viernes, 25 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-12-MAQUINAS, UN MUNDO NUEVO

A mediados del siglo XVIII se había mejorado el funcionamiento de máquinas hacía poco inventadas y la generalización de su uso en las explotaciones agrícolas de Inglaterra dejó sin trabajo a muchos braceros, que emigraron a las ciudades.
En 1830, el salario de un obrero agrícola inglés era de nueve chelines semanales. Por el uso de máquinas bajó a ocho el año siguiente y a seis en 1834.
La bajada de salarios originó el nacimiento del primer sindicato, la “Sociedad de Amigos de los Trabajadores Agrícolas”.
La sustitución del trabajo manual por el mecánico, la agrupación de trabajadores para defender sus intereses y la fundación de grandes empresas que requerían cuantiosas inversiones  para saturar las demandas del mercado y generaban crecientes beneficios exteriorizó la lucha de clases y generó el capitalismo.
Los países se industrializaron y advirtieron la necesidad de abrir mercados en el extranjero cuando saturaron la demanda doméstica.
Marcó ese cambio también el objetivo de los gobiernos: hasta entonces la producción nacional de riquezas les permitía acorazarse militarmente para derrotar a posibles invasores o conquistar regiones que le interesaran para consolidar su poder.
En adelante, pasaría a ser función de los ejércitos nacionales ayudar a abrir mercados El comercio mundial alcanzó su máxima importancia a finales del siglo XIX y principios del XX, con el invento y desarrollo de las calderas de vapor para impulsar trenes y barcos.
El transporte de mercancías sobre rieles se remonta al siglo VI antes de Cristo cuando se utilizó en Grecia para que los esclavos arrastraran barcos a y desde el mar, y después se utilizó en las minas para arrastrar el mineral extraído.
El barco impulsado por vapor necesitó un largo proceso de perfeccionamiento de la idea del marino e ingeniero español Blasco de Garay, que en 1543  planteó al Rey Carlos I, y éste ordenó ejecutar, un proyecto para propulsar a la galera “Trinidad” mediante seis ruedas de palas movidas por una máquina de vapor.
En todos los países avanzados se llevaron a cabo intentos de dotar a los barcos de ingenios similares al ideado por Blasco de Garay, pero hasta que se empleó la caldera de cuádruple expansión alrededor de 1890, no nació realmente  la navegación a vapor, fiable en la fecha de entrega de pasajeros y mercancías y sin condicionantes como el estado de la mar o el soplo del viento.
La idea de arrastrar barcos sobre rieles de madera con tracción humana tardó siglos en demostrar su eficacia, hasta que en 1830 se inauguró la línea Liverpool-Manchester y, desde entonces, una maraña de líneas férreas se multiplicaron por todo el mundo, sobre las que se deslizaban trenes con máquinas alimentadas con carbón.
Garantizar las comunicaciones por ferrocarril y por mar pasó a ser una preocupación de todos los Estados, que se vieron obligados a renovar sus flotas de protección de líneas marinas y  vigilar la entrada por mar de mercancías de contrabando.
Con el desarrollo de la navegación a vapor y el transporte de mercancías y pasajeros por ferrocarril, la protección del propio comercio y la desorganización del flujo comercial del enemigo  se sumó a los objetivos bélicos de naciones enemigas.
El empleo de máquinas para la producción de bienes provocó en 1872-73 la saturación de los mercados que los gobiernos europeos trataron de aliviar imponiendo tasas y aranceles pero, ante el evidente fracaso de esas soluciones, optaron por encontrar para su superproducción industrial mercados hasta entonces irrelevantes.
Las tres grandes potencias industriales europeas, Gran Bretaña, Francia y Alemania se repartieron en la conferencia de Berlin de 1884 el cercano y hasta entonces virgen mercado africano.
Se repartieron el continente en áreas de influencia particular en la que cada uno de los tres  contó con abundante mano de obra barata para obtener materias primas con  las que elaborar los productos industriales en sus países  y mercados nada exigentes al que vender sus excedentes de producción.
Cuando sesenta años más tarde concedieron la independencia a los países africanos, los colonizadores europeos dejaron atrás sociedades en casi la misma fase de evolución social en que los habían encontrado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR.- 13- EL COMBATIENTE UNIVERSAL

En 1848 Marx y Engels publicaron su manifiesto comunista, que sería en adelante el estandarte del combatiente cosmopolita que, en lugar de luchar por su Patria o su Rey, lo haría por mejorar la condición social de los trabajadores.

La publicación del manifiesto coincidió con la revuelta de Paris, en la que por primera vez protestaron de forma coordinada los obreros, que sufrían recortes en sus ingresos por el cierre de numerosas fábricas, originado  por la saturación de la demanda.
El sindicalismo, todavía en la época infantil de su desarrollo, apareció como instigador de la obligación de los obreros de reclamar sus derechos, lo que en

jueves, 24 de octubre de 2013

DIFERENCIA ENTRE IZQUIERDA Y DERECHA



   Hay quienes creen que la ideología de derechas se identifica por su invocación a la Patria, su tutela de la Religión o su puritanismo en la moral sexual tradicional.
 No es cierto porque tanto la izquierda como la derecha han tolerado o perseguido esos principios cuando así les convenía.
¿Qué conducta invariable permite diagnosticar si un régimen es de derechas o de izquierdas?    
  La clave para identificar la ideología de los partidos es la dejación en manos del Estado de los derechos de de los individuos.
   Cuantos más derechos individuales pretendan tutelar, gestionar, regular, sancionar y promover, más amplia será la burocracia que precisen y mayor  el número de recursos que detraerán de los individuos que integren la sociedad.
   Un baremo infalible para clasificar la ideología de un estado es la desproporción entre la sociedad y la burocracia estatal en el reparto de responsabilidades.
 Así, cuantos más derechos de los ciudadanos secuestren para que los administre el Estado a través de sus servicios, más de izquierdas es la ideología estatal.
Por lo tanto, en España, no hay partidos de derechas porque todos, aunque unos lo disimulen más que otros, se comporta como de izquierdas.
El costo de esos servicios se incrementa, matemáticamente, con el sobreprecio del aparato burocrático que posibilita su puesta a disposición de los consumidores.
Se induce interesadamente a los ciudadanos para que sigan siendo permanentemente  menores de edad social y que no reclamen su privilegio y  obligación de los adultos: satisfacer por sí mismos sus necesidades.
Para que ese infantilismo de los españoles se eternice y sigan beneficiándose de su crónica niñez, los políticos que lo han montado evitan aclarar, que los derechos reconocidos por la Constitución obligan al Estado a impedir que los violen, pero no a proporcionarlos.
(La Constitución garantiza que enseñanza, vivienda , educación, sanidad,, etc, son derechos de los españoles cuyo ejercicio no les puede ser negado por razones de ideología, sexo, origen o creencia, pero se regula el acceso a ellos para que, cumplidas las condiciones que se especifiquen, puedan utilizarlos).
Entre esas condiciones figura, generalmente, la participación del beneficiario en el costo de su mantenimiento.
Por lógica, si en esos servicios pagados con impuestos sigue aumentando el número de beneficiarios que pagan poco o nada, y disminuye el de los que pagan casi todo, corren peligro de quiebra.
(La tradicional caridad, practicada directa y voluntariamente por el que la ejercía en beneficio del que lo había conmovido por su necesidad, tenía la promesa del cielo como recompensa, pero esta solidaridad social que la ha remplazado es obligatoria y su único beneficiario en votos es el que la administra).
El interés por ganar la gloria eterna o la gloria del poder estimula tanto la caridad como la justicia social.
Pero los que administran la justicia social son doblemente hipócritas porque, en su propio beneficio, proclaman que en su democracia manda el pueblo y, sin embargo, secuestran su libertad esencial: la de que cada uno se gaste los cuartos que ha ganado en lo que quiera.
   ¿Solución? Que mientras menos sean las manos del pulpo estatal que metan cuchara en la olla comunal, más potaje habrá para los que lo hemos guisado.







miércoles, 23 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-11-VALIDOS CAPACES TRAS REYES AUDACES




Coincidieron en el tiempo Carlos I de España, Enrique VIII de Inglaterra y Francisco I de Francia, tres reyes de los cuatro de la baraja, que adoptaron sin necesidad de consejo todas las decisiones para asuntos de paz y cuestiones de guerra.
El cuarto rey de la baraja, el portugués Juan III,  que se dedicó a extender su imperio por Asia y Brasil y a mandarle al archiduque de Austria un elefante como regalo, se apoyaba en el consejo divino, a juzgar por su sobrenombre de El Piadoso.
Los Reyes europeos de aquél tiempo, cuando no guerreaban, se dedicaban a tramar alianzas, que unas veces los hacía socios y otras adversarios.
Los frecuentes enfrentamientos de los tres primeros por la alianza con el Imperio Turco y el peligro que suponía para la Europa cristiana determinó en varias ocasiones el sentido de sus alianzas.
También los alió y enfrentó la disputa por reinos y pequeños estados italianos y el estimulo de ser la potencia dominante en los Países Bajos, punto estratégico indispensable para controlar Europa.
Esos eran los entretenimientos de los reyes de entonces, a los que sus súbditos solo les preocupaban si eran reacios a pagar más subsidios para costear las guerras. 
El sistema absolutista de las monarquías de Francia, Italia y España siguió vigente durante más de un siglo y alcanzó su perfección con el español Felipe II , la inglesa Isabel I y el más ilustrativo de esa forma de reinar, el del francés Luis XIV, ya entrado el siglo XVIII.
El poder de esos reyes personalistas, que tuvieron que luchar para ceñirse y dar lustre a sus coronas, contrastaba con la indiferencia y a veces fastidio con que lo recibían sus sucesores.
Aunque no renunciaran esos reyes nacidos poderosos a sus coronas, delegaron el ejercicio del poder en favoritos, burócratas meticulosos y sin nervio los mejores, y rapaces, intrigantes y venales los demás.
Sin la exigente atención del rey-dueño a sus intereses, que en el caso español abarcaban el mundo entero, los Imperios antes pujantes pasaron a menguantes y, en lugar de esforzarse como antes en extenderlos, ahora se contentaba con conservarlo o perderlo lo mas lentamente posible.
Las guerras expansivas de esos reyes habían exigido un esfuerzo económico desmesurado a sus pueblos, nunca compensado con el beneficio de las victorias y siempre encarecido por el de las derrotas.
La falta de ambición, el exceso de obligaciones placenteras y el tedioso ritual de la etiqueta palaciega obligó con gusto a los reyes a delegar la administración de sus reinos en voluntariosos administradores que, por hacerlo con el valimiento del monarca, se  conocían como validos.
Sin la interesada atención de los que los fundaron, la trama de intereses y fuerzas que posibilitaban el poder se deshacía irremediablemente y los imperios se mantenían, aunque enajenando sistemáticamente propiedades.
Las disputas religiosas, que dieron como resultado un debilitamiento del dogma y  el auge de la razón como brújula que marcara el rumbo y llegar al conocimiento de la verdad crearon una casta de estudiosos y filósofos que, inevitablemente, desembocó en el paulatino reemplazo de la fe por la certeza científica.
Los reyes sustituyeron a sus validos burócratas a partir del siglo XVIII por los conocidos como“ilustrados” que cimentaban su prestigio en el conocimiento y su aplicación  para administrar el Estado.
La adopción por parte del rey de las propuestas de sus ministros ilustrados mejoró  la administración, la economía, las comunicaciones y la sanidad en los países en los que los reyes delegaron en ellos el poder.
La población de Europa, que se cifraba el siglo XVI en 70 millones, llegaba a 200 millones al final del XVII y rozaba los 300 millones (un amento del 50%) en el siglo de gobiernos ilustrados.





martes, 22 de octubre de 2013

LA SENTENCIA



·                              La sentencia del Tribunal de Estrasburgo favorable a la etarra Ines del Rio ha sido acogida con desagrado, por lo que parece, por la mayoría de los españoles. Pero hasta lo peor tiene algo bueno.
Esa sentencia ha servido para que los españoles dejen de engañarse y sean conscientes de que siempre ha sido letra muerta el documento del que emanan nuestras leyes.
Para dejar de engañarnos y empezar con buen pié la situación real de la que partimos, deberíamos anular la ficción de la actual Constitución y sustituirla por esta:
Artículo 1.-España es un protectorado de la Unión Europea que, hasta que las autoridades comunitarias decidan cuál será su régimen definitivo, se estructura como monarquía decorativa.
Artículo 2.- Una dictadura alternante, elegida de manera democrática formal, se encargará de la administración de los servicios públicos.
Artículo 3.-Encabezara la dictadura el secretario general del partido que haya ganado las elecciones parlamentarias cuatrianuales, que previamente habrá confeccionado la relación de candidatos y su orden de colocación en la lista electoral ganadora.
2.- El proclamado presidente del gobierno, en su calidad de secretario general de su partido, ordenará a los ya diputados de su grupo cómo deben votar, sobre todo para la elección de miembros de los organismos reguladores del poder judicial. 
3,- Lograda así la necesaria concentración de poderes en una persona, por métodos escrupulosamente democráticos, la primera declaración oficial de cada presidente será:
“Prometo esforzarme sin descanso en el reemplazo de las tradiciones, costumbres, usos, fiestas, legislación y carácter de los españoles para asimilarlos al carácter, tradiciones, costumbres, usos, fiestas y legislación europeos".
4.-El gobierno de España conservará su derecho innegociable a la independencia de su gobierno dictatorial democrático para repartir subvenciones y favores a todos sus adictos, en proporción directa al apoyo que de ellos reciba.

lunes, 21 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-10-DINERO Y POLVORA DE REYES



La utilización de la pólvora como arma de guerra, que hacía tiempo se había experimentado como simple curiosidad, comenzó a extenderse a medida que se inventaban nuevos artefactos con los que impulsar proyectiles.
También se había perfeccionado la utilización de la caballería para dispersar masas de infantes, gracias al acorazamiento de las cabalgaduras, al empleo de lanzas y espadas mejor forjadas y a la táctica de hacer intervenir ejércitos montados en lugares donde no los esperara el adversario.
Caballos, armaduras, arcabuces, cañones y las flexibles y resistentes armas de mano eran escasas y difíciles de conseguir para el poder limitado y subsidiario de los nobles feudales.
Incapaces de competir contra ejércitos dotados de esas armas, se plegaron a ante la capacidad de los reyes de endeudarse, para lo que obligaron a los nobles a que pagar mayores tributos que, naturalmente, extraían de siervos y burgueses.
La burguesía era una clase social en pleno auge gracias al  incremento del volumen y la riqueza generada por el comercio y a la profusión del uso de herramientas fabricadas en los talleres.
Pacificadas las regiones desde hacía tiempo en conflicto, se multiplicó el número de ovejas, su lana incrementó la fabricación de tejidos y los excedentes nacionales se exportaban al extranjero.
Apagado el brillo del poder en sus feudos, los nobles fueron poco a poco a la Corte  del Rey con la esperanza de ganarse su favor e incrementar así su influencia en todo el reino.
Los pocos y débiles adversarios que quedaban a los reyes en sus territorios no eran dignos de su atención, por lo que pretextaron intereses nacionales generados por matrimonios con princesas de otros reinos para darle dimensión internacional a su indiscutida hegemonía nacional.
Ese recurso a la guerra generado por compromisos dinásticos sirvió a los reyes europeos durante cinco siglos para pelear entre ellos, con el único costo de la muerte de súbditos de los contendientes.
También se empeñaron algunos en una rivalidad por extender sus dominios a lugares desconocidos e incrementar su poder con riquezas que sus descubridores encontraran.
Los navegantes portugueses insistieron sistemáticamente en navegar hacia el sur hasta abrir una nueva ruta para traer especias de la India, llegadas irregularmente y a alto precio en caravanas a los puertos del Mediterráneo Oriental.
La reina de Castilla promovió el envió de tres barcos hacia el Oeste para encontrar una vía más corta a la India, y se topó con América, que en los siguientes siglos envió riquezas a España, para que sus reyes pagaran guerras en Europa que interesaban a sus parientes alemanes.
Los descubrimientos de los navegantes pagados por los reyes europeos con los tributos que obligaban a pagar a sus súbditos sirvieron de poco provecho a los pueblos de sus paises.
A la larga, las especias de la India las prohibieron los médicos porque producían ardores y molestias estomacales, la América que descubrieron los españoles llegó a producir mujeres hermosas y dictadores sanguinarios y el Norte de América produjo lo que más ansiaba la Humanidad: películas de vaqueros heroicos contra indios arteros de caballos corriendo caballos detrás de caballos y de coches detrás de coches.
También se debe a América del Norte el embeleso de bailar el boogi-boogi.
   Si se hiciera la cuenta ahora de lo que  los descubrimientos aportaron a la humanidad, puede que tengan razón de queja los mestizos resultantes de aquel encuentro de civilizaciones: los europeos debieron quedarse en sus paises y dejar que se las apañaran por su cuenta los pobladores de las tierras descubiertas.





viernes, 18 de octubre de 2013

DESDE QUE EL HOMBRE APRENDIO A NO ANDAR-9-EL PRIVILEGIO DE LA POBREZA



Aquel protectorado musulmán bajo el que vivieron no duró demasiado y se enteraron de que había acabado cuando regresaron los que llevaron a la aldea vecina el tributo anual  y no encontraron a quien pagárselo.
Decidieron vender lo que llevaban y regresaron con  objetos de labranza, lingotes de hierro para que el herrero hiciera herramientas, telas, calzado y remedios para enfermedades.
Meses después de que regresaran, aparecieron caminando dos forasteros vestidos con pardos hábitos rematados por capuchas que, después de hablar durante largo tiempo con el viejo cura de la aldea, anunciaron la fundación de un monasterio que ocuparían frailes dedicados a rezar y trabajar.
Los aldeanos se sorprendieron de que, por primera vez, llegaran unos forasteros que no necesitaban su ayuda para vivir porque les anunciaron que tenían obligación de comer solo los alimentos que ellos mismos se procuraran con su trabajo.
Se alojaron entre las ruinas del monasterio que había ordenado edificar Ramiro de Coblenza y comenzaron inmediatamente a reconstruirlo.
Entre esas tareas y la de labrar un huerto que el monasterio tenía, pasaban toda la jornada sin incomodar a nadie mas que con los cánticos que siete veces al día, día y noche, entonaban como oraciones.
Empezaron arrancando piedras del risco y pronto llegaron seis monjes más para acelerar las obras. Dos de ellos se encargaban exclusivamente de darle una misma forma octaédrica a las piedras, otros dos excavaron profundos cimientos  hasta completar una zanja de 40 pasos de longitud por 30 de anchura y los otros cortaban árboles para obtener la madera que necesitarían.
Seguían escrupulosamente la división del día en cuatro: seis horas para rezar, seis para labrar la tierra, seis para construir el edificio y seis para dormir.
Durante los muchos años que tardaron en construirlo, llegaban esporádicamente imagineros, vidrieros, especialistas para labrar la piedra y, finalmente, un equipo para izar al campanario frontal la campana que habían traído, y fijar el badajo con verga de toro.
Poco después de que la iglesia se abriera al culto llegó una cuadrilla de andrajosos, algunos de ellos tonsurado, lo que indicaba que eran clérigos.
Se instalaron frente al monasterio e increpaban a los monjes como herejes, aunque los incitaban a que se les unieran.
Se declararon cátaros, secta escindida del cristianismo, que reconocía igual capacidad creadora a Dios y al Diablo, predicaba el ascetismo y la pobreza como condición indispensable para salvar el alma y rechazaba como manifestación diabólica la posesión de bienes materiales.
Fue el primero de varios movimientos que frecuentemente degeneraron en luchas sangrientas desde entonces, predicando que solo eran pobres evangélicos los que vivían de la caridad.
Todos ellos acusaban a los frailes del  monasterio de incumplir la obligación de la pobreza porque se alimentaban de lo que producía su trabajo y no de las limosnas de los fieles.
Fue una teoría que solo se llevó a la práctica siglos después, cuando las limosnas o subvenciones del Estado detraídas con impuestos a los que trabajaban, permitía eludir el trabajo y estimular el ocio.
El continuo peregrinaje de las numerosas sectas propagadoras del poder demoníaco del trabajo y de la bondad evangélica de la pobreza lo acometían en ausencia de condiciones higiénicas elementales y contribuyó a difundir brotes de peste y epidemias, que diezmaron a la población europea.