Aunque solo vaya como comparsa, el secretario de estado para Iberoamérica Juan Pablo de Laiglesia serviría mejor loa intereses de España absteniéndose que participando en la misión americana que mediará en la disputa interna de Honduras.
Es el único no americano, entre los cancilleres de Mexico, Panamá, Costa Rica, Argentina, Jamaica y el vicecanciller de Canadá.
Su presencia evidencia el interés especial por los países de aquél continente que hace casi 200 años se independizaron de España y a los que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue unida por vínculos afectivos.
Esa especial y delicada relación familiar con los países que dependieron de España genera recelos cuando da la impresión de que se inmiscuye en sus asuntos, como si siguiera siendo la metrópolis.
Los demás países—con la excepción de Estados Unidos, que se ha abstenido prudentemente de incluir representante en la comisión mediadora-- no corren peligro de levantar esas suspicacias.
La conocida por “Doctrina Estrada”, que tomó su nombre del secretario de relaciones exteriores de México Genaro Estrada y que su país siguió escrupulosamente hasta hace 30 años, era una juiciosa práctica para regular las relaciones internacionales.
Si la “Doctrina Estrada” es sensata en general, España debería observarla escrupulosamente con los países de América Latina que gobernó hasta que accedieron a la independencia.
Reconoce esa filosofía política el derecho de los pueblos “a aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades”
Genaro Estrada completó en 1930 su doctrina afirmando: “El gobierno de México se limita a mantener o retirar, cuando lo crea procedente, a sus agentes diplomáticos, y a continuar aceptando, cuando también lo considere procedente, a los similares agentes diplomáticos que las naciones respectivas tengan acreditados en México sin calificar, ni precipitadamente ni a posteriori, el derecho que tengan las naciones extranjeras” a cambiar o mantener sus gobiernos.
En la actual disputa interna entre hondureños, el gobierno español ha perdido la oportunidad de aplicar la sabia doctrina de Genaro Estrada,prudente canciller de la Nueva España.
lunes, 5 de octubre de 2009
miércoles, 30 de septiembre de 2009
INOPORTUNA CORAZONADA OLIMPICA
La corazonada que la megalomanía de su alcalde ha inspirado a los madrileños arruinará la ciudad, si le conceden organizar los Juegos Olímpicos de 2016.
El cuento ideado por Alberto Ruiz Gallardón tiene un final tan feliz como improbable: Madrid obtendrá 404 millones de beneficios, diferencia entre los 2.127 millones de ingresos y los 1.723 de gastos de los Juegos.
Las partidas de ingresos presupuestados incluyen 540 millones que aportará el COI, 524 de patrocinadores, 404 por venta de entradas y 19 de loterías.
Entre los gastos destacan los 973 para instalaciones no destinadas a competición (Villa, Olímpica, Centro multiconfesional de cultos, restaurantes, policlínica, reforma del Estadio Olímpico y Centro acuático.
Del presupuesto para la celebración de los juegos—el chocolate del loro del total—se excluyen las inversiones más onerosas y que se costearán con dinero público: 14.761 millones para infraestructuras y 550 millones para garantizar la seguridad.
Al Estado, a través de sus administraciones nacional, comunitaria y municipal, corresponde pagar esos gastos y el Consejo de Ministros destinó el 16 de Enero 15.345 millones de euros para respaldar la candidatura olímpica de Madrid.
Podría decirse que esos gastos se traducirán en beneficios futuros para España y para Madrid pero, exceptuando los juegos de Atlanta y Los Angeles todos los demás se saldaron con cuantiosas pérdidas.
Emplear los escasos fondos del Estado para organizar los juegos en situación de menos penuria que la actual no habría chocado pero ahora es, por lo menos, una frivolidad inoportuna.
Medio millón de madrileños se juntaron en la plaza de Cibeles la semana pasada, contagiados de la corazonada de su alcalde, que esos días les estaba notificando un incremento de impuestos municipales del 50 por ciento, por el cobro de la tasa de recogida de basuras.
Ese canon, hasta ahora subsumido en el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) y que Gallardón ha decidido cobrar adicionalmente, ayudara al alcalde a pagar el derroche de su corazonada. Y los madrileños, tan felices.
El cuento ideado por Alberto Ruiz Gallardón tiene un final tan feliz como improbable: Madrid obtendrá 404 millones de beneficios, diferencia entre los 2.127 millones de ingresos y los 1.723 de gastos de los Juegos.
Las partidas de ingresos presupuestados incluyen 540 millones que aportará el COI, 524 de patrocinadores, 404 por venta de entradas y 19 de loterías.
Entre los gastos destacan los 973 para instalaciones no destinadas a competición (Villa, Olímpica, Centro multiconfesional de cultos, restaurantes, policlínica, reforma del Estadio Olímpico y Centro acuático.
Del presupuesto para la celebración de los juegos—el chocolate del loro del total—se excluyen las inversiones más onerosas y que se costearán con dinero público: 14.761 millones para infraestructuras y 550 millones para garantizar la seguridad.
Al Estado, a través de sus administraciones nacional, comunitaria y municipal, corresponde pagar esos gastos y el Consejo de Ministros destinó el 16 de Enero 15.345 millones de euros para respaldar la candidatura olímpica de Madrid.
Podría decirse que esos gastos se traducirán en beneficios futuros para España y para Madrid pero, exceptuando los juegos de Atlanta y Los Angeles todos los demás se saldaron con cuantiosas pérdidas.
Emplear los escasos fondos del Estado para organizar los juegos en situación de menos penuria que la actual no habría chocado pero ahora es, por lo menos, una frivolidad inoportuna.
Medio millón de madrileños se juntaron en la plaza de Cibeles la semana pasada, contagiados de la corazonada de su alcalde, que esos días les estaba notificando un incremento de impuestos municipales del 50 por ciento, por el cobro de la tasa de recogida de basuras.
Ese canon, hasta ahora subsumido en el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) y que Gallardón ha decidido cobrar adicionalmente, ayudara al alcalde a pagar el derroche de su corazonada. Y los madrileños, tan felices.
martes, 29 de septiembre de 2009
INMIGRACION Y DELINCUENCIA
La policía ha detenido en Madrid a una ciudadana letona acusada de matar a una rusa y de apuñalar a un peruano.
Se dice que fue un sórdido asunto de celos el que desencadenó la tragedia, en un parque donde habitualmente duermen indigentes.
La policía tramitó el año pasado 1.337 expedientes por muertes violentas en España, un 16,46 por ciento más que el año anterior.
El pudor hipócrita del periodista que informa y del medio que publica las noticias, hace que se omita la nacionalidad de los implicados en delitos de sangre cometidos en España, para que no se les tache de xenófobos.
Puede que descartar ese dato contribuya a la creciente sensación de que el número de delitos cometidos en España por extranjeros es proporcionalmente mayor que el de no españoles respecto a la población total.
Si esa sensación tuviera fundamento, confirmarla con datos no agravaría el problema. Si la proporción de delitos cometidos por no españoles fuera equiparable a los que implican a nativos, solo los datos pueden disolver la sospecha.
Convendría, aunque solamente fuera por una vez, aplicar la sentencia de que “la verdad os hará libres”, que en el versículo 32 del capítulo octavo de su Evangelio recomendaba San Juan.
Aunque se demostrara que la delincuencia ha aumentado escandalosamente en España desde que la endogámica población española se ha enriquecido con la llegada de los nuevos españoles, sería un precio irrisorio por el beneficio que han aportado.
El impulso a la economía de los inmigrantes es lo de menos. Lo más importante ha sido el providencial incremento de la tasa de natalidad, que ha espantado el peligro de desertización en España y su aportación para refrescar la ya mustia sangre española.
La de los últimos diez años ha sido la avalancha extranjera más notable en toda la Historia de España y, además, los que han optado por convertirse en nuevos españoles al afincarse aquí, no han sido exclusivamente varones, como en invasiones anteriores.
Se dice que fue un sórdido asunto de celos el que desencadenó la tragedia, en un parque donde habitualmente duermen indigentes.
La policía tramitó el año pasado 1.337 expedientes por muertes violentas en España, un 16,46 por ciento más que el año anterior.
El pudor hipócrita del periodista que informa y del medio que publica las noticias, hace que se omita la nacionalidad de los implicados en delitos de sangre cometidos en España, para que no se les tache de xenófobos.
Puede que descartar ese dato contribuya a la creciente sensación de que el número de delitos cometidos en España por extranjeros es proporcionalmente mayor que el de no españoles respecto a la población total.
Si esa sensación tuviera fundamento, confirmarla con datos no agravaría el problema. Si la proporción de delitos cometidos por no españoles fuera equiparable a los que implican a nativos, solo los datos pueden disolver la sospecha.
Convendría, aunque solamente fuera por una vez, aplicar la sentencia de que “la verdad os hará libres”, que en el versículo 32 del capítulo octavo de su Evangelio recomendaba San Juan.
Aunque se demostrara que la delincuencia ha aumentado escandalosamente en España desde que la endogámica población española se ha enriquecido con la llegada de los nuevos españoles, sería un precio irrisorio por el beneficio que han aportado.
El impulso a la economía de los inmigrantes es lo de menos. Lo más importante ha sido el providencial incremento de la tasa de natalidad, que ha espantado el peligro de desertización en España y su aportación para refrescar la ya mustia sangre española.
La de los últimos diez años ha sido la avalancha extranjera más notable en toda la Historia de España y, además, los que han optado por convertirse en nuevos españoles al afincarse aquí, no han sido exclusivamente varones, como en invasiones anteriores.
domingo, 27 de septiembre de 2009
ZAPATERO Y YO
José Luis Rodríguez Zapatero y yo somos los únicos españoles que sabemos que el voto de un delincuente vale lo mismo que el del juez que lo condena y que, por cada juez, hay millares de malhechores.
Por eso Zapatero procura el respaldo de los más, sin preocuparse de que lo rechacen los mejores.
Zapatero rentabiliza el conocimiento que compartimos ganando elecciones y yo lo malgasto aullando contra la actual kakistocracia, el gobierno de los peores, y abogando por la aristocracia, el de los mejores.
(Que no me muerdan los progresistas de diseño. Me avalan ejecutorias de peón y artesano y haber sido el primero de mi familia que se ganó el pan sin que el esfuerzo físico lo hiciera sudar).
El gobierno de los mejores que reclamo es el de los que por su esfuerzo, talento y honradez merezcan el reconocimiento de su autoridad por quienes prefirieron no esforzarse, cultivarse ni respetar la ley.
Los que más ganarían si el voto de los mejores tuviera más valor serían los ciudadanos comunes, a los que esta democracia responsabiliza de que decidan lo que no saben si les conviene, con la misma suficiencia que los expertos.
¿Qué a qué viene esta soflama filosófíco- política?
Viene a cuento de una de las envidiablemente brillantes “Crónicas Bárbaras” (http://cronicasbarbaras.blogs.com), de Manuel Molares en la que, con la maestría de mi optimista amigo, vaticina que la fotografía de las niñas de Zapatero podría marcar su declive electoral.
Como hubiera hecho Plutarco, traza el paralelismo entre las niñas góticas de Zapatero y la sobreexposición de lujo ostentoso en El Escorial, cuando la boda de la niña de José María Aznar, al que Zapatero sucedió.
Me temo que el actual Presidente conoce mejor que su antecesor lo que mueve a los electores al depositar su papeleta.
Rechazaron a Aznar por el derroche pretencioso que los escandalizó porque no podrían nunca imitarlo y seguirán respaldando a Zapatero porque la fotografía de Nueva York demuestra que se enfrenta y cede ante los mismos problemas a los que ellos tienen que enfrentarse y ceder.
¿Qué padres españoles no tienen que resignarse a que sus hijos vistan de manera estrafalaria por mucho que les disguste?
¿Qué hijo o hija que con su atuendo extravagante reclama su derecho a una identidad propia y distinta de la de sus padres, no agradecerá la comprensión de Zapatero al aceptar el look de sus hijas?.
Por eso Zapatero procura el respaldo de los más, sin preocuparse de que lo rechacen los mejores.
Zapatero rentabiliza el conocimiento que compartimos ganando elecciones y yo lo malgasto aullando contra la actual kakistocracia, el gobierno de los peores, y abogando por la aristocracia, el de los mejores.
(Que no me muerdan los progresistas de diseño. Me avalan ejecutorias de peón y artesano y haber sido el primero de mi familia que se ganó el pan sin que el esfuerzo físico lo hiciera sudar).
El gobierno de los mejores que reclamo es el de los que por su esfuerzo, talento y honradez merezcan el reconocimiento de su autoridad por quienes prefirieron no esforzarse, cultivarse ni respetar la ley.
Los que más ganarían si el voto de los mejores tuviera más valor serían los ciudadanos comunes, a los que esta democracia responsabiliza de que decidan lo que no saben si les conviene, con la misma suficiencia que los expertos.
¿Qué a qué viene esta soflama filosófíco- política?
Viene a cuento de una de las envidiablemente brillantes “Crónicas Bárbaras” (http://cronicasbarbaras.blogs.com), de Manuel Molares en la que, con la maestría de mi optimista amigo, vaticina que la fotografía de las niñas de Zapatero podría marcar su declive electoral.
Como hubiera hecho Plutarco, traza el paralelismo entre las niñas góticas de Zapatero y la sobreexposición de lujo ostentoso en El Escorial, cuando la boda de la niña de José María Aznar, al que Zapatero sucedió.
Me temo que el actual Presidente conoce mejor que su antecesor lo que mueve a los electores al depositar su papeleta.
Rechazaron a Aznar por el derroche pretencioso que los escandalizó porque no podrían nunca imitarlo y seguirán respaldando a Zapatero porque la fotografía de Nueva York demuestra que se enfrenta y cede ante los mismos problemas a los que ellos tienen que enfrentarse y ceder.
¿Qué padres españoles no tienen que resignarse a que sus hijos vistan de manera estrafalaria por mucho que les disguste?
¿Qué hijo o hija que con su atuendo extravagante reclama su derecho a una identidad propia y distinta de la de sus padres, no agradecerá la comprensión de Zapatero al aceptar el look de sus hijas?.
jueves, 24 de septiembre de 2009
MEJOR LA ESTETICA QUE LA ETICA
La publicación de una fotografía en la que aparecen junto a Barak Obama y su esposa José Luis Rodríguez Zapatero con su mujer y sus dos hijas está levantando una polémica que, por el cargo de los dos varones fotografiados, trasciende el interés social para encuadrarse en la discusión política.
Como en casos precedentes, tampoco en éste será fácil determinar si, en la decisión de difundir la fotografía, debe prevalecer el derecho de información sobre el de salvaguarda de la privacidad.
Si las hijas del matrimonio Zapatero no aparecieran en la foto no habría discusión, ya que los cuatro personajes restantes aparecen reunidos exclusivamente por la importancia pública de los dos presidentes.
Si la fotografía no la hubiera difundido un medio oficial del gobierno norteamericano y no hubiera tenido como escenario la recepción oficial que el Presidente de los Estados Unidos ofrecía a las personalidades políticas reunidas en Nueva York, podría argumentarse contra el derecho a publicarla.
Pero no es el caso. Los seis personajes que en ella aparecen—incluyendo a las hijas de Zapatero—tienen cabida en el documento por su significación pública y no por su identidad privada.
El riesgo de los padres al hacerse acompañar por sus hijas en la recepción oficial del Metropolitan Museum de Nueva York fue que las privaba de la discreción que les hubiera garantizado la privacidad.
Ha ocurrido muchas veces y ocurrirá muchas más. Es arduo conciliar dos derechos opuestos con argumentos éticos porque la ética es la ciencia que estudia la conducta humana, a la luz de las costumbres en cada época o región.
Como consejo a los responsables de la difusión de fotografías en medios de comunicación, les sugiero que descarten los ambiguos conceptos éticos y, para tomar una decisión, recurran a la estética.
Evidentemente, la valoración estética es todavía más sujetiva que la ética. Ni los santos, que todo lo saben, se ponen de acuerdo porque, si para Santo Tomás de Aquino “pulchra sunt quae visa placent” (es bello lo que agrada al contemplarlo), su colega San Agustín hace dudar: no se sabe si es bello lo que agrada o algo nos agrada porque es bello.
Sin embargo, pocos encontrarán bella o estética la fotografía de una anciana aristócrata en bikini ni la de una política a la que estamos acostumbrados a ver elegantemente vestida, sorprendida en exiguo traje de baño en una playa.
Como mal menor, que sea la estética, y no la ética, la vara de medir fotografías conflictivas.
Como en casos precedentes, tampoco en éste será fácil determinar si, en la decisión de difundir la fotografía, debe prevalecer el derecho de información sobre el de salvaguarda de la privacidad.
Si las hijas del matrimonio Zapatero no aparecieran en la foto no habría discusión, ya que los cuatro personajes restantes aparecen reunidos exclusivamente por la importancia pública de los dos presidentes.
Si la fotografía no la hubiera difundido un medio oficial del gobierno norteamericano y no hubiera tenido como escenario la recepción oficial que el Presidente de los Estados Unidos ofrecía a las personalidades políticas reunidas en Nueva York, podría argumentarse contra el derecho a publicarla.
Pero no es el caso. Los seis personajes que en ella aparecen—incluyendo a las hijas de Zapatero—tienen cabida en el documento por su significación pública y no por su identidad privada.
El riesgo de los padres al hacerse acompañar por sus hijas en la recepción oficial del Metropolitan Museum de Nueva York fue que las privaba de la discreción que les hubiera garantizado la privacidad.
Ha ocurrido muchas veces y ocurrirá muchas más. Es arduo conciliar dos derechos opuestos con argumentos éticos porque la ética es la ciencia que estudia la conducta humana, a la luz de las costumbres en cada época o región.
Como consejo a los responsables de la difusión de fotografías en medios de comunicación, les sugiero que descarten los ambiguos conceptos éticos y, para tomar una decisión, recurran a la estética.
Evidentemente, la valoración estética es todavía más sujetiva que la ética. Ni los santos, que todo lo saben, se ponen de acuerdo porque, si para Santo Tomás de Aquino “pulchra sunt quae visa placent” (es bello lo que agrada al contemplarlo), su colega San Agustín hace dudar: no se sabe si es bello lo que agrada o algo nos agrada porque es bello.
Sin embargo, pocos encontrarán bella o estética la fotografía de una anciana aristócrata en bikini ni la de una política a la que estamos acostumbrados a ver elegantemente vestida, sorprendida en exiguo traje de baño en una playa.
Como mal menor, que sea la estética, y no la ética, la vara de medir fotografías conflictivas.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
AFGANISTAN:LA POBLACION NOS ODIA
“Nos paraliza el miedo a irritar a una población que, hagamos lo que hagamos, nos odia”.
Lo asegura el sargento retirado del cuerpo de Marines de los Estados Unidos John Bernard, en carta a la senadora por Maine Susan Collins, para la que las nuevas normas de combate incrementan las bajas de los soldados norteamericanos en Afganistán .
El supremo comandante de las fuerzas norteamericanas y de la OTAN en Afganistán, Stanley McChrystal, restringió el recurso a los bombardeos aéreos y al apoyo artillero para limitar bajas de no combatientes entre los que se escudan los talibanes.
Con las nuevas normas, 96 soldados norteamericanos murieron en combate los pasados Julio y Agosto, por 42 en los mismos meses del año pasado. El número de no combatientes afganos muertos pasó de 151 a 19.
Poco después de escribirle a la senadora, el sargento Bernard supo que su hijo, el cabo Joshua Bernard, había muerto en una emboscada con lanzagranadas de los talibán a su pelotón en la que pidieron para repelerla, sin éxito, apoyo artillero.
El lunes pasado, The Washington Post reveló un informe del general McChrystal evaluando las consecuencias de la aplicación de sus propias reglas de combate y en el que instaba a sus superiores a “incrementar de forma radical” operaciones conjuntas con el ejército afgano contra los taliban.
Esas operaciones, advirtió el general, supondrán a corto plazo un peligro mayor para nuestras fuerzas, “pero a la larga salvarán vidas”.
“Me preocupa”—dijo Susan Collins en la comisión del senado de servicios armados de la que forma parte—“que aumenten nuestras bajas para evitar bajas afganas”.
El Presidente Barak Obama ya ha avisado que no enviará a Afganistan “ni un soldado más” hasta que se concierte una estrategia adecuada para la intervención.
Ya en Febrero, Henry Kissinger había advertido contra el más grave error de la implicación militar extranjera en el conflicto afgano.
Señalaba que, como en intervenciones anteriores en países extranjeros, también en Afganistan los Estados Unidos pretenden crear un gobierno central y respaldarlo para que extienda su control al resto del país.
Si ni en Vietnam ni en Irak lo consiguieron, todavía menos posibilidades de éxito tienen en Afganistán, apuntaba Kissinger, porque el poder del gobierno de Kabul nunca se extendió de forma eficaz a los jerifaltes tribales y religiosos.
Pero el error imperdonable de los Estados Unidos lo cometió al ayudar a los mujahidines a derrotar al ejército soviético que había invadido Afganistan para que cambiaran sus formas tribales de vida y adopten sistemas de organización de la sociedad que rechazan.
Los Estados Unidos ayudaron a los mujahidines—predecesores de los taliban a los que ahora se enfrentan--para que Afganistan no cayera en el comunismo, sin percatarse de que el comunismo puede evolucionar hacia la democracia, pero el integrismo islámico no.
Lo asegura el sargento retirado del cuerpo de Marines de los Estados Unidos John Bernard, en carta a la senadora por Maine Susan Collins, para la que las nuevas normas de combate incrementan las bajas de los soldados norteamericanos en Afganistán .
El supremo comandante de las fuerzas norteamericanas y de la OTAN en Afganistán, Stanley McChrystal, restringió el recurso a los bombardeos aéreos y al apoyo artillero para limitar bajas de no combatientes entre los que se escudan los talibanes.
Con las nuevas normas, 96 soldados norteamericanos murieron en combate los pasados Julio y Agosto, por 42 en los mismos meses del año pasado. El número de no combatientes afganos muertos pasó de 151 a 19.
Poco después de escribirle a la senadora, el sargento Bernard supo que su hijo, el cabo Joshua Bernard, había muerto en una emboscada con lanzagranadas de los talibán a su pelotón en la que pidieron para repelerla, sin éxito, apoyo artillero.
El lunes pasado, The Washington Post reveló un informe del general McChrystal evaluando las consecuencias de la aplicación de sus propias reglas de combate y en el que instaba a sus superiores a “incrementar de forma radical” operaciones conjuntas con el ejército afgano contra los taliban.
Esas operaciones, advirtió el general, supondrán a corto plazo un peligro mayor para nuestras fuerzas, “pero a la larga salvarán vidas”.
“Me preocupa”—dijo Susan Collins en la comisión del senado de servicios armados de la que forma parte—“que aumenten nuestras bajas para evitar bajas afganas”.
El Presidente Barak Obama ya ha avisado que no enviará a Afganistan “ni un soldado más” hasta que se concierte una estrategia adecuada para la intervención.
Ya en Febrero, Henry Kissinger había advertido contra el más grave error de la implicación militar extranjera en el conflicto afgano.
Señalaba que, como en intervenciones anteriores en países extranjeros, también en Afganistan los Estados Unidos pretenden crear un gobierno central y respaldarlo para que extienda su control al resto del país.
Si ni en Vietnam ni en Irak lo consiguieron, todavía menos posibilidades de éxito tienen en Afganistán, apuntaba Kissinger, porque el poder del gobierno de Kabul nunca se extendió de forma eficaz a los jerifaltes tribales y religiosos.
Pero el error imperdonable de los Estados Unidos lo cometió al ayudar a los mujahidines a derrotar al ejército soviético que había invadido Afganistan para que cambiaran sus formas tribales de vida y adopten sistemas de organización de la sociedad que rechazan.
Los Estados Unidos ayudaron a los mujahidines—predecesores de los taliban a los que ahora se enfrentan--para que Afganistan no cayera en el comunismo, sin percatarse de que el comunismo puede evolucionar hacia la democracia, pero el integrismo islámico no.
martes, 22 de septiembre de 2009
LAS BASURAS DE GALLARDON
Si el Partido Popular consiente que Alberto Ruiz Gallardón cobre en Madrid la tasa por recogida de basuras, su cruzada contra la subida de impuestos que pretenden los socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero habrá sido un timo a los ciudadanos.
Con la llegada a los buzones de correos del aviso de cobro ya ha quedado claro que, por mucho que alardee de coherencia Mariano Rajoy, para su partido no es lo mismo predicar que dar trigo.
El daño a la credibilidad del Partido Popular ya lo ha hecho Gallardón.
Para que no perjudique fatalmente las favorables perspectivas electorales que la campaña de descrédito contra Zapatero les estaba reportando, Rajoy y la dirección del PP deberían frenar en seco, y cuanto antes, al alcalde de Madrid.
Si no lo hicieran, que dejen de criticar al Presidente del Gobierno y cambien su discurso de que el aumento de impuestos frena la recuperación de la economía.
Son contradicciones como la de la tasa de basura de Madrid las que alimentan la suspicacia de los votantes respecto a la idoneidad de éste Partido Popular como alternativa al socialismo de Zapatero.
Si el alcalde de Madrid va por libre y no acata la filosofía sobre impuestos en que el Partido Popular basa su batalla contra el gobierno, Rajoy y la dirección de su partido deberían alentarlo a que cambie de bando.
La pregresía de diseño del alcalde de Madrid, que tanto encandila a los del PSOE, tendría buena acogida entre los socialistas.
Los populares perderían un político insatisfecho porque solo es alcalde de la ciudad y, a cambio, no tendrían que costear las inacabables obras ornamentales con las que pretende auparse hasta la presidencia del Consejo de Ministros.
Como el armatoste de madera que los troyanos metieron entre sus murallas, Gallardón sería el más preciado Caballo de Troya para los populares, si persuadieran a los socialistas para que se lo queden.
Si Gallardón se fuera al PSOE y la Olimpíada se la dieran a Río de Janeiro, los madrileños estarían de suerte y Madrid podría volver a ser una ciudad cómoda, alegre, acogedora y habitable.
Con la llegada a los buzones de correos del aviso de cobro ya ha quedado claro que, por mucho que alardee de coherencia Mariano Rajoy, para su partido no es lo mismo predicar que dar trigo.
El daño a la credibilidad del Partido Popular ya lo ha hecho Gallardón.
Para que no perjudique fatalmente las favorables perspectivas electorales que la campaña de descrédito contra Zapatero les estaba reportando, Rajoy y la dirección del PP deberían frenar en seco, y cuanto antes, al alcalde de Madrid.
Si no lo hicieran, que dejen de criticar al Presidente del Gobierno y cambien su discurso de que el aumento de impuestos frena la recuperación de la economía.
Son contradicciones como la de la tasa de basura de Madrid las que alimentan la suspicacia de los votantes respecto a la idoneidad de éste Partido Popular como alternativa al socialismo de Zapatero.
Si el alcalde de Madrid va por libre y no acata la filosofía sobre impuestos en que el Partido Popular basa su batalla contra el gobierno, Rajoy y la dirección de su partido deberían alentarlo a que cambie de bando.
La pregresía de diseño del alcalde de Madrid, que tanto encandila a los del PSOE, tendría buena acogida entre los socialistas.
Los populares perderían un político insatisfecho porque solo es alcalde de la ciudad y, a cambio, no tendrían que costear las inacabables obras ornamentales con las que pretende auparse hasta la presidencia del Consejo de Ministros.
Como el armatoste de madera que los troyanos metieron entre sus murallas, Gallardón sería el más preciado Caballo de Troya para los populares, si persuadieran a los socialistas para que se lo queden.
Si Gallardón se fuera al PSOE y la Olimpíada se la dieran a Río de Janeiro, los madrileños estarían de suerte y Madrid podría volver a ser una ciudad cómoda, alegre, acogedora y habitable.
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