazo, desde su lecho de enfermo en la sierra de Madrid, a Manolo Molares, medio tullido por un dolor inoportuno de cervicales en su Galicia, o a Jesus Manso, que desde Valladolid compartió conmigo la pena por el maestro ido.
Carlos Mendo era una gran periodista (permítaseme decir que el mejor informador que yo he conocido en mi ya larga y terminada carrera a la que me indujo) y, sobre todo, un hombre bueno, noble y sin dobleces.
Otros han recolectado lo que sembró, pero me temo que pocos puedan, como Carlos Mendo, decir que compitió en una buena competición y que alcanzó la meta sin hacer trampas. Envidiable.
Tres semanas más tarde, cuando el ministro aceptó el argumento y lo nombró director gerente, Carlos Mendo acometió la tarea que ha llevado a EFE actualmente a convertirse en la cuarta agencia de noticias del mundo.
Aplicó el manual que había aprendido en United Press International, de la que fue el primer director español para España y Portugal: delimitar información y opinión.
Hasta entonces, los textos informativos en la prensa española se aliñaban y entremezclaban con las opiniones del periodista por lo que, inevitablemente, la noticia se editorializaba y hacía caer al lector en la trampa de confundir hechos con deseos.
Mendo hizo de EFE—al principio en su Servicio Exterior y posteriormente y por contagio en todas sus redacciones—una maquinaria informativa técnicamente neutra e ideológicamente imparcial.
Eran imperativos del mercado, porque el servicio de EFE debería ser aceptable tanto para el conservador “Novedades” como para su competidor izquierdista de la capital mexicana “Excelsior” y sus noticias las publicaba tanto el anticastrista “Diario de las Américas” de Miami como el castrista “Gramma” de La Habana.
Sin la asepsia ideológica que Mendo enseñó a los jóvenes españoles que envió a todo el mundo como corresponsales de la Agencia Internacional EFE, hubiera sido más complicado implantar en España la libertad informativa que permitió la democracia.
Carlos Mendo ha muerto este lunes 23 de Agosto y, al menos para los que lo quisimos y admiramos, ha sido una conmoción. Inmediatamente después de oir la noticia de su muerte en el noticiero radiofónico de las seis de la tarde, mi teléfono no dejó de sonar. Eran llamadas de gente que, como yo, aprendimos de su magisterio y nos asomamos al mundo al que él nos envió.
Sin opiniones discrepantes: como a mí, recién llegado de Lisboa, le conmovió la noticia a Celso Collazo, desde su lecho de enfermo en la sierra de Madrid, a Manolo Molares, medio tullido por un dolor inoportuno de cervicales en su Galicia, o a Jesus Manso, que desde Valladolid compartió conmigo la pena por el maestro ido.
Carlos Mendo era una gran periodista (permítaseme decir que el mejor informador que yo he conocido en mi ya larga y terminada carrera a la que me indujo) y, sobre todo, un hombre bueno, noble y sin dobleces.
Otros han recolectado lo que sembró, pero me temo que pocos puedan, como Carlos Mendo, decir que compitió en una buena competición y que alcanzó la meta sin hacer trampas. Envidiable.
miércoles, 28 de julio de 2010
LOS TOROS, PROBLEMA CATALAN RESUELTO
Entre Enero y Marzo pasados, según los resultados del barómetro que en este mes de Julio publicó el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), un 51,5 por ciento de los catalanes creía que el paro era su más aguda preocupación.
De lejos, y por orden decreciente, la inmigración (7,3 por ciento) y sus políticos (7,1 %) eran las preocupaciones más acuciantes de los catalanes.
Puede que quienes elaboraron la encuesta y sus preguntas fueran unos ineptos y que ignoraran qué preguntar y a quiénes les preguntaban porque ni se les ocurrió interrogarlos sobre un problema tan acuciante que ya ha dejado de serlo: la celebración de corridas de toros en Barcelona.
Como, en todo en ésta vida, caben dos posibilidades: que el CIS no sepa hacer encuestas o que los políticos, a los que se destinan sus resultados para ayudarles a resolver las inquietudes de la gente, ignoren esa herramienta, supuestamente útil.
Si el primero es el caso, suprímase el CIS y todos los gastos que su mantenimiento representa, en éstos momentos de crisis.
Si el caso es el segundo, suprímase a toda la clase política que, en lugar de resolver los problemas que la gente tiene, se inventa triquiñuelas para que se olviden de los que les preocupan y que son incapaces de resolver.
Como no se debe ser tajante ni dogmático en un Estado Democrático de Derecho, puede que el Pueblo, por mucho que se halague su sabiduría, no tenga ni idea de lo que quiere, ni sepa a ciencia cierta lo que le conviene.
En ese caso, seamos audaces y cortemos por lo sano: que el Pueblo sepa que en éste de ahora, como en cualquier régimen político pasado y futuro, lo que le corresponde es obedecer a quien mande, aplaudirlo mientras mande y denigrarlo cuando pierda el poder.
Y pagar impuestos, naturalmente.
De lejos, y por orden decreciente, la inmigración (7,3 por ciento) y sus políticos (7,1 %) eran las preocupaciones más acuciantes de los catalanes.
Puede que quienes elaboraron la encuesta y sus preguntas fueran unos ineptos y que ignoraran qué preguntar y a quiénes les preguntaban porque ni se les ocurrió interrogarlos sobre un problema tan acuciante que ya ha dejado de serlo: la celebración de corridas de toros en Barcelona.
Como, en todo en ésta vida, caben dos posibilidades: que el CIS no sepa hacer encuestas o que los políticos, a los que se destinan sus resultados para ayudarles a resolver las inquietudes de la gente, ignoren esa herramienta, supuestamente útil.
Si el primero es el caso, suprímase el CIS y todos los gastos que su mantenimiento representa, en éstos momentos de crisis.
Si el caso es el segundo, suprímase a toda la clase política que, en lugar de resolver los problemas que la gente tiene, se inventa triquiñuelas para que se olviden de los que les preocupan y que son incapaces de resolver.
Como no se debe ser tajante ni dogmático en un Estado Democrático de Derecho, puede que el Pueblo, por mucho que se halague su sabiduría, no tenga ni idea de lo que quiere, ni sepa a ciencia cierta lo que le conviene.
En ese caso, seamos audaces y cortemos por lo sano: que el Pueblo sepa que en éste de ahora, como en cualquier régimen político pasado y futuro, lo que le corresponde es obedecer a quien mande, aplaudirlo mientras mande y denigrarlo cuando pierda el poder.
Y pagar impuestos, naturalmente.
viernes, 16 de julio de 2010
QUE DEJEN LO DE CATALUÑA PARA DESPUES DEL VERANO
Proclamarse orgulloso de pertenecer a un país en el que se nació por azar y no por propia voluntad es un misterio que, hasta en las condiciones ambientales más propicias, sería incapaz de dilucidar el hombre.
Vano intento comprender, agobiado por los rigores estivales con que Dios castiga nuestras culpas, las razones por las que los catalanes quieren dejar de ser españoles tanto como los españoles se empeñan en que sigan siéndolo.
Uno, en su modestia, nació por azar en un pueblo del Valle del Guadalquivir, casualmente de la provincia de Córdoba, en una región conocida por Andalucía, de un país llamado España, enclavado en Europa, uno de los continentes del planeta Tierra.
Nadie me preguntó si quise nacer ni si hubiera preferido hacerlo en otro sitio, acepto lo que me tocó en suerte y asumo todo lo que, antes de mi nacimiento y sin mi concurso, predeterminó las circunstancias de mi llegada a esta tierra, cruelmente tórrida en verano y glacialmente húmeda en invierno.
Por genética, formación, experiencia o casualidad, valoro más la libertad que la igualdad, por lo que concedo el derecho de los catalanes a no ser españoles y de ser solamente catalanes.
Entiendo menos que los españoles se empecinen en que los catalanes sigan siendo españoles aunque no quieran, sobre todo porque la pertenencia a una familia deberían decidirla libremente cada uno de sus miembros.
Si de algo sirve la súplica de este humilde nativo de Palma del Río, de la provincia de Córdoba, de la región Andalucía, del país europeo España, uno de los demasiados de éste planeta Tierra, que españolistas y catalanistas dejen de incordiar, por lo menos, mientras duren las calores.
Cuando el otoño llegue y el clima amable nos permita distraernos con tonterías como el límite de las naciones, que los catalanes vayan con Dios si quieren y que encuentren a donde vayan la misma felicidad en que nos dejen.
Yo les garantizo que, si de mí hubiera dependido, Fort Sumter no habría pasado a la Historia por lo que lo hizo el que guardaba la bahía de Charleston.
Vano intento comprender, agobiado por los rigores estivales con que Dios castiga nuestras culpas, las razones por las que los catalanes quieren dejar de ser españoles tanto como los españoles se empeñan en que sigan siéndolo.
Uno, en su modestia, nació por azar en un pueblo del Valle del Guadalquivir, casualmente de la provincia de Córdoba, en una región conocida por Andalucía, de un país llamado España, enclavado en Europa, uno de los continentes del planeta Tierra.
Nadie me preguntó si quise nacer ni si hubiera preferido hacerlo en otro sitio, acepto lo que me tocó en suerte y asumo todo lo que, antes de mi nacimiento y sin mi concurso, predeterminó las circunstancias de mi llegada a esta tierra, cruelmente tórrida en verano y glacialmente húmeda en invierno.
Por genética, formación, experiencia o casualidad, valoro más la libertad que la igualdad, por lo que concedo el derecho de los catalanes a no ser españoles y de ser solamente catalanes.
Entiendo menos que los españoles se empecinen en que los catalanes sigan siendo españoles aunque no quieran, sobre todo porque la pertenencia a una familia deberían decidirla libremente cada uno de sus miembros.
Si de algo sirve la súplica de este humilde nativo de Palma del Río, de la provincia de Córdoba, de la región Andalucía, del país europeo España, uno de los demasiados de éste planeta Tierra, que españolistas y catalanistas dejen de incordiar, por lo menos, mientras duren las calores.
Cuando el otoño llegue y el clima amable nos permita distraernos con tonterías como el límite de las naciones, que los catalanes vayan con Dios si quieren y que encuentren a donde vayan la misma felicidad en que nos dejen.
Yo les garantizo que, si de mí hubiera dependido, Fort Sumter no habría pasado a la Historia por lo que lo hizo el que guardaba la bahía de Charleston.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)